El contenido de 1 y 2 Samuel es la historia de Samuel, Saúl y David, la cual da continuación a la historia de los jueces y es parte crucial de la línea central de la historia de Israel. Samuel era levita por nacimiento y nazareo por consagración, y llegó a ser un sacerdote, un profeta y un juez. Él dio inicio al profetismo —los profetas— para reemplazar el sacerdocio que estaba en decadencia respecto a hablar por Dios; además, Samuel puso fin a la judicatura —los jueces— e introdujo el reinado. Saúl fue rey sobre Israel en un sentido negativo, y David fue rey en un sentido positivo.
El pensamiento central en 1 y 2 Samuel es que la realización de la economía de Dios requiere la cooperación del hombre según el principio de la encarnación, como lo ilustran, en un sentido positivo, las historias de la madre de Samuel —Ana—, de Samuel mismo y de David, y, en un sentido negativo, las historias de Elí y de Saúl. Tal cooperación se relaciona con el disfrute personal de la buena tierra, la cual tipifica al Cristo todo-inclusivo e ilimitadamente extenso (véase la nota Dt. 8:71). Los libros de 1 y 2 Samuel, por ser la continuación de Josué, Jueces y Rut, presentan los detalles con respecto al disfrute de la buena tierra dada por Dios. La tipología presentada en estos dos libros nos muestra la manera en que los creyentes neotestamentarios pueden y deben disfrutar a Cristo como la porción que Dios les asignó (Col. 1:12) con miras al establecimiento del reino de Dios, el cual es la iglesia (Mt. 16:18-19; Ro. 14:17). Estos tipos indican que ser rectos delante de Dios es el requisito previo para disfrutar a Cristo. En 1 y 2 Samuel, la buena tierra disfrutada por quienes cooperaron con Dios llegó a ser el reino de Dios, donde los que cooperaron reinaron como reyes. Asimismo, al cooperar con Dios tenemos que disfrutar a Cristo al grado que nuestro disfrute de Cristo llegue a ser el reino de Dios, donde reinamos en vida con Cristo (Ro. 5:17).