David temía a Dios y no se atrevía a subvertir el orden divino establecido por Él. En el reino de Dios hay un orden divino con respecto a la autoridad. Saúl no se autoproclamó rey, sino que fue Dios quien lo designó y ungió como rey (1 S. 10:1). Por tanto, Saúl era la autoridad divina, y David temía a Dios con relación a ello. David mantuvo el orden de autoridad dispuesto por Dios entre Sus elegidos. Al hacer esto, David puso un buen fundamento para su futuro reinado entre los elegidos de Dios. Si David se hubiera rebelado contra Saúl, él mismo habría dado a la gente un ejemplo de rebelión contra el rey que Dios ordenó y designó. Cfr. la nota Gn. 9:251 y la nota Jud. 1:93.