Los salmos 120—134 forman un grupo particular conocido como Cánticos de ascenso gradual. En lugar de hablar sobre la ley, estos salmos guardan relación con el cautiverio. El pueblo de Israel amaba la ley, pero debido a que la transgredieron, incluso al grado de dejar a Dios y adorar ídolos (Jer. 2:13), Dios los envió al cautiverio a una tierra de ídolos. Mientras el pueblo de Israel padecía en el cautiverio, no podía olvidar Sion ni Jerusalén, que eran señales, símbolos, del Dios a quien ellos adoraban. Mientras estuvieran en cautiverio, ellos se encontrarían en una situación de descenso. Retornar a Jerusalén y a Sion equivalía a estar en una situación de ascenso, o sea, a “subir” (Sal. 122:4). Jerusalén estaba edificada sobre el monte Sion. Por tanto, cuando el pueblo viajaba a Jerusalén, tenía que ascender y, a medida que ascendía, cantaba estos cánticos de ascenso gradual.