Los inicios de la elección efectuada por Dios respecto a Jerusalén como Su centro de adoración se remontan a lo que Él le dijo a Abraham en Gn. 22:2 (véase la nota Gn. 22:22a), y puede verse claramente en Dt. 12:5-18 (véanse las notas allí). Por tanto, Salomón no tuvo que elegir un lugar donde edificar el templo, pues el lugar ya había sido escogido por Dios y dado a conocer a David (2 S. 24:18-25).