Algunos mss. omiten: sus hijos.
Algunos mss. omiten: sus hijos.
Algunos mss. omiten: de los ejércitos.
Algunas versiones traducen: lugares asediados.
Lit., él.
El vínculo que une los libros históricos del Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento es la economía de Dios, cuyo objetivo es Cristo y Su Cuerpo, la iglesia. Este vínculo se manifiesta en la historia de los reyes, que incluye a los profetas quienes, como vencedores de Dios, profetizaron acerca de la economía neotestamentaria de Dios. Una y otra vez los profetas intervinieron ya sea para ayudar a los reyes o para disciplinarlos, como aquí lo ilustra la ayuda que Isaías le brindó a Ezequías (cfr. 2 S. 7:1-17; 12:1-15a; 1 R. 18; 2 R. 3). Las profecías halladas en Is. 7:14 y Is. 9:6 indican que Dios se revestiría de humanidad, mezclando Su divinidad con la humanidad, y la profecía presentada en Is. 53 revela que en Su humanidad, el Dios hecho hombre sería el Redentor del hombre, quien habría de ser inmolado por el pecado del hombre. Por tanto, según la tipología, podemos ver el vínculo que las profecías de los profetas de Dios establecieron entre la historia de los reyes y el hecho de que Dios se hiciera hombre para redimir al hombre rescatándolo para Sí a fin de hacer a Sus redimidos iguales a Dios en vida y naturaleza, mas no en la Deidad, y así llevar Su economía a su consumación al obtener el Cuerpo de Cristo, el agrandamiento de Cristo. Este Cuerpo de Cristo tiene su consumación en la Nueva Jerusalén, la expresión y el agrandamiento corporativo y universal de Dios por la eternidad.