En particular, fue el pecado de Manasés lo que finalmente hizo que Dios decidiera no tolerar más al pueblo, sino destruir el templo, devastar la Tierra Santa y enviar al pueblo al cautiverio. La tolerancia de Dios llegó a su límite con el reinado de Manasés, y Él abandonó al pueblo santo, el templo santo, la ciudad santa y la Tierra Santa.