Dios hizo todo lo necesario para confirmar a David como rey y exaltar su reino con miras al cumplimiento de Su propósito. En esta coyuntura, David comenzó a pensar sobre la morada de Dios en la tierra. Si bien David vivía en casa de cedro, el Arca, que representaba a Dios, aún no tenía un hogar (2 S. 7:2). No pudiendo tolerar tal situación, David decidió mover el Arca de Dios a una morada permanente. Esto indica que el corazón de David estaba centrado en la casa de Dios, Su habitación. Todo cuanto Dios hace por nosotros y todo cuanto Él nos da debe ser íntegramente para que nos preocupemos por la edificación de la morada de Dios en la tierra. Que Dios obtenga una casa para Sí aquí en la tierra avergüenza grandemente a Su enemigo, Satanás. Por generaciones, Satanás ha luchado procurando abusar de la tierra así como usurparla y ocuparla. Como resultado de ello, Dios, en cierto sentido, ha sido expulsado de la tierra. Ésta era la situación en tiempos de David. Sin embargo, David vivía para Dios; él era uno con Dios, y su ser era conforme a Dios. Por ser un hombre conforme al corazón de Dios (1 S. 13:14), David anhelaba preparar un lugar donde Dios pudiera establecerse en la tierra.
