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Capítulos de libros «Zacarías»
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Mis lecturas
  • Este varón es Cristo en Su humanidad como Ángel de Jehová, Aquel que habla con Zacarías (vs. 1-2; cfr. Ez. 40:3).

  • Véase la nota Zac. 1:161c. El varón con la cuerda de medir se propuso medir Jerusalén a fin de que Jehová pudiera volver a poseerla después de los setenta años del cautiverio de Israel (vs. 2, 4b). Esta medición no solamente tenía por finalidad conocer el tamaño de la ciudad, sino también su condición y la situación en que se encontraba. La medición fue hecha por un hombre, no por un ángel. Un ángel no es apto para medir nada que sea humano, pues no posee la naturaleza humana. Únicamente Jesús, poseedor tanto de la naturaleza divina como de la humana, es apto para medir Jerusalén.

  • Mientras que el templo es señal de la casa de Dios, la ciudad de Jerusalén es señal del reino de Dios para Su administración. La ciudad de Jerusalén fue medida y se halló que era una región abierta (v. 4), esto es, sin límites. Esto indica que el reino de Dios es ilimitado, del tamaño de Dios mismo, y que Dios mismo es el tamaño de Su reino.

  • Que el muro de la ciudad de Jerusalén y la gloria en medio de ella sea el propio Jehová indica que Jehová como Cristo será la protección de Jerusalén en la circunferencia de la ciudad y su gloria al centro de la misma. Esto muestra la centralidad y universalidad de Cristo en la economía de Dios. Hoy, Cristo es la gloria en el centro de la iglesia, y Él es también el fuego ardiente alrededor de la circunferencia de la iglesia para protegerla. En la Nueva Jerusalén, el Dios Triuno en Cristo será la gloria en el centro de ella (Ap. 21:23; 22:1, 5), y esta gloria resplandecerá a través del muro transparente de la ciudad (Ap. 21:11, 18, 24) para ser su protección de fuego.

  • La palabra extendí indica que Dios, al dispersar al pueblo de Israel cuando éste fue llevado al cautiverio, hizo que éste se extendiera para la propagación de Su testimonio. Cuando los hijos de Israel fueron dispersados a Babilonia, cuatro jóvenes se convirtieron en testigos de Dios y en testimonio de Él (Dn. 1:6). De este modo, el testimonio de Dios se propagó a Babilonia. Dios es grande y soberano, y Él posee un corazón amplio. Por tanto, Él deseaba que Su testimonio fuese propagado a lugares lejanos. Cfr. Hch. 1:8; 8:1, 4; 11:19.

  • La expresión tras la gloria significa después del retorno de los cautivos. En los setenta años del cautiverio de Israel, la gloria estaba ausente del centro de Jerusalén (Ez. 11:23 y la nota 1). Pero cuando los hijos de Israel retornaron a Jerusalén, la gloria también retornó. A los ojos de Dios, el retorno de los cautivos era una gloria.

  • Tanto Él como me se refieren a Jehová de los ejércitos. Esto significa que Jehová de los ejércitos es tanto Aquel que envió (vs. 9, 11) como Aquel que fue enviado. Jehová es el Dios Triuno (Éx. 3:15 y la nota). En este versículo, uno de los tres de la Deidad, a quien se alude con Él, envió a otro de los tres, a quien se alude con me. Aquel que envía ciertamente es el Padre, y Aquel que fue enviado es el Hijo (Jn. 5:36; 6:57; 8:16). Tras la gloria, el Dios Triuno decidió que el Padre enviaría al Hijo en contra de las naciones que despojaron a Israel. Tanto el Padre como el Hijo son Jehová.

  • Cristo, como Aquel enviado por Jehová de los ejércitos y Aquel que envió, Jehová de los ejércitos, se opondrá a las naciones que despojen al pueblo de Sion y que toquen la niña de Su ojo. El pueblo de Dios es objeto de Su tierno amor, y el que los toca, toca la niña de Su ojo. Éstas fueron palabras que traían alivio, aliento y consuelo a Zorobabel, Josué y a todos los que habían retornado.

  • Tanto Yo en este versículo como el sujeto de habitaré y el me de me envió en el v. 11 se refieren a Jehová, el mismo al que Él y me se refieren en los vs. 8-9.

  • Antes del retorno de la gloria a Jerusalén, Jehová estaba en silencio, pero tras la gloria Él se levantó de Su santa habitación. Toda carne —incluyendo la carne de los babilonios, persas, griegos y romanos— tiene que permanecer en silencio. Únicamente Jehová tiene derecho a hablar, y únicamente Él es el factor decisivo.

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