Nuestro corazón está ligado a nuestro espíritu, pues nuestra conciencia, una de las funciones de nuestro espíritu (Ro. 9:1), es también una de las funciones de nuestro corazón (He. 10:22). Por tanto, amar y servir a Dios con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma indica que le amamos y servimos también con nuestro espíritu (Ro. 1:9). Además, según 6:5, debemos amarle también con todas nuestras fuerzas, o sea, nuestras fuerzas físicas. Véase Mr. 12:28-30 y la nota Mr. 12:302.
