Lit., palabras.
Lit., palabras.
O, los pozos de los hijos de Jaacán.
Véase la nota Dt. 18:201a.
En realidad, los caminos de Dios equivalen a lo que Dios es. Todo lo que Dios es, para nosotros es un camino por el cual andar; por ende, tomar a Dios mismo como nuestro camino y andar en tal camino equivale a vivir a Dios. Dios como nuestro camino es Cristo (Jn. 14:6). Tomar a Cristo como nuestro camino es vivirle, y vivirle es expresarle, manifestarle e incluso magnificarle (Fil. 1:20-21a). Que en la Nueva Jerusalén el río de agua de vida salga del trono de Dios y del Cordero y fluya en medio de la calle de oro (Ap. 22:1) indica que Dios es tanto nuestra vida como nuestro camino. Tomamos a Dios como nuestra vida, y luego Su vida con Su naturaleza llegan a ser para nosotros el camino por el cual andamos. Véase la nota Ap. 22:16g.
Dios nos dejó ejemplo de Su amor al manifestar Su afecto por Su pueblo (vs. 14-15; 7:7-8). De hecho, en Deuteronomio vemos que Dios “cortejó” a Su pueblo, amándolos y prendándose de ellos (Cfr. la nota Éx. 20:62). Su pueblo debería amarle en reciprocidad al prendarse de Él. Véase la nota 1 Co. 2:93d.
Nuestro corazón está ligado a nuestro espíritu, pues nuestra conciencia, una de las funciones de nuestro espíritu (Ro. 9:1), es también una de las funciones de nuestro corazón (He. 10:22). Por tanto, amar y servir a Dios con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma indica que le amamos y servimos también con nuestro espíritu (Ro. 1:9). Además, según 6:5, debemos amarle también con todas nuestras fuerzas, o sea, nuestras fuerzas físicas. Véase Mr. 12:28-30 y la nota Mr. 12:302.