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Capítulos de libros «El Cantar de Los Cantares»
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  • Una rosa silvestre, menospreciada en la tierra de Judea. Aquí la amada humildemente comprende que no es más que una persona pequeña cuyo vivir es, por un lado, hermoso pero menospreciado (la rosa) en el mundo común (Sarón, véase la nota Cnt. 2:12a) y, por otro, es un vivir puro y confiado (el lirio, Mt. 6:28) en medio de la hondonada (los valles).

  • Que significa llanura.

  • Aquí Cristo expresa Su aprecio por aquella que es Su amor, quien está entre las adúlteras que aman el mundo (las hijas, Jac. 4:4), por ser ella alguien cuyo vivir es puro y confiado (el lirio, Mt. 6:28) en medio de las personas incrédulas e inmundas (los espinos).

  • La amada expresa su aprecio por ser Cristo fuente de rica provisión (el manzano) que le brinda su suministro a tiempo. Ella halla satisfacción al deleitarse en reposar (me senté) bajo Cristo como dosel que le da sombra durante el día (su sombra, Is. 4:5-6; 2 Co. 12:9) y al gustar de Él como su suministro dulce y oportuno (el fruto dulce).

  • Lit., casa del vino. Aquí la amada halla satisfacción en el triunfante amor (el estandarte del amor, cfr. Ro. 8:31-39) extendido sobre ella en la deleitosa vida de iglesia (la casa del banquete), en la cual ella es sustentada con Cristo como pan de vida (las tortas de pasas, Jn. 6:35) y es refrescada con Cristo como fruto de vida (las manzanas, Ap. 2:7; 22:2) a fin de ser sanada de su enfermedad de amor que sufre al añorar a su Amado. Cristo en Su muerte está representado aquí por las pasas, que son uvas secas (el jugo de las cuales representa el derramamiento de sangre, Mt. 26:27-29), y Cristo en Su resurrección está representado por las manzanas frescas.

    El resultado inicial del mutuo disfrute y ganancia obtenidos por Cristo y Su amada es un banquete (Cnt. 1:12), y el resultado consumado es la celebración de un banquete en la casa del banquete, la vida de iglesia.

  • Por considerar que Su amada puede ser fácilmente despertada (las gacelas o las ciervas del campo), Cristo encarga solemnemente (os conjuro) a los creyentes que buscan inmiscuirse (las hijas de Jerusalén) a no despertarla de su presente experiencia de Cristo en la que ella reposa en Él. En su vida cristiana, la amada ha alcanzado la meta de reposar en Cristo y experimentarle así como de hallar satisfacción en la vida de iglesia. Cristo le permite permanecer en reposo hasta que a ella le plazca entrar en la segunda etapa correspondiente a ir en pos de Cristo (hasta que quiera).

  • Aquí, saltar y brincar representa el poder de Cristo para prevalecer sobre las dificultades y barreras, que son representadas por los montes y collados. Que Cristo sea semejante a la gacela o al cervatillo (v. 9) significa que Su poder es el poder de resurrección (véase la nota al encabezamiento de Sal. 22).

  • Que significa separación.

  • Aquí, la que ama a Cristo le rechaza. En lugar de responder a Su llamado a levantarse y salir de su introspección mediante la cruz a fin de estar con Él (vs. 13-14), ella le pide que espere hasta que su situación de abatimiento haya terminado (hasta que despunte el día y huyan las sombras) y que sólo entonces se vuelva a ella en Su resurrección, como una gacela o un cervatillo (véase la nota Cnt. 2:81), durante el tiempo de su separación (los montes de Beter, véase la nota Cnt. 2:172). Según su perspectiva, este monte, esta separación entre ella y Cristo, podrá ser quitado únicamente por Cristo mismo.

  • Aquí, la que ama a Cristo comprende que Cristo le pertenece y ella a Él, lo cual concuerda con sus sentimientos internos; no obstante, Él no está con ella, sino lejos, alimentando a Sus seguidores puros cuya confianza está puesta en Él (apacienta su rebaño entre los lirios). En esta coyuntura, la amada y Cristo no son uno, sino que están separados. Hay, pues, una controversia entre ella y Cristo. La amada se preocupa únicamente por su propia satisfacción, y no por la voluntad de Cristo, Su propósito o Su meta.

  • Cristo encarga a Su amada que tome conciencia de sus peculiaridades, hábitos e introspección (las zorras pequeñas) que arruinan la floreciente resurrección de Cristo en las iglesias (nuestras viñas en cierne).

  • Aquí Cristo, al considerar a Su sencilla amada (paloma mía), desea ver la hermosa expresión del semblante de aquella que le ama así como escuchar su dulce voz en su unidad, su unión, con la cruz, aquí representada por las hendiduras de la peña y lo escondido de escarpados parajes. Éste es el llamado de Cristo para que Su amada esté en unidad con la cruz (cfr. Lc. 9:23). Únicamente la cruz de Cristo puede librarla de la situación causada por la introspección.

    Cristo desea que aquella que le busca permanezca en la cruz, en una condición crucificada, todo el tiempo (Gá. 2:20a; 1 Co. 15:31; 2 Co. 4:10-11). Sin embargo, es difícil permanecer en la cruz, pues es como entrar en las hendiduras de la peña y en lo escondido de escarpados parajes en lo alto de las montañas por sendas escabrosas. A fin de fortalecer y animar a Su amada para que ella se levante y salga de su condición de abatimiento en la introspección del yo, Cristo la fortalece mostrándole el poder de Su resurrección (vs. 8-9a) y la anima mediante las florecientes riquezas de Su resurrección (vs. 11-13). Es por el poder de la resurrección de Cristo, y no por nuestra vida natural, que quienes amamos a Cristo determinamos tomar la cruz al negarnos al yo (Mt. 16:24). Es también por el poder de la resurrección de Cristo que somos capacitados para ser conformados a Su muerte al ser uno con Su cruz (Fil. 3:10). La realidad de la resurrección es el Cristo pneumático (Jn. 11:25), quien como Espíritu consumado mora en nuestro espíritu regenerado y está mezclado con el mismo (1 Co. 6:17 y las notas). Es en tal espíritu mezclado que somos partícipes de la resurrección de Cristo y la experimentamos, lo cual nos capacita para ser uno con la cruz a fin de que seamos liberados del yo y transformados en un nuevo hombre perteneciente a la nueva creación de Dios con miras a la realización de la economía de Dios en la edificación del Cuerpo orgánico de Cristo.

  • La reiteración de estas palabras (cfr. v. 10) indica la expectativa de Cristo al pedirle a Su amada que salga de la introspección propia del yo a fin de estar con Él. Véase la nota Cnt. 2:102a.

  • Las flores, el canto, la voz de la tórtola, los higos maduros y las vides en cierne así como la fragancia que esparcen (vs. 12-13a) indican las riquezas florecientes de la resurrección de Cristo. La vida de la cruz (véase la nota Cnt. 2:141a) es vivida por el poder de la resurrección (Fil. 3:10) y alentada por las riquezas de la resurrección.

  • Esto indica que el periodo de adormecimiento (el invierno) y pruebas (la lluvia) terminó y que el tiempo de la resurrección (la primavera) viene.

  • Debido al yo y la introspección de la amada, ella se encuentra abatida en su situación. Por tanto, Cristo la anima, al expresar Su aprecio por ella, instándole a levantarse y a salir de su situación de abatimiento a fin de estar con Él.

  • Esto indica que la que ama a Cristo falló al no responderle en Su comunión, lo cual hizo necesario que Cristo le hablara nuevamente (cfr. v. 8a).

  • Las ventanas y las celosías representan las aberturas establecidas por Dios para tener comunión, para conversar íntimamente, con Su amada. La conciencia del hombre es la ventana con celosías, la cual está abierta para que Dios pueda venir a contactar al hombre caído (cfr. Jn. 16:8).

  • En la primera etapa de su experiencia progresiva de Cristo, la que ama a Cristo va en pos de Él (Cnt. 1:2-4a), recibe ayuda al tener comunión en las cámaras privadas (Cnt. 1:4-6a), entra en la vida de iglesia (Cnt. 1:6-8), donde experimenta transformación (Cnt. 1:9-16a; Cnt. 2:1-3a), y entra en el reposo y disfrute de Cristo para su plena satisfacción (Cnt. 1:16-17; 2:3-7). Estos logros resultan en una situación en la cual ella cuida excesivamente de su condición espiritual delante de Cristo, preocupándose en exceso por si permanece o no en la perfección que logró. Esto la hace caer en introspección, la cual se convierte en una pared que la aísla manteniéndola alejada de la presencia de Cristo. Con el tiempo, toda persona espiritual que llega a una situación de satisfacción en Cristo cae en la introspección, no sólo al examinar el yo, sino incluso al analizarlo (cfr. He. 12:2). De persistir tal condición, el yo se hace más fuerte y, finalmente, se convierte en el centro de todo su vivir.

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