Este capítulo trata de la regeneración. Por un lado, la regeneración introduce en nosotros la vida y la naturaleza divinas. Por otro lado, la regeneración le pone fin a la naturaleza maligna de Satanás, la cual está en nuestra carne. En Gn. 3 Satanás, la serpiente, inyectó su naturaleza en la carne del hombre. Cuando los hijos de Israel pecaron contra Dios, fueron mordidos por serpientes (Nm. 21:4-9). Dios le dijo a Moisés que levantara una serpiente de bronce para que el juicio de Dios cayera sobre la serpiente y no sobre ellos; de este modo todo aquel que mirara la serpiente viviría. Eso fue un tipo. En este versículo el Señor Jesús aplicó a Sí mismo ese tipo, dando a entender que en tanto que Él estuviera en la carne, tenía la “semejanza de carne de pecado” (Ro. 8:3), la cual equivale a la forma de la serpiente de bronce. La serpiente de bronce tenía la forma de la serpiente, pero no tenía el veneno de ella. Cristo fue hecho en “semejanza de carne de pecado”, pero no participó en ningún aspecto del pecado de la carne (2 Co. 5:21; He. 4:15). Cuando Cristo, estando en la carne, fue levantado en la cruz, Su muerte destruyó a Satanás, la serpiente antigua (Jn. 12:31-33; He. 2:14). Esto significa que se le puso fin a la naturaleza serpentina, la cual se encuentra dentro del hombre caído. Cuando un hombre es regenerado con la vida divina en Cristo, su naturaleza satánica es anulada. Por esto, el Señor específicamente lo mencionó en esta porción de la Palabra al revelar la regeneración a Nicodemo.
Es posible que Nicodemo se considerara un hombre moral y bueno. Pero lo dicho por el Señor en este versículo implica que no importa cuán bueno haya sido Nicodemo exteriormente, él tenía interiormente la naturaleza serpentina de Satanás. Como descendiente de Adán, él había sido envenenado por la serpiente antigua, y la naturaleza de la serpiente estaba dentro de él. No solamente necesitaba que el Señor fuese el Cordero de Dios para que quitase su pecado (Jn. 1:29); también necesitaba que el Señor adquiriera la forma de la serpiente para que su naturaleza serpentina fuese anulada en la cruz y le fuera posible obtener la vida eterna. Según el principio establecido en el Jn. 2, esto es cambiar la muerte en vida.