Lit., fuente, igual que en el v. 14.

Es decir, las seis de la tarde.

Samaria era la región principal del reino del norte, Israel, y era donde estaba su capital (1 R. 16:24, 29). Alrededor del año 700 a. C. los asirios se apoderaron de Samaria y trajeron gente de Babilonia y de otros países paganos a las ciudades de Samaria (2 R. 17:6, 24). Desde entonces los samaritanos llegaron a ser un pueblo de sangre judía y pagana. La historia nos dice que ellos tenían el Pentateuco (los cinco libros de Moisés) y que adoraban a Dios según esa parte del Antiguo Testamento. Pero los judíos nunca los reconocieron como parte de ellos.

Esto representa el disfrute de las cosas materiales y la diversión obtenida en el entretenimiento mundano. Nada de esto puede aplacar la profunda sed del hombre. Por más “agua” material y mundana que tome uno, seguirá con sed. Cuanto más beba de esta “agua”, más aumentará su sed.

Véase la nota Jn. 3:15¹.

Le dijo esto para tocar la conciencia de ella al referirse a la historia de la inmoralidad de ella, a fin de que se arrepintiera de sus pecados.

La mujer bebió del “agua” del primer esposo, pero no quedó satisfecha. Luego, bebió del segundo esposo, del tercero, del cuarto y del quinto. Puesto que ninguno le satisfizo, ella estaba bebiendo de otro. Los cambios sucesivos de esposos demostraron claramente que no importa lo mucho que hubiese bebido de esa “agua”, todavía seguía sedienta. “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed”. ¡Cuán cierto es lo dicho por el Señor aquí!

El problema planteado por la mujer, al igual que las preguntas de Jn. 8:3-5 y Jn. 9:2-3, requería un sí o un no como respuesta, lo cual pertenece al árbol del conocimiento; sin embargo, el Señor hizo que se volviera al espíritu (vs. 21-24), el cual pertenece al árbol de la vida (cfr. Gn. 2:9, 17).

Aquí Dios es el Dios Triuno completo: el Padre, el Hijo y el Espíritu.

Espíritu aquí se refiere a la naturaleza del Dios Triuno completo; no se refiere solamente al Señor Espíritu. Para adorar a Dios, quien es Espíritu, debemos hacerlo con nuestro espíritu, el cual tiene la misma naturaleza que la Suya.

El Señor dijo esto a la mujer samaritana a fin de instruirla con respecto a la necesidad de ejercitar su espíritu para tener contacto con Dios el Espíritu. Contactar a Dios el Espíritu con el espíritu es beber el agua viva, y beber el agua viva es rendir verdadera adoración a Dios.

Éste es nuestro espíritu humano. Según la tipología, a Dios se le debe adorar:
1) en el lugar que Él escogió para establecer Su habitación (Dt. 12:5, 11, 13-14, 18)
2) con las ofrendas (Lv. cap. 1—6). El lugar que Dios escogió para habitar en él tipifica el espíritu humano, donde hoy está la morada de Dios (Ef. 2:22). Las ofrendas tipifican a Cristo; Cristo es el cumplimiento y la realidad de todas las ofrendas con las cuales el pueblo adoraba a Dios. Por lo tanto, cuando el Señor le dijo a la mujer que adorara a Dios el Espíritu en espíritu y con veracidad, Él le dio a entender que ella debía tener contacto con Dios el Espíritu en su espíritu, no en un lugar especial, y debía hacerlo por medio de Cristo, no por medio de las ofrendas. Ya que Cristo, como la realidad que produce la virtud humana de la veracidad, ha venido (vs. 25-26), todas las sombras y tipos han terminado.

Conforme al contexto de este capítulo y a la revelación completa del Evangelio de Juan, aquí la veracidad denota la realidad divina que llega a ser la autenticidad y la sinceridad del hombre (que son lo opuesto a la hipocresía de la adoradora inmoral samaritana, vs. 16-18) para adorar verdaderamente a Dios. La realidad divina es Cristo (quien es la realidad, Jn. 14:6) como la realidad de todas las ofrendas del Antiguo Testamento con las cuales se adora a Dios (Jn. 1:29; 3:14) y como la fuente del agua viva, el Espíritu vivificante (vs. 7-15), de la cual participan y beben Sus creyentes, para que sea la realidad subjetiva de ellos. Finalmente ésta llega a ser la autenticidad y sinceridad con las cuales adoran a Dios de la manera que Él busca. Véase la nota 1 Jn. 1:6⁶; Ro. 3:7, y la nota Ro. 15:8^2a.

Diciéndole esto Jesús la condujo a creer que Él era el Cristo, para que ella tuviera vida eterna (Jn. 20:31). Ella creyó (v. 29).

Todo el que beba el agua viva y sea satisfecho con ella, dejará sus preocupaciones y dará testimonio de ello. Según el principio establecido en el Jn. 2, esto también es convertir la muerte en vida.

Esto indica que la mujer creyó que Jesús era el Cristo. Al creer esto, ella recibió el agua viva y fue satisfecha.

El pecador fue satisfecho al recibir el agua viva del Salvador, y el Salvador fue satisfecho al hacer la voluntad de Dios de satisfacer al pecador. La comida del Salvador es hacer la voluntad de Dios para satisfacer al pecador (v. 34).

Véase la nota Jn. 3:15¹.

Otros labraron posiblemente significa que algunos habían sembrado la semilla entre los samaritanos usando el Pentateuco (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento), el cual ellos poseían. Aquí el Señor envió a Sus discípulos a cosechar lo que los anteriores obreros habían sembrado.

El Señor fue a Galilea para evitar hacerse famoso, como le había sucedido en Jerusalén (Jn. 2:23).

Véase la nota Jn. 2:1^3b.

Galilea, un lugar menospreciado (Jn. 7:41, 52), representa el mundo, el cual está en una condición baja y vil.

La palabra de vida que sale de la boca del Señor, da vida a los que están a punto de morir.

Es decir, las siete de la noche.

La primera señal en Caná (Jn. 2:1-11) significa el cambio de muerte a vida, que establece el principio propio de la vida. Esta segunda señal es una continuación, una aplicación, del principio de cambiar la muerte en vida. El origen de la muerte es el árbol del conocimiento, y el origen de la vida es el árbol de la vida (cfr. Gn. 2:9, 17).