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Capítulos de libros «El Evangelio de Mateo»
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  • En el reino de los cielos, lo que contamina no está relacionado con las cosas materiales sino con los asuntos morales. Las cosas materiales no tienen nada que ver con el gobierno celestial, pero los asuntos morales sí. El hecho de que tantas maldades provengan de nuestro corazón demuestra que no estamos bajo el gobierno celestial.

  • Puesto que los fanáticos religiosos seguían perturbando al Rey celestial rechazándole, Él se alejó más de ellos y se retiró a la región de Tiro y de Sidón, a una tierra gentil.

  • Debido al rechazo por parte de los judíos religiosos, la oportunidad de tener contacto con el Rey celestial llegó a los gentiles, a una débil mujer gentil.

  • El título Señor implica la divinidad de Cristo, y el título Hijo de David, Su humanidad. Ya que esta mujer era gentil, era apropiado que se dirigiera a Cristo como “Señor”. Sin embargo, no tenía derecho de llamarlo “Hijo de David”; sólo los hijos de Israel tenían tal privilegio.

  • El Señor fue enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel. No obstante, en este tiempo llegó a una región gentil, proporcionando así a los gentiles una oportunidad de participar de Su gracia. Esto tiene un significado dispensacional, y muestra que Cristo vino a los judíos primero y que, debido a la incredulidad de ellos, Su salvación se volvió a los gentiles (Hch. 13:46; Ro. 11:11).

  • Como adorando a Dios mismo.

  • Esta segunda vez ella se dirigió a Cristo sólo como “Señor”, y no como “Hijo de David” porque se dio cuenta de que no era hija de Israel sino una mujer pagana.

  • Los fanáticos religiosos, arrogantes y justos en su propia opinión, pensaban que entendían claramente la manera de servir a Dios, sin darse cuenta de que eran ciegos guías de ciegos. Tenían los ojos velados por su religión con sus tradiciones; así que no pudieron ver la realidad de la economía de Dios y por eso no pudieron entrar en el reino de los cielos. Su ceguera los llevó a caer “en el hoyo”.

  • Estas palabras del Rey celestial indican que los fariseos hipócritas no habían sido plantados por el Padre celestial. Por haber rechazado al Rey celestial, fueron desarraigados del reino de los cielos.

  • Es decir, hace que el hombre sea profano, inmundo (Hch. 11:8). Así también en los vs. 18, 20. En la vida del reino, la contaminación no es algo exterior sino interior.

  • Esto revela la posibilidad de que cierto culto a Dios sea rendido en vano. La causa principal de esto es tomar por enseñanzas mandamientos de hombres. Tenemos que adorar a Dios conforme a Su palabra, la cual es la verdad.

  • El gobierno celestial del reino requiere una realidad interior, no meramente una práctica exterior, y afecta la verdadera condición del corazón, no la expresión de los labios.

  • Véase la nota Mt. 6:22b.

  • Lit., privado de autoridad.

  • Lit., fallezca de muerte, lo cual significa morir ejecutado. La palabra griega que se traduce morir significa llegar algo a su fin. Así que, esta frase significa llegar algo a su fin al ser Es citada de Éx. 21:17 en la Septuaginta. En ese versículo esta frase fue traducida del modismo hebreo.

  • O, calumnie, insulte.

  • Aquí el Señor no sólo condenó a los fariseos y los escribas por haber invalidado la palabra de Dios por causa de su tradición, sino que al hacerlo también dejó implícito que el hombre debe honrar a sus padres. Dios, en Su gobierno entre los hombres, ha ordenado que el hombre honre a sus padres. De los Diez Mandamientos éste es el primero que Dios dio con respecto a las relaciones humanas (Éx. 20:12). No obstante, la naturaleza caída del hombre siempre le incita a no hacer caso a sus padres, es decir, a rebelarse contra el gobierno de Dios. Para hacer que el hombre regresara al gobierno de Dios, el Señor como el Rey celestial recalcó que el hombre debe honrar a sus padres. Esto corresponde a Su palabra en la constitución del reino de los cielos con respecto al cumplimiento de la ley (Mt. 5:17-19). Así que, también el apóstol Pablo recalcó este asunto enfáticamente (Ef. 6:1-3; Col. 3:20). Nosotros, el pueblo del reino, debemos honrar a nuestros padres y no buscar pretextos para no hacerlo, como los judíos fanáticos. Presentar cualquier excusa indica que no estamos sujetos al gobierno celestial, sino que seguimos nuestra naturaleza caída y la corriente rebelde de la generación actual.

  • Cristo no permitiría que Sus seguidores tuvieran hambre y desmayaran en el camino al seguirlo.

  • Incluso en el desierto árido, el Señor pudo alimentar a Sus seguidores y satisfacerlos, sin importar cuántos fueran. Los discípulos habían experimentado esto anteriormente, en Mt. 14:15-21 sin embargo, parece que no habían aprendido la lección de fe. Aquí pusieron la mira en las circunstancias en vez de ponerla en el Señor. Pero la presencia del Señor fue mejor que una reserva abundante.

  • El Señor siempre quiere usar lo que tenemos para bendecir a otros.

  • Si ofrecemos al Señor todo lo que tenemos, Él lo tomará, lo partirá y nos lo devolverá para que lo repartamos a otros, y les sea una bendición que satisface y rebosa (v. 37). Todo lo que ofrezcamos al Señor, por muy pequeño que sea, será multiplicado por Su mano de bendición para satisfacer la necesidad de una gran multitud (v. 38); de esta manera se cumple Su deseo (v. 32).

  • Los judíos fanáticos acusaron a los discípulos del Señor de quebrantar su tradición, pero el Señor los condenó por quebrantar el mandamiento de Dios a causa de su tradición. Ellos prestaban atención a su tradición, pero no hacían caso del mandamiento de Dios. En principio, hoy en día la gente religiosa hace lo mismo. La Iglesia Católica Romana y la mayoría de las denominaciones protestantes invalidan la palabra de Dios por causa de sus tradiciones.

  • Esto revela que al seguir al Señor los discípulos no guardaban las tradiciones. Sólo les importaba la presencia del Rey celestial, y nada más.

  • Aunque el Señor abandonó a los fanáticos religiosos que lo habían rechazado, ni aun así cesaron de molestarlo. Venían a Él de su centro religioso, Jerusalén, a fin de criticarlo. Sin embargo, la molestia que ellos le causaron le proporcionó otra oportunidad de revelar la verdad con respecto a la limpieza genuina (vs. 10-11, 15-20).

  • El ministerio del Rey celestial, en todas Sus visitas, creó oportunidades para que Él se revelara más. En las situaciones creadas en los caps. 9 y 12, tuvo oportunidades de revelarse como el Médico, el Novio, el paño nuevo, el vino nuevo, el Pastor, el David verdadero, Aquel que es mayor que el templo, el Señor de la mies, el que es más que Jonás, y el que es más que Salomón. Aquí se presentó otra oportunidad para que Él se revelara, esta vez como el pan de los hijos. La mujer cananea le consideró como Señor —una persona divina— y como Hijo de David, un descendiente real, eminente y excelso en Su reinado. Pero Él se reveló a ella como pequeños pedazos de pan que habían de comerse. Esto implica que como Rey celestial Él reina sobre Su pueblo alimentándolo consigo mismo como pan. Sólo al nutrirnos de Él como nuestro alimento podemos ser personas apropiadas para Su reino. Comer a Cristo como nuestro suministro nos permite ser el pueblo del reino en la realidad del reino.

  • Esto indica que a los ojos del Señor todos los paganos son perros, los cuales son inmundos a los ojos de Dios (Lv. 11:27).

  • La mujer cananea, la cual no se ofendió por la palabra del Señor sino que admitió ser un perrillo pagano, se dio cuenta de que en aquel tiempo Cristo, después de haber sido rechazado por los hijos, los judíos, vino a ser las migajas que caen bajo la mesa como porción para los gentiles. La tierra santa de Israel era la mesa a la cual Cristo, el pan celestial, había venido como porción para los hijos de Israel. Pero lo tiraron de la mesa al suelo, a la tierra gentil, de modo que Él vino a ser migajas como porción para los gentiles. ¡Qué profunda comprensión tuvo esta mujer gentil en aquel momento! No es de extrañar que el Rey celestial admirara su fe (v. 28).

  • Debido a que el Señor había sido rechazado por la religión judía, permaneció como luz sanadora en Galilea de los gentiles. No quiso ir a Jerusalén, el centro religioso de los judíos, a sanar a los judíos (Mt. 13:15).

  • Lit., echaron.

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