Es decir, el mar Mediterráneo. Así también en el v. 20.
Es decir, el mar Mediterráneo. Así también en el v. 20.
Esto es según la traducción de la Septuaginta (cfr. v. 20). El hebreo dice: la entrada de Zedad, Hamat.
Es decir, el mar Muerto. La buena tierra está ubicada entre las aguas del mar Mediterráneo al oeste (v. 15) y las aguas del mar Muerto y el río Jordán al este. Que la tierra de Canaán, una tierra elevada (Ez. 20:40-42; 34:13-14; 37:22; Dt. 32:13), esté rodeada de agua, indica que está rodeada de muerte. Por tanto, la buena tierra tipifica al Cristo resucitado, quien fue levantado, elevado, de entre los muertos (cfr. Gn. 1:9). Véase la nota Nm. 34:121.
Al norte de la buena tierra no hay un río que sirva de límite, sino que está el monte Hermón, un monte elevado, el cual representa los cielos, desde donde desciende el rocío (Sal. 133:3). La buena tierra elevada junto con el monte Hermón representa al Cristo resucitado, quien ascendió a los cielos.
El templo, que tipifica a la iglesia (1 Co. 3:16-17), es producto de la tierra, que tipifica a Cristo (véase la nota Gn. 1:91c y la nota Dt. 8:71). La iglesia es producto del disfrute de las riquezas de Cristo (véase la nota Ef. 1:232b y la nota Ef. 3:102b). Que la tierra sea recobrada representa el recobro del disfrute de las riquezas de Cristo. Es imposible que Cristo mismo se pierda, pero en términos de nuestra experiencia, es posible que perdamos a Cristo (Gá. 5:2-4). Una vez que se ha efectuado el recobro de la tierra, el templo puede ser edificado sobre dicha tierra.
Éstos son lugares que ni están secos ni en ellos fluye el agua, lo cual representa una situación en la que prevalecen la transigencia y la tibieza. Tal situación no puede ser sanada por el Señor (Ap. 3:15-16). El Señor desea y exige nuestra entrega absoluta (Mt. 10:37; Lc. 9:62; Ap. 22:11).
Es decir, el mar Mediterráneo.
Que significa la fuente de los dos becerros.
Que significa la fuente del cabrito.
Lit., a él.
El fluir del río de Dios produce árboles, peces y ganado (vs. 7, 9-10, 12). Los árboles llevan fruto que sirve de alimento (Gn. 2:9; Ap. 22:2), los peces junto con los pescadores tienen por finalidad el aumento numérico (Mt. 4:19), y los manantiales de los cabritos y becerros (véase la nota Ez. 47:102 y la nota Ez. 47:103) sirven para alimentar (Jn. 21:15-17). En la iglesia, todo lo representado aquí depende del fluir de la vida.
Aquí el río representa el río de vida (Ap. 22:1), el cual hace que todas las cosas vivan.
Por el fluir del río que procede de la casa, el agua salada del mar Muerto será sanada. Esto quiere decir que la muerte será engullida por la vida.
Es decir, el mar Muerto.
Cuanto más profunda sea el agua, más difícil será caminar en ella. Esto indica que cuanto más profundo sea el fluir de la gracia en nosotros, más abandonaremos nuestros esfuerzos propios, renunciaremos a dirigirnos nosotros mismos y nos dejaremos llevar por el fluir.
El número mil representa una unidad completa (cfr. Sal. 84:10). Por tanto, medir mil significa realizar una medición completa. La profundidad del fluir en nosotros depende de cuánto hayamos sido medidos por el Señor (vs. 3-5). Para disfrutar de un fluir que sea más profundo, tenemos que ser probados, examinados, juzgados y poseídos por el Señor.
Como es indicado por las cuatro mediciones descritas en los vs. 3-5, el Señor no nos juzga y prueba de una vez por todas. El número cuatro representa a las criaturas (Ez. 1:5). Las cuatro mediciones aquí mencionadas indican que nosotros, como criaturas, tenemos que ser exhaustivamente juzgados y probados por el Señor, y luego ser plenamente poseídos por Él.
Véase la nota Ez. 40:32b.
Véase Ez. 40:3 y la nota 1.
Lit., del lado derecho. Así también en el v. 2. El lado derecho representa la posición más elevada (cfr. Ef. 1:20-22). Que el agua fluyera desde el lado derecho indica que el fluir del Señor debe tener la preeminencia.
Que el río fluyera hacia el este, la dirección de la gloria de Dios (Ez. 43:2), indica que el río de Dios siempre fluye en dirección de la gloria de Dios. Si a nosotros no nos importa la gloria de Dios, el fluir en nosotros será limitado.
Aquí el agua representa al Dios Triuno como agua de vida que fluye desde la eternidad para aplacar la sed de Su pueblo (Gn. 2:10; Éx. 17:6; 1 Co. 10:4; Sal. 36:8; 46:4; Zac. 14:8; Jn. 4:14; 7:37-39; Ap. 22:1, 17). Los factores causantes de que el río fluyera desde la casa eran:
1) la edificación de la casa y su compleción;
2) el vivir de las personas en conformidad con el modelo, las leyes y los estatutos de la casa (Ez. 43:10-11);
3) el servicio de los sacerdotes (cap. 44) y
4) la presentación de todas las ofrendas (caps. 45—46).
Cuanto más estén presentes estos factores en la iglesia, más el fluir de Dios brotará de ella.