En la restauración, el Cristo que viene será un retoño que brotará del tocón de Isaí y será un vástago de sus raíces. Israel, especialmente la casa de David, era como un árbol muy elevado. Pero, debido a que Israel cayó en degradación, ese árbol fue talado y sólo quedó un tocón con sus raíces. Tanto María como José eran descendientes de David, parte de la familia real (véase la nota Mt. 1:162a), pero habiendo empobrecido pasaron a formar parte de la clase humilde y residían en Nazaret, una ciudad menospreciada, ubicada en Galilea, una región menospreciada (Lc. 1:26-27). Cristo brotó como retoño del tocón de Isaí, por encima de la tierra, lo cual significa que la restauración es realizada por la vida y es propio de la vida. Además, como vástago, Cristo procedía de las raíces de Isaí, por debajo de la tierra, lo cual representa la profundidad de la vida restauradora, y brotó como ramificación de Dios mismo y llevó mucho fruto. Cristo como retoño y vástago está lleno del poder que restaura, del poder que profundiza, del poder que hace crecer y del poder que da fruto. Debido a que Él se ramificó, el mundo entero está lleno de Su fruto. Al respecto, véase la nota Mt. 1:54d y la nota Mt. 2:233.