Esto indica que la tierra de Judá, la Tierra Santa, es el territorio de Cristo, quien es Emanuel, Dios con nosotros. Esta tierra, que fue invadida por el ejército de Asiria, es la tierra que Cristo heredará para edificar Su reino milenario con Sus dos pueblos escogidos: los judíos que Él escogió como Su pueblo terrenal y los creyentes que Él escogió como Su pueblo celestial. La economía eterna de Dios consiste en que Dios gane para Sí a estos dos pueblos como tesoro.
Satanás, el enemigo de Dios, usa a las naciones para impedir que se lleve a cabo la economía de Dios. Los que invadieron y ocuparon la Tierra Santa, la tierra de Emanuel, están representados por la imagen humana descrita en Dn. 2, cuya cabeza es Babilonia. Los enemigos del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento comienzan con Babilonia (2 R. 24; 2 R. 25), que produjo Babel (Gn. 11:1-9). En el Nuevo Testamento, al enemigo del pueblo escogido de Dios, la iglesia, se le continúa llamando Babilonia: Babilonia la Grande (Ap. 17; Ap. 18). Al final, tanto la Babilonia religiosa (la apóstata Iglesia Romana) como la Babilonia material (la ciudad de Roma) serán destruidas, después de lo cual vendrá el reino. Incluso la aniquilación de Babilonia está incluida en la señal de una virgen que da a luz un hijo llamado Emanuel. La señal de Emanuel continúa siendo cumplida en la actualidad. Es, pues, una señal todo-inclusiva que abarca la Biblia desde Gn. 11 hasta Ap. 22. Véase la nota Is. 7:141d.