La ramificación de Jehová es un asunto íntegramente vinculado al Espíritu. Cristo nació del Espíritu (Mt. 1:18, 20; Lc. 1:35); esto es, Él fue constituido del Espíritu como Su esencia divina. Además, Él fue bautizado, ungido, con el Espíritu (Mt. 3:16; Lc. 4:18). El Espíritu estaba con Él todo el tiempo y era uno con Él (Lc. 4:1, 14; 10:21; Jn. 1:32; Mt. 12:28). Él anduvo por el Espíritu y llevó una vida en el Espíritu, con el Espíritu, por el Espíritu y a través del Espíritu. En el vivir humano de Jesús el Espíritu se manifestó con todos los atributos mencionados en este versículo. Así pues, el Espíritu es la realidad de Cristo (Jn. 14:16-20; 2 Co. 3:17).
Búsqueda