Jeremías, un libro que habla abundantemente sobre el pecado de Israel así como sobre la ira de Dios, Su disciplina y Su castigo, revela que la intención de Dios en Su economía es ser la fuente, el origen, de aguas vivas a fin de impartirse en Su pueblo escogido para satisfacción y gozo de ellos. La meta de este disfrute es producir la iglesia, el complemento de Dios, en calidad de aumento, agrandamiento, de Dios para que ella llegue a ser la plenitud de Dios a fin de ser Su expresión (Jn. 3:29-30; Ef. 3:16-19, 21). Éste es el deseo del corazón de Dios, Su beneplácito, en Su economía (Ef. 1:5, 9; 3:9-11). El pleno desarrollo de este pensamiento, sembrado como semilla en este versículo, está en el Nuevo Testamento (Jn. 4:10, 14; 7:37-39; 1 Co. 10:4; 12:13; Ap. 22:1, 17).
Israel debería haber bebido de Dios como fuente de aguas vivas a fin de convertirse en Su aumento, que es Su expresión, pero en lugar de ello, ellos cometieron dos males: abandonaron a Dios como su fuente, su origen, y se volvieron a otra fuente que no era Dios mismo. Estos dos males rigen todo el libro de Jeremías. Cavar cisternas retrata el esfuerzo de Israel en su labor humana para hacer algo (los ídolos) que reemplace a Dios. Que las cisternas estén rotas y no puedan retener agua indica que aparte de Dios mismo impartido en nosotros como agua viva, nada puede aplacar nuestra sed y hacer de nosotros el aumento de Dios para ser Su expresión (Jn. 4:13-14).