Sobre la tierra se libra permanentemente una guerra entre Dios y aquellos que se oponen a Él y combaten contra Él. Dios no combate directamente por Sí mismo, sino por medio de Sus siervos que han sido enviados por Él. Ésta era la situación existente en tiempos de Jeremías. Dios envió Su ejército —un joven llamado Jeremías— a combatir contra aquellos que se oponían a Dios. Jeremías fue equipado por Dios al grado de llegar a convertirse en una ciudad fortificada, en columna de hierro y en muros de bronce. Debido a que Dios estaba con Jeremías para librarlo, los opositores no prevalecerían contra él (v. 19).