En su degradación, Israel llegó a una condición caótica en tres aspectos: en su gobierno, su adoración y su moral. Aunque el tabernáculo de Dios estaba en Silo (Jue. 18:31) y el sumo sacerdote tenía el Urim y el Tumim (véase la nota Éx. 28:301), en Israel no había gobierno, no había administración, pues Israel no tenía en cuenta a Dios ni Su posición como Rey de ellos (cfr. 1 S. 8). Por tanto, entre los hijos de Israel cada cual hacía lo que le parecía recto ante sus propios ojos y, como resultado, cayeron en podredumbre y corrupción. Véase la nota Jue. 1:11.