En la Biblia, la revelación con respecto a Dios, a Cristo y al Espíritu es una revelación progresiva. El Espíritu se menciona primero como Espíritu de Dios, en relación con la creación (Gn. 1:2). Luego es mencionado como Espíritu de Jehová, en el contexto de la relación de Dios con el hombre (Jue. 3:10; 1 S. 10:6); después, como Espíritu Santo, en relación con la concepción y el nacimiento de Cristo (Lc. 1:35; Mt. 1:20); más adelante, como Espíritu de Jesús, en relación con el vivir humano del Señor (Hch. 16:7) y como Espíritu de Cristo, en relación con la resurrección del Señor (Ro. 8:9); y finalmente aquí es mencionado como Espíritu de Jesucristo.
El Espíritu de Jesucristo es “el Espíritu” mencionado en Jn. 7:39. Éste no es meramente el Espíritu de Dios antes de la encarnación del Señor, sino el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo con divinidad, después de la resurrección del Señor, al cual se le añadió la encarnación del Señor (Su humanidad), Su vivir humano bajo la cruz, Su crucifixión y Su resurrección. El ungüento santo para la unción mencionado en Éx. 30:23-25, un compuesto de aceite de oliva y cuatro clases de especias, es un tipo completo del Espíritu de Dios compuesto, quien ahora es el Espíritu de Jesucristo. Aquí no es el Espíritu de Jesús (Hch. 16:7) ni el Espíritu de Cristo (Ro. 8:9), sino el Espíritu de Jesucristo. El Espíritu de Jesús se relaciona principalmente con la humanidad del Señor y con Su vivir humano; el Espíritu de Cristo se relaciona principalmente con la resurrección del Señor. Para experimentar la humanidad del Señor, como se muestra en Fil. 2:5-8, necesitamos el Espíritu de Jesús. Para experimentar el poder de la resurrección del Señor, mencionado en 3:10, necesitamos el Espíritu de Cristo. El apóstol, en su sufrimiento, experimentó tanto el sufrimiento del Señor en Su humanidad como la resurrección del Señor. Por tanto, para él, el Espíritu era el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu compuesto, todo-inclusivo y vivificante del Dios Triuno. Tal Espíritu tiene, y aun es, la abundante suministración para una persona como el apóstol, quien experimentaba y disfrutaba a Cristo en Su vivir humano y en Su resurrección. A la postre, este Espíritu compuesto, el Espíritu de Jesucristo, viene a ser los siete Espíritus de Dios, que son las siete lámparas de fuego delante del trono de Dios, los cuales llevan a cabo Su administración en la tierra a fin de efectuar Su economía con respecto a la iglesia, y que también son los siete ojos del Cordero, los cuales transmiten a la iglesia todo lo que Él es (Ap. 1:4; 4:5; 5:6).