Véase la nota Ro. 11:332c. En la conclusión de este libro, el cual nos presenta una disertación general en cuanto a la vida cristiana y a la vida de iglesia, se da gloria al sabio Dios. Esto revela que todo lo tratado en este libro (cómo nos escoge Dios, cómo nos salva del pecado y de la muerte, cómo nos redime y nos justifica, cómo a nosotros los pecadores, quienes estábamos muertos por completo, nos hace Sus hijos divinos, cómo nos traslada de Adán a Cristo, cómo en Cristo nos santifica y nos transforma, cómo nos hace miembros de Cristo para que sea constituido el Cuerpo de Cristo, y cómo hace de nosotros las iglesias locales, presentes en diferentes localidades como las expresiones del Cuerpo de Cristo sobre la tierra en esta era) es planeado, administrado y realizado por la sabiduría de Dios, a fin de que Él, el Dios Triuno rico e ilimitado, sea glorificado, es decir, que Su gloria incomparable sea completa y totalmente expresada a través de nosotros, quienes hemos sido perfeccionados eternamente por Él y quienes hemos venido a ser Su Cuerpo y hemos sido unidos a Él como uno solo. El enfoque de la sabiduría de Dios es que la Trinidad Divina se forje en las tres partes —espíritu, alma y cuerpo— de nuestro ser redimido para que en virtud de la redención, santificación y transformación realizadas por Él, podamos tener una unión plena con Él en la vida divina, a fin de que Su deseo de mezclar lo divino con lo humano pueda ser cumplido por la eternidad. ¡Esto ciertamente es digno de nuestro aprecio y adoración! ¡Qué bendición y qué gloria que nosotros podamos tener parte en esto! ¡Esto merece que cantemos y demos alabanzas incesantemente por la eternidad! Tanto la vida cristiana como nuestra vida de iglesia deben tener esto como centro y meta. Que Dios bendiga de este modo a todos los que han sido escogidos y perfeccionados por Él.
Mediante la impartición divina de Dios en nosotros y Su unión divina con nosotros, podemos experimentar y disfrutar la acción salvadora de la vida de Cristo en la plena salvación de Dios (véase la nota Ro. 5:102), como se nos transmite en este libro, en los siguientes aspectos:
1) Por la abundancia de la gracia (Dios mismo) y el don de la justicia (Cristo mismo) que recibimos, podemos reinar en la vida divina de Cristo (Ro. 5:17) sobre el pecado, la muerte, el viejo hombre, la carne, Satanás, el mundo, y sobre todas las personas, todos los asuntos y todas las cosas que no se sometan a Dios.
2) La naturaleza santa de Dios santifica nuestro carácter mundano (Ro. 6:19, 22; 15:16). Dios nos santifica en nuestro modo de ser con Su vida divina y para ésta, con el fin de que nosotros la disfrutemos más.
3) La ley del Espíritu de vida, la cual mora en nosotros, es decir, la operación automática y espontánea que el Dios Triuno como vida efectúa en nosotros, nos libra de la ley del pecado y de la muerte, de la esclavitud y el cautiverio del pecado (Ro. 8:2, 11). La operación de esta ley procede de la vida divina de Dios, y también produce el aumento de la vida divina en nosotros.
4) La impartición divina de la Trinidad Divina en nuestro espíritu, alma y cuerpo, hace que estas tres partes sean saturadas de la vida divina procesada (Ro. 8:5-11) con el resultado de que todo nuestro ser es completamente unido con el Dios Triuno procesado, y es mezclado con Él en una sola entidad.
5) La renovación de nuestra mente efectuada por el Espíritu da como resultado la transformación de nuestra alma, lo cual nos salva de ser conformados al estilo moderno del mundo (Ro. 12:2), y produce todas las virtudes y el ser vencedores que vemos en los caps. 12—16, como nuestra vida diaria, una vida que tiene la norma más elevada, y como nuestra vida de iglesia, una vida que lo vence todo.
6) Por la renovación de nuestra mente y la transformación de nuestra alma, podemos llegar a ser miembros los unos de los otros con todos los creyentes en el Cuerpo de Cristo y ser edificados juntos como Cuerpo de Cristo, y podemos, por ende, servir al Cuerpo (Ro. 12:1, 3-8). Ésta es la cristalización de nuestra experiencia de ser salvos en la vida de Cristo.
7) Con base en la revelación y la enseñanza de los caps. 14—16 de este libro, nosotros vivimos la vida de iglesia local en diferentes localidades, como la manifestación visible del Cuerpo de Cristo, la iglesia universal, en las diferentes localidades.
8) Al llegar a ser edificada la iglesia en diferentes localidades, una iglesia en contra de la cual no prevalecen las puertas del Hades, proporcionamos a Dios la oportunidad de aplastar a Satanás bajo nuestros pies para poder disfrutar a Cristo como nuestra rica gracia y al Dios de paz como nuestra sobreabundante paz (Ro. 16:20).
9) Al experimentar nosotros los varios aspectos de ser salvos en la vida divina, como se ha mencionado, somos conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios (Ro. 8:28-29) por medio de “todas las cosas” ordenadas bajo la soberanía de Dios, a fin de tener Sus atributos divinos y Sus virtudes humanas, y poder así expresar la gloria y la hermosura de Él, el Dios-hombre.
10) En el proceso de nuestra experiencia de ser salvos en la vida divina, el esplendor de esta vida divina nos satura gradualmente hasta llegar a saturar nuestro cuerpo, lo cual da por resultado la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23), para que nuestro espíritu, alma y cuerpo puedan entrar en la gloria de Dios (17, Ro. 8:30). Esta glorificación es la cumbre lograda en nosotros por la acción salvadora de la vida divina y ello constituye el clímax de la plena salvación que Dios efectúa.