Pablo era apóstol no solamente conforme a la fe y al conocimiento de la verdad, sino también en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió en la eternidad. Esto corresponde a la frase según la promesa de vida, mencionada en 2 Ti. 1:1. En la esperanza de la vida eterna significa sobre la base de la vida eterna, supeditado a la vida eterna, contando con la esperanza de la vida eterna. La vida eterna, la vida increada de Dios, no solamente tiene como fin que nosotros hoy en día participemos de ella y la disfrutemos, sino también que la heredemos (Mt. 19:29) en toda su plenitud por la eternidad. Lo que experimentamos de la vida eterna hoy nos hace aptos para heredarla en el futuro. Nuestro disfrute de la vida eterna hoy en día es un anticipo; nuestra herencia de la vida eterna en la era venidera y en la eternidad será el disfrute pleno. Esta herencia es la esperanza de la vida eterna (véase la nota Tit. 3:73c). Ésta es la esperanza bienaventurada que se revela en Tit. 2:13, la cual está compuesta de la libertad de la gloria de la filiación plena, la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:21-25), la salvación que será revelada en el tiempo postrero (1 P. 1:5) y la esperanza viva de la herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible reservada para nosotros en los cielos (1 P. 1:3-4). Ésta es la bendición espiritual, divina y celestial de la vida eterna, que disfrutaremos tanto en el milenio como en el cielo nuevo y la tierra nueva (2 P. 1:11; 3:13; Ap. 21:6-7), a la cual se refiere 1 Ti. 4:8. Pablo asumió su apostolado y cumplió su ministerio apostólico basándose en esta esperanza como una condición, y no con base en algún beneficio que pudiera recibir en la vida presente, ni tampoco tomando el privilegio de la ley como una condición; esto indica que para su apostolado, él contaba con la vida divina y confiaba en ella con toda la esperanza de la misma. Ésta es la vida que Dios prometió en la eternidad y que nos fue traída por medio del evangelio (2 Ti. 1:10).
El tema de esta epístola es el mantenimiento del orden en las iglesias. Para esto son indispensables: la fe de los escogidos de Dios, la verdad conforme a la piedad, y la vida eterna. Así que, desde la introducción misma se enuncian estas tres cosas.