Este reposo sabático es Cristo como nuestro reposo, tipificado por la buena tierra de Canaán (Dt. 12:9; He. 4:8). Cristo es el reposo para los santos en tres etapas:
1) en la era de la iglesia, como el Cristo celestial, Aquel que reposa de Su obra y está sentado a la diestra de Dios en los cielos, Él es el reposo para nosotros en nuestro espíritu (Mt. 11:28-29);
2) en el reino milenario, después que Satanás sea quitado de esta tierra (Ap. 20:1-3), Cristo con el reino será el reposo de una manera más plena para los santos vencedores, quienes serán Sus correyes (Ap. 20:4, 6), y quienes participarán de Su reposo y lo disfrutarán;
3) en el cielo nuevo y la tierra nueva, después que todos los enemigos, incluyendo la muerte, el último enemigo, hayan sido sujetos a Él (1 Co. 15:24-27), Cristo, como Aquel que tiene la victoria sobre todas las cosas, será el reposo en plenitud para todos los redimidos de Dios por la eternidad.
Sin embargo, el reposo sabático mencionado aquí y tipificado por el reposo de la buena tierra de Canaán abarca sólo las primeras dos etapas de Cristo como nuestro reposo; no incluye la tercera etapa. El reposo en las primeras dos etapas es un premio para los que le buscan diligentemente, quienes no sólo han sido redimidos, sino que también le han disfrutado en una manera plena, llegando a ser así los vencedores; en cambio, el reposo en la tercera etapa no es un premio, sino la porción completa asignada a todos los redimidos. Por lo tanto, en las primeras dos etapas, y especialmente en la segunda, Cristo como nuestro reposo es el reposo sabático mencionado aquí, el reposo que queda para que nosotros diligentemente lo busquemos y entremos en él. En la segunda etapa Cristo tomará posesión de toda la tierra como Su herencia (Sal. 2:8; He. 2:5-6), haciéndola Su reino por mil años (Ap. 11:15). Todos los vencedores que le hayan seguido y disfrutado como su reposo en la primera etapa, tendrán parte en Su reino en el milenio (Ap. 20:4, 6; 2 Ti. 2:12). Además, ellos heredarán la tierra (Mt. 5:5; Sal. 37:11), donde algunos tendrán autoridad sobre diez ciudades y otros sobre cinco (Lc. 19:17, 19), y participarán del gozo de su Señor (Mt. 25:21, 23). Éste será el reposo del reino, tipificado por el reposo que consiste en entrar en la buena tierra de Canaán. El reposo de la buena tierra era la meta de todos los hijos de Israel, quienes habían sido redimidos y liberados de Egipto; de igual manera, el reposo del reino venidero es la meta de los creyentes neotestamentarios, quienes han sido redimidos y salvos del mundo. Ahora todos vamos en camino a esa meta.
La plena salvación de Dios, la cual Él quería que los hijos de Israel recibieran, incluía la redención mediante el cordero de la Pascua, el éxodo de Egipto, el alimentarse del maná celestial, el saciar la sed con el agua viva que salió de la roca herida, y la participación de la buena tierra de Canaán. Todos los hijos de Israel participaron del cordero pascual, del maná celestial y del agua viva, pero de todos los que tomaron parte en el éxodo de Egipto, sólo Josué y Caleb entraron en la buena tierra y participaron de ella; todos los demás cayeron postrados en el desierto (Nm. 14:30; 1 Co. 10:1-11). Aunque todos fueron redimidos, sólo los dos vencedores, Josué y Caleb, recibieron el premio de la buena tierra.
El cordero pascual, el maná celestial, el agua viva y la buena tierra de Canaán tipifican diferentes aspectos de Cristo. Según lo que se describe con las experiencias de los hijos de Israel, no todos los creyentes que hayan sido redimidos por medio de Cristo participarán de Cristo como premio, como su reposo y satisfacción, en la era de la iglesia y en el reino venidero; sólo aquellos que, después de ser redimidos, busquen a Cristo diligentemente, participarán de Él en tal manera. Ésta es la razón por la cual el apóstol Pablo, aunque había sido completamente redimido, proseguía a la meta para poder ganar a Cristo como premio (Fil. 3:10-14). En Fil. 3 Pablo nos dijo que él había estado en el judaísmo, pero que lo había dejado por causa de Cristo (Fil. 3:4-9). En este libro el escritor mantuvo el mismo concepto, animando a los creyentes hebreos a abandonar el judaísmo y a extenderse hacia Cristo, de tal manera que no perdieran el premio.