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Capítulos de libros «La Epístola de Pablo a Los Gálatas»
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  • Libertad de la esclavitud de la ley. Esta libertad en Cristo Jesús incluye:
    1) liberación de la esclavitud de la ley, lo cual implica liberación de la obligación de cumplir la ley y sus ordenanzas, prácticas y regulaciones;
    2) satisfacción total, con un rico suministro sustentador;
    3) el disfrute de un reposo verdadero, sin estar bajo la pesada carga de guardar la ley
    4) el pleno disfrute del Cristo vivo.

  • Los judaizantes, que pervertían el evangelio de Cristo introduciendo secretamente en la iglesia las prácticas de la ley, y que perturbaban a los verdaderos hermanos en Cristo (Gá. 1:7).

  • El judaísmo fue edificado sobre la ley dada por Dios, con sus tres columnas: la circuncisión, el Sábado y las santas regulaciones dietéticas. Dios dispuso estas tres cosas (Gn. 17:9-14; Éx. 20:8-11; Lv. 11) como sombras de lo que había de venir (Col. 2:16-17). La circuncisión era sombra de la crucifixión de Cristo en el aspecto de despojarse de la carne, como lo representa el bautismo (Col. 2:11-12). El Sábado tipificaba a Cristo como el reposo para Su pueblo (Mt. 11:28-30). En la dieta santa estaban simbolizadas las personas limpias y las personas inmundas, aquellas con quienes el pueblo santo de Dios podía tener contacto y aquellas con las que no debía tener contacto (Hch. 10:11-16, 34-35). Una vez que Cristo vino, debía ponerse fin a todas estas sombras; por lo que guardar el Sábado fue abolido por el Señor Jesús en Su ministerio (Mt. 12:1-12), las santas regulaciones dietéticas fueron anuladas por el Espíritu en el ministerio de Pedro (Hch. 10:9-20), y a la circuncisión se le quitó todo valor en la revelación que Pablo recibió en su ministerio (Gá. 5:6; 6:15). Además, se le dio fin a la ley, la base del judaísmo, la cual fue reemplazada por Cristo (Ro. 10:4; Gá. 2:16). Por consiguiente, el judaísmo en su totalidad llegó a su fin.

  • Esto indica que cuando Pablo hacía algo para el testimonio del Señor, no le interesaba guardar la ley.

  • No sólo la predicación del evangelio que Pablo realizaba, sino incluso su viaje a Jerusalén fue motivado por la revelación del Señor, y no por ninguna organización o sistema. Pablo obraba y actuaba según la guía específica del Señor. Esto también indica que predicaba el evangelio no según la enseñanza del hombre, sino según la revelación directa del Señor.

  • Como consta en Hch. 15, esto sucedió después que varias iglesias habían sido establecidas en el mundo gentil por medio del ministerio de Pablo (véase Hch. 13, Hch. 14). Esto indica que Pablo predicó el evangelio a fin de establecer iglesias gentiles y lo hizo sin tener vínculos con los creyentes en Jerusalén y Judea.

  • Cuando se enumeraba a los apóstoles, por lo general se mencionaba primero a Pedro (Mt. 10:2; Mr. 3:16; Lc. 6:14; Hch. 1:13). No obstante, aquí se menciona primero a Jacobo. Esto indica que en aquel entonces el líder principal de la iglesia no era Pedro, sino Jacobo, el hermano del Señor (1:19). Esto está confirmado en Hch. 15:13-21, donde Jacobo, y no Pedro, fue la autoridad que dio la palabra decisiva y final durante la conferencia que se celebró en Jerusalén. La debilidad de Pedro de no mantenerse firme en la verdad del evangelio (como presenta Pablo en los vs. 11-14) fue probablemente la razón por la cual Jacobo empezó a destacarse y asumir el liderazgo entre los apóstoles. Así que, tanto en el v. 12 como en Hch. 21:18 se consideraba a Jacobo como representante de la iglesia en Jerusalén y de los apóstoles. Esto prueba claramente que en la iglesia Pedro no siempre fue el líder principal. Además, implica que el liderazgo de la iglesia no es asunto de organización ni es perpetuo; más bien, es espiritual y fluctúa según la condición espiritual de los líderes. Esto refuta categóricamente la afirmación del catolicismo de que Pedro fue el único sucesor de Cristo en la administración de la iglesia.

  • No la doctrina ni la enseñanza del evangelio, sino la realidad del evangelio.

  • Al estar bajo la ley.

  • Esto demuestra que en aquel entonces Pedro era muy débil en cuanto a la fe cristiana pura. En Hch. 10 había recibido de los cielos una visión sumamente clara tocante a la comunión con los gentiles y había tomado la iniciativa de ponerla en práctica. ¡Cuánta debilidad mostró Pedro y cómo volvió atrás al negarse a comer con los creyentes gentiles por temor a los de la circuncisión! No es de extrañar que perdiera el liderazgo entre los apóstoles.

  • Es casi inconcebible que Pedro, el apóstol principal, se comportara hipócritamente en cuanto a la verdad del evangelio.

  • Cuando el líder se desvió, los demás lo siguieron.

  • Bernabé participó en el primer viaje ministerial de Pablo, que consistía en predicar el evangelio a los gentiles y establecer iglesias entre ellos. Aun Bernabé, a pesar de haber tenido tanta comunión con los creyentes gentiles, fue arrastrado por la hipocresía de Pedro. ¡Qué influencia tan negativa la que Pedro ejerció sobre otros! Ciertamente merecía perder el liderazgo.

  • Lit., andaban con pies derechos.

  • Es decir, de la iglesia en Jerusalén. Ésta es otra indicación de que en aquellos días era Jacobo, y no Pedro, el principal entre los apóstoles de Jerusalén.

  • Esto iba en contra de la costumbre de los judíos al guardar las prácticas de la ley.

  • Uno que ministra pecado a la gente o que le sirve pecado.

  • El Hijo de Dios nos amó e intencionalmente se entregó a Sí mismo por nosotros a fin de impartirnos la vida divina.

  • La gracia de Dios consiste en que Cristo, la corporificación del Dios Triuno, nos ha impartido la vida divina por medio del Espíritu vivificante. No vivir por este Espíritu es hacer nula la gracia de Dios.

  • Cristo murió por nosotros para que en Él tengamos justicia, por medio de la cual podemos recibir la vida divina (Ro. 5:18, 21). Esta justicia no es por la ley sino por la muerte de Cristo.

  • O, sin causa. Si por la ley fuese la justicia, Cristo habría muerto en vano, o sea sin causa. Sin embargo, la justicia viene por medio de la muerte de Cristo, y la muerte de Cristo nos ha separado de la ley.

  • Lit., ¡Nunca tal suceda! Y así también en toda esta epístola.

  • Es decir, estimar como pérdida, tener por estiércol (Fil. 3:7-8). Se refiere al hecho de que Pedro renunciara a la práctica judía de no comer con los gentiles.

  • Es decir, volver al judaísmo. Esto se refiere al retorno de Pedro a la práctica judía de no comer con los gentiles.

  • La ley requiere que nosotros, como pecadores, muramos, y bajo tal requisito Cristo murió por nosotros y con nosotros. Así que, por la ley hemos muerto en Cristo y con Cristo.

  • Significa que la obligación que teníamos bajo la ley, nuestra relación con la ley, ha llegado a su fin.

  • Es decir, estar obligado para con Dios en la vida divina. En la muerte de Cristo se puso fin a nuestra relación con la ley; en la resurrección de Cristo somos responsables ante Dios en la vida de resurrección.

  • Esto explica cómo puede ser que por la ley hayamos muerto a la ley. Cuando Cristo fue crucificado, nosotros fuimos incluidos en Él según la economía de Dios. Éste es un hecho consumado.

  • La expresión ya no vivo yo no indica una vida cambiada por otra, o sea, una vida en la cual Cristo entra y nosotros salimos; porque más adelante en este versículo Pablo dice: “[yo] vivo”. Como personas regeneradas, tenemos el viejo “yo”, el cual ha sido crucificado (Ro. 6:6) y acerca del cual Pablo dijo: “ya no vivo yo”, y también tenemos un nuevo “yo” con respecto al cual Pablo dijo: “[yo] vivo”. El viejo “yo” que fue aniquilado, no poseía divinidad; pero al nuevo “yo” le ha sido añadido Dios como vida. El nuevo “yo” llegó a existir cuando el viejo “yo” fue resucitado y Dios le fue añadido. Por una parte, Pablo había sido aniquilado, pero por otra, seguía viviendo un Pablo resucitado, uno que había sido regenerado con Dios como su vida. Además, aunque Pablo dijo: “ya no vivo yo”, también dijo: “vive Cristo en mí”. Cristo era el que vivía, pero vivía en Pablo. Cristo y Pablo tenían una sola vida y un solo vivir.

  • Es decir, comer, vivir y tener comunión con los gentiles.

  • Es decir, vivir como los judíos, y así no comer con los gentiles ni tener comunión con ellos.

  • Lit., fe de Jesucristo. Véase la nota Ro. 3:221. La fe en Jesucristo denota una unión orgánica con Él por el creer. Esto está relacionado con el aprecio que los creyentes tienen por la persona del Hijo de Dios al considerarlo lo más precioso. A los creyentes se les infunde la preciosidad de Cristo a través del evangelio que se les predica. Este Cristo llega a ser en ellos la fe con la cual creen así como su capacidad para creer por medio del aprecio que tienen por Él. Esta fe produce una unión orgánica en la cual ellos y Cristo son uno.

  • Aquí carne denota el hombre caído, que se ha vuelto carne (Gn. 6:3). Ningún hombre caído será justificado por las obras de la ley.

  • Hemos muerto en Cristo por medio de Su muerte, pero ahora Él vive en nosotros por medio de Su resurrección. El hecho de que viva en nosotros es posible únicamente debido a que Él es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Este tema se desarrolla plenamente en todos los capítulos siguientes, donde se presenta y se recalca que el Espíritu es Aquel que hemos recibido como vida y en quien debemos vivir.

    El “yo”, la persona natural, tiende a guardar la ley a fin de ser perfecto (Fil. 3:6), pero el deseo de Dios es que vivamos a Cristo para que Dios sea expresado en nosotros por medio de Él (Fil. 1:20-21). Así que, la economía de Dios consiste en que el “yo” sea crucificado en la muerte de Cristo y en que Cristo viva en nosotros en Su resurrección. Guardar la ley es exaltarla sobre todas las cosas de nuestra vida; vivir a Cristo es hacerlo el centro y el todo de nuestra vida. Durante cierto período de tiempo Dios usó la ley con el propósito de mantener bajo custodia a Su pueblo escogido, guardándolo para Cristo (Gá. 3:23) y de, finalmente, llevarlo a Cristo (Gá. 3:24) para que lo recibieran como vida y lo vivieran a fin de ser la expresión de Dios. Ahora que Cristo ha venido, se ha terminado la función de la ley, y Cristo debe reemplazar la ley en nuestras vidas para que se realice el propósito eterno de Dios.

  • No la vida física, ni la vida del alma, sino la vida espiritual y divina.

  • Esto está en contraste con la manera en que vivimos la vida física y la vida del alma, las cuales vivimos por lo que vemos y sentimos. La vida divina, la vida espiritual en nuestro espíritu, se vive por medio del ejercicio de la fe, el cual es estimulado por la presencia del Espíritu vivificante.

  • El título Cristo denota principalmente la misión de Cristo, la cual consiste en llevar a cabo el plan de Dios; el Hijo de Dios denota la persona de Cristo, que tiene como fin impartir la vida de Dios en nosotros. Por lo tanto, la fe en la cual vivimos la vida de Dios es la fe del Hijo de Dios, Aquel que nos imparte la vida.

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