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Capítulos de libros «La Primera Epístola de Pablo a Los Corintios»
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  • Un hombre espiritual no se conduce conforme a la carne ni actúa conforme a la vida del alma, sino que vive conforme al espíritu, a saber, su espíritu mezclado con el Espíritu de Dios. Tal hombre es dominado, gobernado, dirigido, conmovido y guiado por el espíritu mezclado.

  • Ésta es una expresión más grave y más repugnante que la palabra carnales del v. 3. Carne denota ser hecho de carne; carnal denota que uno está bajo la influencia de la naturaleza de la carne y que uno participa del carácter de la carne. En este versículo el apóstol consideró que los creyentes corintios eran totalmente de la carne, hechos de carne y que no eran más que carne. ¡Qué expresión tan fuerte! Luego, en el v. 3 el apóstol consideró carnal la manera envidiosa y contenciosa en que ellos se comportaban y la condenó, indicando que tal comportamiento estaba bajo la influencia de su naturaleza carnal y que participaba del carácter de la carne.

    Este libro revela claramente que el creyente puede ser una de tres clases de personas:
    1) un hombre espiritual, que vive en su espíritu bajo la unción del Espíritu Santo (Ro. 8:4; Gá. 5:25);
    2) un hombre del alma, que vive en su alma bajo la dirección del alma, la vida natural (1 Co. 2:14); o
    3) un hombre que es totalmente de la carne y carnal, el cual es de la carne y vive en ella bajo la influencia de la naturaleza de la carne.
    El Señor desea que todos Sus creyentes tomen Su gracia para que formen parte de la primera clase de hombres, los hombres espirituales. Ésta era la meta de este libro: motivar a los creyentes corintios —que eran del alma, de la carne y carnales— a que aspirasen al crecimiento en vida a fin de llegar a ser espirituales (1 Co. 2:15; 3:1; 14:37). Ya que hemos sido llamados por Dios a la comunión de Cristo (1 Co. 1:9), quien ahora es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), y puesto que somos un espíritu con Él (1 Co. 6:17), podemos experimentarlo y disfrutarlo sólo cuando vivimos en nuestro espíritu bajo la dirección del Espíritu Santo. Cuando vivimos en el alma o en la carne, no podemos participar de Él ni disfrutarle.

  • Aunque los creyentes corintios habían recibido todos los dones iniciales en vida sin que les faltara ninguno (1 Co. 1:7), no crecían en vida después de recibirlos, sino que seguían siendo niños en Cristo, personas que no eran espirituales sino de carne. Aquí el apóstol señaló la deficiencia y la necesidad que tenían: crecer en vida hasta alcanzar la madurez, es decir, hasta ser completamente maduros (1 Co. 2:6; Col. 1:28).

  • Dar de beber leche o dar alimento para comer es alimentar a otros. Alimentar es un asunto de vida y difiere de enseñar, lo cual implica impartir mero conocimiento. Lo que el apóstol ministró a los creyentes de Corinto parecía ser conocimiento; pero en realidad, les ministró leche (no todavía alimento sólido), y deberían haberse nutrido con ella.

  • La leche se da principalmente a los pequeños; el alimento sólido se da a los que son maduros. Véase la nota He. 5:123b y la nota He. 5:131.

  • Esto indica que los creyentes de Corinto no estaban creciendo en vida; por lo cual todavía no podían recibir alimento sólido.

  • Celos y contiendas son manifestaciones, características, de la naturaleza de la carne. Por tanto, muestran que los que están en la carne son carnales y andan según las costumbres de los hombres.

  • Todo hombre caído es meramente carne (Ro. 3:20; Gá. 2:16 y la nota 2). Así que, andar según lo humano es andar según la carne. Los celos y las contiendas entre los creyentes de Corinto muestran que ellos andaban según la carne del hombre caído y no según el espíritu humano regenerado por Dios. En consecuencia, ellos no eran espirituales sino carnales, y no andaban según Dios sino según lo humano.

  • Plantar, regar y hacer crecer están relacionados con la vida. Esto indica que los creyentes son la labranza (v. 9) donde Dios cultiva a Cristo. Los ministros de Cristo solamente pueden plantar y regar. Únicamente Dios puede dar el crecimiento. Los creyentes corintios tenían en muy alta estima al que plantaba y al que regaba, pero pasaban por alto a Aquel que da el crecimiento. Por eso, no crecían en Cristo, quien era su vida.

    Los creyentes corintios, bajo la influencia prevaleciente de la sabiduría filosófica de los griegos, prestaban atención excesiva al conocimiento, descuidando así la vida. En este capítulo la intención de Pablo era hacer volver la atención de ellos del conocimiento a la vida, señalándoles que para ellos él era quien alimentaba y plantaba, que Apolos era uno que regaba y que Dios era quien daba el crecimiento. Incluso, en 1 Co. 4:15, les dijo que él era su padre espiritual, quien los había engendrado en Cristo por medio del evangelio. Desde el punto de vista de la vida, que es la perspectiva divina, ellos eran la labranza de Dios donde Cristo era cultivado. Este asunto pertenecía a la vida, la cual ignoran por completo los creyentes que son dominados por su vida natural, su vida anímica, y que están bajo la influencia de su propia sabiduría natural.

  • En cuanto al crecimiento en vida, los ministros de Cristo, sean los que plantan o los que riegan, no son nada; Dios lo es todo. Nosotros debemos dejar de poner nuestros ojos en ellos y ponerlos en Dios solamente. Esto nos libra de la división que resulta de estimar más a un ministro de Cristo que a otro.

  • La recompensa es un incentivo para los ministros de Cristo que laboran plantando o regando la labranza de Dios.

  • Dios también es un obrero. Mientras los ministros de Cristo, Sus colaboradores, trabajan en Su labranza, Él también trabaja. Los hombres pueden ser colaboradores de Dios y así trabajar juntamente con Él en Su labranza para cultivar a Cristo. ¡Qué gran privilegio y gloria!

  • Es decir, tierra cultivada. Los creyentes, quienes fueron regenerados en Cristo con la vida de Dios, son la tierra cultivada de Dios, una labranza en la nueva creación de Dios donde se cultiva a Cristo a fin de que se produzcan materiales preciosos para el edificio de Dios. Por consiguiente, no sólo somos la labranza de Dios, sino también el edificio de Dios. De forma corporativa, quienes somos la iglesia de Dios tenemos a Cristo plantado en nosotros. Ahora, Cristo tiene que crecer en nosotros no para producir fruto, sino para, según el contexto de este capítulo, producir a través de nosotros los materiales preciosos —el oro, la plata y las piedras preciosas— requeridos para edificar la habitación de Dios en la tierra. En este sentido, el edificio de Dios, la casa de Dios, la iglesia, es el aumento de Cristo, el agrandamiento del Cristo ilimitado.

  • La palabra griega significa artífice principal. En Mt. 16:18 el Señor dijo que Él edificaría Su iglesia; pero aquí el apóstol dijo que él era un edificador, aún más, un sabio arquitecto. Esto indica que el Señor no edifica la iglesia directamente, sino a través de Sus ministros, incluso a través de cada miembro de Su Cuerpo, según lo revela Ef. 4:16. Aunque en los vs. 5-7 el apóstol reconoció que no era nada, aquí pone en claro, con toda franqueza y fidelidad, que por la gracia de Dios él era un sabio arquitecto que había puesto el único fundamento, que es Cristo, sobre el cual otros edificarían.

  • La iglesia, la casa de Dios, debe ser edificada con oro, plata y piedras preciosas, materiales preciosos producidos por el crecimiento de Cristo en nosotros. No obstante, existe un gran riesgo: que edifiquemos con madera, hierba y hojarasca, los cuales producimos al estar en la carne. Por tanto, todos nosotros, cada uno de los miembros del Cuerpo, debemos prestar atención a cómo edificamos, es decir, con qué material edificamos.

  • Por ser el Cristo y el Hijo del Dios vivo, el Señor Jesús es el único fundamento puesto por Dios para la edificación de la iglesia (Mt. 16:16-18). Nadie puede poner otro fundamento.

  • El fundamento es único, pero el edificio puede ser distinto debido a que diferentes edificadores usen materiales diferentes. Todos los creyentes corintios habían aceptado a Cristo como el fundamento. Sin embargo, algunos creyentes judíos entre ellos trataron de edificar la iglesia con logros alcanzados por ellos en el judaísmo, así como algunos creyentes griegos trataron de valerse de su sabiduría filosófica. Estas personas no eran como los apóstoles, los cuales edificaban con su excelente conocimiento de Cristo y sus ricas experiencias de Él. La intención del apóstol en esta epístola era advertir a los creyentes que no edificaran la iglesia con nada que procediera de su trasfondo natural. Debían aprender a edificar con Cristo, tanto en cuanto a su conocimiento objetivo como en términos de su experiencia subjetiva, como lo hacía Pablo.

  • El oro, la plata y las piedras preciosas representan las varias experiencias de Cristo en relación con las virtudes y los atributos del Dios Triuno. Con estos materiales los apóstoles y todos los creyentes espirituales edifican la iglesia sobre el único fundamento, Cristo. El oro puede representar la naturaleza divina del Padre con todos los atributos de ésta, la plata puede representar al Cristo redentor con todas las virtudes y atributos de Su persona y obra, y las piedras preciosas, la obra transformadora del Espíritu con todos los atributos de dicha obra. Todos estos materiales preciosos son producto de nuestra participación de Cristo y de nuestro disfrute de Él en nuestro espíritu por medio del Espíritu Santo. Sólo éstos sirven para el edificio de Dios.

    Por ser la labranza de Dios donde se planta, se riega y se da el crecimiento, la iglesia debería producir plantas; pero los materiales adecuados para la edificación de la iglesia son oro, plata y piedras preciosas, los cuales son minerales. Así que, la idea de transformación está implícita aquí. No sólo necesitamos crecer en vida, sino también ser transformados en vida, según lo revelan 2 Co. 3:18 y Ro. 12:2. Esto corresponde al pensamiento que se encuentra en las parábolas del Señor en Mt. 13 con respecto al trigo, al grano de mostaza y a la harina (los cuales son vegetales) y al tesoro escondido en la tierra: el oro y las piedras preciosas (minerales). Véase la nota Mt. 13:311b, la nota Mt. 13:333 y la nota Mt. 13:441.

  • La madera, la hierba y la hojarasca representan el conocimiento, la comprensión y los logros que provienen del trasfondo natural de los creyentes (como por ejemplo el judaísmo u otras religiones, la filosofía o la cultura) y la manera natural de vivir (la cual principalmente está en el alma y es la vida natural). La madera está en contraste con el oro y representa al hombre natural; la hierba está en contraste con la plata y representa al hombre caído, el hombre de la carne (1 P. 1:24), quien no ha sido redimido ni regenerado por Cristo; y la hojarasca está en contraste con las piedras preciosas y representa la obra y el vivir que provienen de una fuente terrenal y que no han sido transformados por el Espíritu Santo. Todos estos materiales sin valor son el producto del hombre natural de los creyentes junto con lo que ellos han acumulado de su pasado. En la economía de Dios estos materiales sólo sirven para ser quemados (v. 13).

  • El día de la segunda venida de Cristo, cuando Él juzgará a todos Sus creyentes (1 Co. 4:5; Mt. 25:19-30; 2 Co. 5:10; Ap. 22:12).

  • El fuego del juicio del Señor (Mal. 3:2; 4:1; 2 Ts. 1:7-8; He. 6:8) que hará manifiesta la obra de cada creyente y la probará y juzgará. Ninguna obra de madera, hierba y hojarasca podrá resistir aquella prueba, sino que será consumida.

  • La obra que permanezca tendrá que ser de oro, plata y piedras preciosas, materiales producidos por los fieles ministros de Cristo. Tal obra será recompensada por el Señor, quien vendrá y juzgará.

  • La recompensa se basa en la obra que el creyente haya realizado después de ser salvo. Es diferente de la salvación, la cual se basa en la fe en el Señor y en Su obra redentora. Véase la nota He. 10:351.

  • La obra de madera, hierba y hojarasca, que sólo sirve para ser quemada.

  • Pérdida de la recompensa, no de la salvación. Sufrir pérdida aquí no significa perecer.

  • La salvación que hemos recibido en Cristo no es por nuestras obras (Tit. 3:5), y es eterna e inmutable en naturaleza (He. 5:9; Jn. 10:28-29). Por lo tanto, los creyentes cuyas obras cristianas no sean aprobadas por el Señor que los juzga y que por eso perderán la recompensa, todavía serán salvos. La salvación que Dios da gratuitamente a todos los creyentes, perdurará por la eternidad. Por otro lado, la recompensa que el Señor dará sólo a los creyentes cuyas obras cristianas Él aprueba, es para la era del reino. La recompensa es un incentivo para su obra cristiana. Véase la nota He. 12:281a.

  • Aunque serán salvos los creyentes cuyas obras cristianas no sean aprobadas por el Señor cuando Él regrese, serán salvos como pasados por fuego. La expresión pasados por fuego seguramente indica castigo. Sin embargo esto, sin duda, no es el purgatorio, herejía enseñada por el catolicismo en su distorsión supersticiosa de este versículo. No obstante, esto nos debe servir de advertencia solemne hoy en día con respecto a nuestras obras cristianas.

  • La palabra griega denota el templo interior. Aquí la expresión el templo de Dios se refiere a los creyentes colectivamente en cierta localidad, como por ejemplo Corinto, mientras que la expresión el templo de Dios en el v. 17 se refiere a todos los creyentes en el sentido universal. El templo único y espiritual de Dios en el universo tiene su expresión en muchas localidades en la tierra. Cada expresión es el templo de Dios en esa localidad.

    El templo de Dios es la explicación del edificio de Dios mencionado en el v. 9. El edificio de Dios no es un edificio cualquiera; es el santuario del Dios santo, el templo en el cual mora el Espíritu de Dios. Nosotros, los edificadores de tal templo santo, debemos comprender esto, para tener cuidado de no edificar con materiales sin valor, tales como madera, hierba y hojarasca, sino con los materiales preciosos de oro, plata y piedras preciosas, los cuales corresponden a la naturaleza y la economía de Dios.

  • O, arruina, corrompe, profana, estropea. Destruir el templo de Dios es edificar con materiales de madera, hierba y hojarasca, según lo describe el v. 12, los cuales no tienen valor alguno. Esto se refiere a ciertos creyentes judíos que intentaban edificar la iglesia con elementos del judaísmo, y a ciertos creyentes griegos que trataban de introducir elementos filosóficos en la edificación. Todo esto tendía a corromper, arruinar, profanar y estropear el templo de Dios, es decir, tendía a destruirlo. Usar cualquier doctrina que difiera de las enseñanzas fundamentales de los apóstoles (Hch. 2:42), o cualquier método o esfuerzo que sea contrario a la naturaleza de Dios, a la obra redentora de Cristo y a la obra transformadora del Espíritu, es corromper, arruinar, profanar, estropear y destruir la iglesia de Dios.

  • Esto implica al menos el castigo que se muestra en el v. 15. Todos los que han corrompido, arruinado, profanado y estropeado la iglesia de Dios edificando con sus doctrinas heréticas, enseñanzas facciosas, métodos mundanos y esfuerzos naturales, sufrirán el castigo de Dios.

  • Puesto que el templo de Dios, la iglesia, es santo, los materiales, los métodos y los esfuerzos con los cuales edificamos, también deben ser santos, y así corresponder a la naturaleza de Dios, la redención de Cristo y la transformación del Espíritu.

  • Eso se refiere al templo, que es santo. El énfasis aquí está en santo, no en templo. El v. 16 enfatiza el templo, mientras que el v. 17 recalca la característica santa del templo, la cual sirve para recordarles a aquellos creyentes comunes de Corinto que deben ser santos, que deben tener la característica santa del templo de Dios.

  • Tanto los creyentes judaizantes como los creyentes griegos que filosofaban, se engañaban a sí mismos introduciendo los elementos del judaísmo y la filosofía griega en la edificación de la iglesia.

  • Aquí el pensamiento del apóstol se centraba principalmente en los creyentes griegos que tenían en muy alta estima la sabiduría de su filosofía (1 Co. 1:22).

  • Aquí, hacerse necio significa renunciar a la sabiduría filosófica y recibir la palabra sencilla con respecto a Cristo y Su cruz (1 Co. 1:21, 23).

  • Llegar a ser sabio significa tomar la sabiduría de Dios con la cual Él ha hecho que Cristo sea todo para nosotros (1 Co. 1:24, 30; 2:6-8).

  • Significa sin propósito.

  • Todas las cosas, incluyendo el mundo y la muerte, son nuestras y cooperan para nuestro bien (Ro. 8:28). Los creyentes de Corinto decían que ellos eran de Pablo o de Apolos o de Cefas (1 Co. 1:12), pero Pablo les dijo que él, Apolos y Cefas son de los creyentes; todo es de ellos. Ellos son la iglesia, y todas estas cosas están destinadas para la iglesia. La iglesia es para Cristo, y Cristo es para Dios.

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