Plantar, regar y hacer crecer están relacionados con la vida. Esto indica que los creyentes son la labranza (v. 9) donde Dios cultiva a Cristo. Los ministros de Cristo solamente pueden plantar y regar. Únicamente Dios puede dar el crecimiento. Los creyentes corintios tenían en muy alta estima al que plantaba y al que regaba, pero pasaban por alto a Aquel que da el crecimiento. Por eso, no crecían en Cristo, quien era su vida.
Los creyentes corintios, bajo la influencia prevaleciente de la sabiduría filosófica de los griegos, prestaban atención excesiva al conocimiento, descuidando así la vida. En este capítulo la intención de Pablo era hacer volver la atención de ellos del conocimiento a la vida, señalándoles que para ellos él era quien alimentaba y plantaba, que Apolos era uno que regaba y que Dios era quien daba el crecimiento. Incluso, en 1 Co. 4:15, les dijo que él era su padre espiritual, quien los había engendrado en Cristo por medio del evangelio. Desde el punto de vista de la vida, que es la perspectiva divina, ellos eran la labranza de Dios donde Cristo era cultivado. Este asunto pertenecía a la vida, la cual ignoran por completo los creyentes que son dominados por su vida natural, su vida anímica, y que están bajo la influencia de su propia sabiduría natural.