Enseñar aquí es similar a la enseñanza que los padres imparten a sus hijos. Un anciano debe ser apto para proporcionar esta clase de enseñanza a los miembros de una iglesia local.
Enseñar aquí es similar a la enseñanza que los padres imparten a sus hijos. Un anciano debe ser apto para proporcionar esta clase de enseñanza a los miembros de una iglesia local.
La hospitalidad requiere amor, solicitud por otros y perseverancia. Todas estas virtudes son necesarias si alguien ha de ser apto para ser anciano.
Decoroso; es decir, ser siempre apropiado para la ocasión.
No sólo perspicaz, sino también discreto con respecto a su entendimiento de los asuntos.
Con dominio propio, templado.
Esto implica la restricción de la carne, lo cual es un requisito primordial para un anciano. Esto guarda a un anciano en una vida matrimonial simple y pura, libre del enredo que viene de un matrimonio complicado y confuso.
Esto no denota ser perfecto a los ojos de Dios, sino estar en una condición irreprochable a los ojos del hombre.
La palabra griega está compuesta de epí (sobre) y skopon (aquel que ve), y por eso uno que observa o vigila. Uno que vigila en una iglesia local es un anciano (Hch. 20:17, 28). Las dos expresiones se refieren a la misma persona: anciano denota una persona de madurez; el que vigila denota la función de un anciano. Fue Ignacio en el segundo siglo quien enseñó que uno que vigila, un obispo, tiene una posición más alta que un anciano. De esta enseñanza errónea vino la jerarquía de obispos, arzobispos, cardenales y el papa. Además, esta enseñanza fue la fuente del sistema episcopal de gobierno eclesiástico. La jerarquía y el sistema mismo son abominables a los ojos de Dios.
Esta expresión es la traducción de una palabra griega que se compone de epí (sobre) y skopé (vigilar) e indica la función del que vigila.
Tener una aspiración con un motivo puro es diferente de tener una ambición con un motivo impuro.
Lit., recién plantado; lo cual denota una persona que recientemente ha recibido la vida del Señor pero que aún no ha crecido ni se ha desarrollado en dicha vida.
Véase la nota 1 Ti. 2:23c; así también para honorables en los vs. 8, 11.
Esto es una prueba de que uno reúne los requisitos para ejercer el cargo de vigilar en una iglesia local.
El dinero es una prueba para todos los hombres. Un anciano debe ser puro en los asuntos relacionados con el dinero, y con mayor razón sabiendo que los fondos de la iglesia están bajo la administración de los ancianos (Hch. 11:30).
No conflictivo; sereno.
Desprendido, asequible, moderado, razonable y considerado al tratar a otros, sin rigidez.
Esto exige que uno se refrene a sí mismo.
Esto requiere un firme dominio propio.
Lit., nublado con humo. Aquí el orgullo se compara con el humo que nubla la mente, cegándola y embotándola por una exagerada autoestima.
El juicio sufrido por Satanás debido a que se enorgulleció de su alta posición (Ez. 28:13-17).
Un andar y vivir que resultan de vivir a Cristo y de expresarle, los cuales son apreciados y alabados por otros.
Un anciano debe ser recto consigo mismo, con su familia, con la iglesia, y con los de afuera, es decir, con la sociedad. Y según el contexto, un anciano debe ser recto en cuanto a su intención, motivo, carácter, actitud, palabra y hechos.
Una conciencia pura es una conciencia purificada de toda mixtura. A fin de guardar el misterio de la fe para el testimonio del Señor, los diáconos deben tener una conciencia purificada.
Si el anciano cae en la condenación sufrida por el diablo, se debe al orgullo del anciano mismo; si cae en el lazo del diablo, se debe a las críticas de los de afuera. Un anciano debe estar alerta para no ser orgulloso, por un lado, y por otro, para ser irreprensible a fin de evitar ser enredado por el diablo.
Véase la nota Ap. 2:101c.
Es decir, los que sirven. Los que vigilan son los que cuidan de la iglesia; los diáconos sirven a la iglesia bajo la dirección de los ancianos. Estos dos son los únicos cargos que hay en una iglesia local.
Una serpiente tiene la lengua dividida. Un diácono de una iglesia local, al servir a todos los santos, podría fácilmente comportarse con doblez al relacionarse con ellos. De ser así, él expresa, en su vivir, la naturaleza del diablo y trae muerte a la vida de iglesia.
Ser dado a mucho vino es una señal de ser incapaz de controlarse a sí mismo. El diácono que sirve en una iglesia local debe ejercer un completo dominio de sí mismo.
Un diácono no debe buscar ganancia del servicio que presta a los santos. Buscar tal ganancia es codiciar viles ganancias (cfr. 1 Ti. 6:5b).
Aquí la fe, como en 1 Ti. 1:19 y 2 Ti. 4:7, es objetiva, o sea que se refiere a las cosas en que creemos, las cosas que constituyen el evangelio. El misterio de la fe es principalmente Cristo como el misterio de Dios (Col. 2:2) y la iglesia como el misterio de Cristo (Ef. 3:4). Por causa del testimonio del Señor, los diáconos de una iglesia local deben guardar el misterio de la fe teniendo pleno entendimiento con una conciencia pura.
Se refiere a la posición firme y constante propia de un creyente y santo delante de Dios y del hombre. Servir bien a la iglesia como diácono fortalece la posición del cristiano.
Conforme a crónicas históricas no confirmadas, estas seis líneas en forma de poesía formaban una canción que a los santos de la iglesia primitiva les gustaba cantar. Él se refiere a Cristo, quien era Dios manifestado en la carne como el misterio de la piedad. La transición de la frase el misterio de la piedad al pronombre Él implica que Cristo, como manifestación de Dios en la carne, es el misterio de la piedad (Col. 1:27; Gá. 2:20). Este misterio es el vivir de una iglesia apropiada, y tal vivir también es la manifestación de Dios en la carne.
Por medio de la encarnación y el vivir humano (Jn. 1:1, 14). En la carne significa en la semejanza, el porte exterior, de un hombre (Ro. 8:3; Fil. 2:7-8). Cristo se presentó ante los demás en forma de hombre (2 Co. 5:16); no obstante, Él era Dios manifestado en el hombre.
O, mucho denuedo. Servir bien a la iglesia también fortalece el denuedo, la confianza, de la fe del cristiano.
Esto puede implicar cierto aprendizaje.
Es decir, sirvan; la función de un diácono es servir.
O, intachable.
Se refiere a las diaconisas (Ro. 16:1).
Esto corresponde a la expresión sin doblez del v. 8. El diablo es un calumniador (Ap. 12:10). Calumniar es expresar la naturaleza del calumniador malvado. Una hermana que es diaconisa, que sirve en la iglesia local entre muchas otras hermanas, debe huir de la calumnia, la cual es un acto malvado del diablo.
Véase la nota 1 Ti. 3:24d.
Corresponde a la frase no codicioso de viles ganancias del v. 8. Una hermana diaconisa debe ser fiel, confiable, en todas las cosas, especialmente en lo relacionado con ganancias.
Véase la nota 1 Ti. 3:23.
Que un hermano gobierne bien a sus hijos y a su propia casa, demuestra que está capacitado para servir a la iglesia.
Es decir, sirven.
Indica que este libro da instrucciones acerca de la manera de cuidar una iglesia local.
O, familia; la misma palabra que se usa en los vs. 4-5, 12 (casas). La familia de Dios es la casa de Dios. La casa y la familia son una sola cosa: la asamblea que está compuesta de los creyentes (Ef. 2:19; He. 3:6). La realidad de esta casa como morada del Dios viviente está en nuestro espíritu (Ef. 2:22). Debemos vivir y actuar en nuestro espíritu para que en esta casa Dios sea manifestado como el Dios viviente.
El Dios viviente, quien vive en la iglesia, debe ser subjetivo para la iglesia y no objetivo. Un ídolo de un templo pagano no tiene vida. El Dios que no sólo vive en Su templo vivo, la iglesia, sino que también actúa y opera en él, es viviente. Debido a que Él es viviente, la iglesia también es viviente en Él, por Él y con Él. Un Dios viviente y una iglesia viviente viven, actúan y operan juntos. La iglesia viviente es la casa y la familia del Dios vivo. Por lo tanto, ella viene a ser la manifestación de Dios en la carne.
Esto es una metáfora. La columna sostiene el edificio, y el fundamento sostiene la columna. La iglesia es tal columna y fundamento de la verdad.
Aquí la verdad se refiere a las cosas verdaderas reveladas en el Nuevo Testamento con respecto a Cristo y la iglesia según la economía neotestamentaria de Dios. La iglesia es la columna y fundamento que sostiene todas estas realidades. Una iglesia local debe ser tal edificio, el cual sostiene, porta y da testimonio de la verdad, la realidad, de Cristo y la iglesia.
O, por reconocimiento común, más allá del razonamiento, sin controversia.
Según el contexto, la piedad se refiere no sólo a la devoción a cosas santas, sino también a vivir a Dios en la iglesia; es decir, a que Dios como vida sea expresado en el vivir de la iglesia. Éste es el gran misterio confesado universalmente por los que creen en Cristo.
O, vindicado. El Cristo encarnado en Su vivir humano no sólo fue vindicado como Hijo de Dios por el Espíritu (Mt. 3:16-17; Ro. 1:3-4), sino que también fue justificado, probado y aprobado como recto y justo por el Espíritu (Mt. 3:15-16; 4:1). Él fue manifestado en la carne, pero fue vindicado y justificado en el Espíritu. Él se manifestó en la carne, pero vivió en el Espíritu (Lc. 4:1, 14; Mt. 12:28) y se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu (He. 9:14). Su transfiguración (Mt. 17:2) y Su resurrección son, ambas, justificaciones en el Espíritu. Además, en resurrección Él llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17) para poder morar y vivir en nosotros (Ro. 8:9-10), con miras a la manifestación de Dios en la carne como misterio de la piedad. Así que, ahora le conocemos a Él y a Sus miembros no según la carne, sino según el Espíritu (2 Co. 5:16). Puesto que la manifestación de Dios en la carne es justificada en el Espíritu, y el Espíritu es uno con nuestro espíritu (Ro. 8:16), tenemos que vivir y conducirnos en nuestro espíritu para que se logre esta justificación.
Los ángeles vieron la encarnación, el vivir humano, y la ascensión de Cristo (Lc. 2:9-14; Mt. 4:11; Hch. 1:10-11; Ap. 5:6, 11-12).
Son personas que están en el mundo las que han creído en Cristo como corporificación de Dios en la carne y le han recibido como Salvador y vida (Hch. 13:48).
Se refiere a la ascensión de Cristo por la cual fue introducido en gloria (Mr. 16:19; Hch. 1:9-11; 2:33; Fil. 2:9). Según la secuencia de los eventos históricos, la ascensión de Cristo ocurrió antes que Él fuera predicado entre las naciones. Sin embargo, aquí se presenta la ascensión como el último paso que Cristo dio al manifestar a Dios en la carne. Esto debe de indicar que la iglesia también es llevada a la gloria. Por lo tanto, implica que no sólo Cristo mismo como Cabeza, sino también la iglesia como Cuerpo, son la manifestación de Dios en la carne. Cuando una iglesia esté bien cuidada, conforme a las instrucciones dadas en los primeros dos capítulos, teniendo plenamente establecidos tanto la supervisión de los que vigilan como el servicio de los diáconos, según lo revela el cap. 3, la iglesia cumplirá la función de ser la casa y familia del Dios viviente para el mover de Él en la tierra, así como también la función de ser columna y fundamento que sostiene la verdad, teniendo la realidad divina de Cristo y Su Cuerpo como un testimonio para el mundo. Entonces la iglesia viene a ser la continuación de Cristo como manifestación de Dios en la carne. Éste es el gran misterio de la piedad: ¡Cristo expresado en el vivir de la iglesia como manifestación de Dios en la carne!