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Capítulos de libros «La Segunda Epístola de Pablo a Los Corintios»
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  • Porque indica que lo que sigue es una explicación de lo tratado en 2 Co. 4:13-18. En este capítulo el apóstol nos describe cómo los apóstoles aspiraban a la redención de sus cuerpos (vs. 1-8; Ro. 8:23), y habla de su ambición y su determinación de agradar al Señor (vs. 9-15) y la comisión que habían recibido del Señor con miras a Su nueva creación (vs. 16-21).

  • Es decir, nuestro cuerpo físico, en el cual mora nuestra persona y que no sólo es para que vivamos sino también para que adoremos a Dios (cfr. 1 Co. 6:19).

  • No hecha de tierra, sino que está en la tierra.

  • Lit., proveniente de.

  • Un edificio que tiene un fundamento, en contraste con el tabernáculo, el cual no tenía fundamento. Este edificio es nuestro cuerpo resucitado y transfigurado, el cuerpo espiritual mencionado en 1 Co. 15, y está en contraste con el cuerpo moribundo, físico y natural que tenemos hoy en día.

  • Nuestro cuerpo espiritual (1 Co. 15:44).

  • En contraste con terrestre, es decir, que está en la tierra.

  • Es decir, que nuestro cuerpo sea transfigurado y conformado al cuerpo de la gloria de Cristo. Los apóstoles anhelaban esto.

  • Se refiere a la morada en los cielos del versículo anterior.

  • Lit., que proviene del cielo.

  • Es decir, sin cuerpo. Una persona que ha muerto, por ser separada del cuerpo, está desnuda, pues no tiene un cuerpo que la cubra delante de Dios. Los apóstoles esperaban ser transfigurados en su cuerpo, esto es, ser revestidos de un cuerpo espiritual para reunirse con el Señor antes de morir y ser separados de su cuerpo, a fin de no ser hallados desnudos.

  • Es decir, agobiados, deprimidos, oprimidos.

  • Los apóstoles gemían en su deseo de no ser desnudados, separados del cuerpo, es decir, en su deseo de no morir sino de ser revestidos, de ponerse el cuerpo espiritual, es decir, de que su cuerpo fuese transfigurado (Fil. 3:21), redimido (Ro. 8:23).

  • Nuestro cuerpo mortal (2 Co. 4:11; Ro. 8:11; 1 Co. 15:53).

  • La muerte que está en nuestro cuerpo mortal es absorbida por la vida de resurrección. Por medio de tal proceso nuestro cuerpo será transfigurado (1 Co. 15:54).

  • O, elaboró, formó, preparó, dispuso. Dios nos ha hecho, elaborado, formado, preparado y dispuesto, con el propósito de que nuestro cuerpo mortal sea absorbido por Su vida de resurrección. De esta manera todo nuestro ser será saturado de Cristo. Dios nos ha dado el Espíritu para que sea las arras, la prenda, el anticipo, la garantía, de esta parte maravillosa y admirable de Su salvación completa, la cual ha preparado para nosotros en Cristo.

  • Véase la nota 2 Co. 1:223.

  • Nuestro cuerpo está en la esfera material; el Señor está en la esfera espiritual. En este sentido, cuando estamos en nuestro domicilio, en nuestro cuerpo, estamos en tierra extranjera, lejos del Señor.

  • Tal como se menciona en He. 11, la vida y la conducta de los apóstoles estaba regulada por la fe, no por lo que veían. Es de esta manera que se dieron cuenta que mientras estaban en su cuerpo físico, estaban ausentes del Señor. Esto corresponde a lo dicho en 2 Co. 4:18.

  • Es decir, lo que se ve.

  • Es decir, morir, siendo así librados de la esfera material para estar con el Señor en la esfera espiritual. Los apóstoles, quienes siempre eran perseguidos a muerte (2 Co. 1:8-9; 4:11; 11:23; 1 Co. 15:31), preferían morir para ser librados del cuerpo que los encerraba, a fin de habitar con el Señor en una esfera mejor (Fil. 1:23).

  • Tenemos celo con una meta firme, esforzándonos con diligencia para agradar al Señor.

  • Es decir, vivir y así permanecer en el cuerpo, o morir y así estar con el Señor.

  • Porque indica el motivo de la determinación del v. 9.

  • Lit., seamos manifestados.

  • Donde Cristo juzgará a Sus creyentes a Su regreso, no con respecto a la salvación eterna de ellos, sino a su recompensa dispensacional (1 Co. 4:4-5; 3:13-15). Véase la nota Ro. 14:101a.

  • “La palabra técnica que significa recibir salario” (Alford).

  • Mientras todavía residamos en nuestro cuerpo, debemos hacer cosas que agraden al Señor por medio del cuerpo, para que seamos recompensados por el Señor cuando Él venga.

  • O, inútil.

  • Es decir, estando conscientes de temer al Señor. La palabra pues indica que estar conscientes así se debe al tribunal de Cristo mencionado en el v. 10.

  • No se refiere a que el Señor infunda temor, sino a que nosotros tememos al Señor.

  • Los apóstoles, conscientes de que debían temer al Señor, persuadieron a los hombres con respecto a su integridad, en cuanto a la clase de hombres que eran para con Dios y para con el hombre. No necesitaban persuadir a Dios, porque para Dios ya era manifiesto lo que ellos eran; no obstante, los apóstoles esperaban que esto también fuera manifiesto en la conciencia de los creyentes.

  • Es decir, tengáis palabras con las cuales responder a los que se glorían.

  • Lit., caras. La apariencia de los judaizantes.

  • Donde se encuentran la sinceridad y la realidad de las virtudes.

  • Es decir, enloquecido, como un necio, para la gloria de Dios (Hch. 26:24-25). Los apóstoles estaban en un éxtasis por Dios y con Él para Su gloria; aquello no era una emoción que procediera de necedad.

  • Con dominio propio en amor, por el bien de otros.

  • El amor de Cristo para con nosotros, que fue manifestado en la cruz a través de Su muerte por nosotros (Gá. 2:20).

  • La palabra griega significa presionar…por todos (como en un sendero estrecho y amurallado). (La misma palabra griega se usa en Lc. 4:38; 12:50; Hch. 18:5; Fil. 1:23). De esta manera los apóstoles eran constreñidos por el amor de Cristo y así obligados a vivir para Él.

  • Es decir, habiendo llegado a la conclusión (probablemente en el momento de su conversión).

  • La muerte de Cristo, sufrida en amor, es el factor motivador que constriñe a los apóstoles a vivir una vida de amor para Él.

  • Puesto que Cristo murió como nuestro substituto, sufriendo la sentencia de muerte por todos nosotros, a los ojos de Dios todos morimos. Así que, no tenemos que morir según se ha establecido para los hombres (He. 9:27).

  • La muerte de Cristo no sólo nos salva de la muerte de modo que no tengamos que morir, sino que también, por medio de Su resurrección, hace que ya no vivamos para nosotros mismos sino para Él.

  • O, atentos a. Vivir para el Señor, en el sentido de vivir atento al Señor, tiene un significado más profundo que vivir dedicado al Señor. Vivir dedicado al Señor implica que yo y el Señor todavía somos dos; vivir atento al Señor indica que yo soy uno con el Señor, como la esposa es uno con el esposo en la vida conyugal.

  • Ya que los apóstoles juzgaron que la muerte de Cristo nos hizo a todos nosotros, en virtud de Su resurrección, un nuevo hombre, un hombre no según la carne, ellos ya no conocían a nadie según la carne. Habían conocido a Cristo de esa manera, pero ahora ya no lo conocían así.

  • La primera vez que el verbo conocer aparece en este versículo, se refiere a estar consciente interna y subjetivamente; en los otros dos casos se refiere al conocimiento externo y objetivo. Véase la nota Ro. 6:61.

  • Esto confirma lo que se dice en el versículo anterior. Los apóstoles ya no conocerían a nadie según la carne, porque el que está en Cristo es una nueva creación; mediante la muerte de Cristo las cosas viejas de la carne pasaron y todas son hechas nuevas en la resurrección de Cristo.

  • Estar en Cristo significa ser uno con Él en vida y naturaleza. Esto proviene de Dios a través de nuestra fe en Cristo (1 Co. 1:30; Gá. 3:26-28).

  • La vieja creación no tiene la vida y la naturaleza divinas, pero la nueva creación, constituida por los creyentes, quienes renacieron de Dios, sí las tiene (Jn. 1:13; 3:15; 2 P. 1:4). Por lo tanto, los creyentes son una nueva creación (Gá. 6:15), no según la vieja naturaleza de la carne, sino según la nueva naturaleza de la vida divina.

  • O, antiguas.

  • Un llamamiento a observar el cambio maravilloso de la nueva creación.

  • Se refiere a todas las cosas positivas mencionadas en los vs. 14-21, de las cuales Dios es Originador e Iniciador. Proviene de Dios que Cristo haya muerto para salvarnos de la muerte a fin de que vivamos para Él. Proviene de Dios que hayamos llegado a ser una nueva creación en Cristo. Proviene de Dios que Cristo haya sido hecho pecado por causa nuestra para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él. Proviene de Dios que Él haya reconciliado consigo al mundo. Y proviene de Dios que los apóstoles sean embajadores de Cristo, quienes tienen la comisión de representarlo para reconciliar a los hombres con Dios, a fin de que éstos sean hechos justicia de Dios y nueva creación para el cumplimiento del propósito eterno de Dios.

  • La palabra se da para el ministerio (v. 18).

  • Los apóstoles fueron comisionados con un ministerio específico, el de representar a Cristo para realizar el propósito de Dios.

  • En el versículo anterior el mundo es reconciliado con Dios; en este versículo los creyentes son reconciliados con Dios y han de ser más profundamente reconciliados con Él. Esto indica claramente que se requieren dos pasos para que los hombres sean completamente reconciliados con Él. El primer paso es reconciliar a los pecadores con Dios, separándolos del pecado. Con este propósito Cristo murió por nuestros pecados (1 Co. 15:3) para que Dios nos los perdonara. Éste es el aspecto objetivo de la muerte de Cristo. En este aspecto, Él llevó nuestros pecados en la cruz para que Dios los juzgara en Él en lugar de juzgarlos en nosotros. El segundo paso consiste en reconciliar con Dios a los creyentes que viven en la vida natural, apartándolos de la carne. Con este propósito Cristo murió por nosotros para que vivamos para Él en la vida de resurrección (vs. 14-15). Éste es el aspecto subjetivo de la muerte de Cristo. En este aspecto Él fue hecho pecado por nosotros para ser juzgado y aniquilado por Dios a fin de que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él. Por medio de los dos aspectos de Su muerte Él ha reconciliado completamente con Dios al pueblo escogido de Dios. Estos dos pasos de reconciliación son representados claramente por los dos velos del tabernáculo. El primer velo es llamado el lienzo (Éx. 26:36). Un pecador que era traído a Dios a través de la reconciliación de la sangre propiciatoria entraba en el Lugar Santo al pasar este lienzo. Esto tipifica el primer paso de la reconciliación. El segundo velo (Éx. 26:31-35; He. 9:3) todavía lo separaba de Dios, quien estaba en el Lugar Santísimo. Este velo tenía que ser rasgado para que el pecador pudiera ser traído a Dios, al Lugar Santísimo. Éste es el segundo paso de la reconciliación. Los creyentes corintios habían sido reconciliados con Dios, habiendo pasado el primer velo y entrado en el Lugar Santo. No obstante, todavía vivían en la carne. Ellos tenían que pasar a través del segundo velo, el cual ya había sido rasgado (Mt. 27:51; He. 10:20), para entrar en el Lugar Santísimo y vivir con Dios en su espíritu (1 Co. 6:17). La meta de esta epístola era traerlos allí para que fueran personas en el espíritu (1 Co. 2:15), en el Lugar Santísimo. Esto era lo que el apóstol quería decir con la expresión: “Reconciliaos con Dios”. En esto consistía presentarlos perfectos en Cristo (Col. 1:28).

  • Cristo no conoció el pecado ni por contacto directo ni por experiencia personal (cfr. Jn. 8:46; 1 P. 2:22; He. 4:15; 7:26).

  • El pecado provino de Satanás, quien se rebeló contra Dios (Is. 14:12-14). Este pecado, el cual provino del maligno, entró en el hombre (Ro. 5:12) e hizo que el hombre no sólo fuera pecador sino el pecado mismo bajo el juicio de Dios. Por consiguiente, cuando Cristo se hizo hombre en la carne (Jn. 1:14), Él fue hecho pecado (no pecaminoso) por causa nuestra para ser juzgado por Dios (Ro. 8:3), con la finalidad de que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.

  • La justicia proviene de Dios para Su administración (Sal. 89:14; 97:2; Is. 32:1). Esta justicia es Cristo como nuestra justicia (1 Co. 1:30), que nos hace justicia de Dios en Él (no justos delante de Dios). Por medio de la redención de Cristo, el hombre, quien es un pecador e incluso es el pecado mismo, es hecho justicia de Dios, siendo reconciliado con el Dios justo, y es hecho una nueva creación que vive para Dios con miras a Su propósito eterno. Los apóstoles tienen la comisión de ministrar a este Cristo, junto con todos los resultados gloriosos de Su logro maravilloso, a Sus creyentes, quienes son los miembros que forman Su Cuerpo. ¡A Él sea la alabanza y la gloria para siempre!

  • En unión con Él, no sólo en cuanto a nuestra posición sino también orgánicamente en resurrección. Éramos enemigos de Dios (Col. 1:21) debido a que llegamos a ser pecado, lo cual provino de Satanás, quien se rebeló contra Dios. Pero Cristo fue hecho pecado por nosotros haciéndose uno con nosotros mediante Su encarnación. Por medio de Su muerte, Dios lo condenó en la carne como pecado, en nuestro lugar, a fin de que fuésemos uno con Él en Su resurrección para ser justicia de Dios. Por esta justicia, nosotros, los enemigos de Dios, pudimos ser reconciliados con Él (vs. 18-20; Ro. 5:10).

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