La situación negativa en la que estuvieron involucrados Nadab y Abiú, hijos de Aarón, ocurrió poco después del día de gloria y bendición descrito en Lv. 9:22-24 y probablemente al final del mismo.
La situación negativa en la que estuvieron involucrados Nadab y Abiú, hijos de Aarón, ocurrió poco después del día de gloria y bendición descrito en Lv. 9:22-24 y probablemente al final del mismo.
El fuego extraño ofrecido por Nadab y Abiú era fuego común, no fuego santo. No era el fuego del altar (Lv. 16:12), procedente de Dios, de los cielos (Lv. 9:24), sino fuego procedente del hombre, de la tierra, que no tenía la expiación como fundamento. El fuego extraño representa el entusiasmo natural, el afecto natural, la fuerza natural y la capacidad natural del hombre, ofrecidos por éste a Dios. Nadab y Abiú hicieron algo para Dios, pero de una manera natural. Por tanto, Dios juzgó esta ofrenda consumiendo a ambos sacerdotes (v. 2). Esto es una severa advertencia que nos muestra que al tocar los asuntos divinos necesitamos aplicar la cruz a nuestra vida natural; de otro modo, si tocamos descuidadamente las cosas santas de Dios, esto nos acarreará muerte espiritual, e incluso podría ocasionarnos muerte física (Hch. 5:1-11; 1 Co. 11:27-32; 1 Jn. 5:16), que vendría como juicio de parte del Dios santo. Véase la nota 2 S. 6:72 y la nota He. 12:291a.
Este fuego es lo opuesto al fuego común. Este fuego procedía de Dios, no del hombre, y venía de los cielos, no de la tierra; más aún, efectuaba juicio y no era para mostrar aceptación (cfr. Lv. 9:24).
En lo que concierne a Dios, el fuego de Su juicio (v. 2) sirve también para que Él sea santificado en aquellos siervos Suyos que se acercan a Él y para que Él sea glorificado ante Su pueblo.
Esto significa que la muerte resultante de la falta de santidad debe ser mantenida lejos de la esfera de la santidad de Dios y también de la comunidad, la comunión, del pueblo de Dios.
Esto significa que incluso el juicio de Dios que trae muerte sobre los parientes no es excusa para que los siervos de Dios sean descuidados en cuanto a su sujeción a Cristo la Cabeza (cfr. 1 Co. 11:10, 15) ni para que quebranten la perfección requerida en su conducta (cfr. la nota Éx. 28:21a y la nota Éx. 28:22), a fin de que no sufran muerte en su vida espiritual ni hagan que Dios no esté contento con Su pueblo.
Esto significa que la totalidad del pueblo de Dios deberá condolerse del juicio de Dios que viene por la falta de santidad en Sus siervos.
Esta orden indica que la razón por la que Nadab y Abiú actuaron descuidadamente y sin temor al ofrecer fuego extraño a Dios podría haber sido que se habían embriagado con vino o alguna bebida embriagante. La orden dada en los vs. 9-11 significa que los siervos de Dios, al venir a la vida de iglesia, no deben beber nada que provenga de los deleites mundanos, de los intereses carnales ni del entusiasmo natural a fin de no padecer muerte espiritual, sino que deberán distinguir entre lo santo y lo profano, entre lo inmundo y lo limpio, y enseñar al pueblo de Dios las normas divinas.
Que el resto de la ofrenda de harina fuese tomada por los sacerdotes como su porción no leudada comiéndola en un lugar santo junto al altar (vs. 12-13) significa que después que Dios disfruta Su porción (Lv. 2:2, 9), la parte restante de Cristo, quien en Su humanidad es nuestra ofrenda de harina, deberá ser disfrutada por nosotros, los sacerdotes neotestamentarios, como nuestra porción sin pecado (no leudada), en la presencia de Dios (en un lugar santo) y al lado de la cruz (el altar).
El juicio de Dios sobre los dos hijos de Aarón no puso fin a la misericordia que Dios manifiesta a Su pueblo. Que la ofrenda de harina fuese compartida con Aarón y sus dos hijos inmediatamente después del juicio disciplinario de Dios y Su corrección en los vs. 1-11 es una expresión adicional de la misericordia y gracia de Dios.
Véase la nota Lv. 7:291.
Que los sacerdotes participaran de la ofrenda por el pecado para llevar sobre sí la iniquidad del pueblo significa que nosotros, los sacerdotes neotestamentarios, somos partícipes del Cristo que es la ofrenda por el pecado presentada por los creyentes en el sentido de que participamos en la vida de Cristo, la vida que lleva sobre sí los pecados de otros, como el suministro de vida que nos capacita para sobrellevar los problemas del pueblo de Dios. El rico disfrute que tenemos de Cristo como nuestra ofrenda por el pecado en la vida de iglesia nos capacita para ministrar a los creyentes el Cristo que es la vida que pone fin al pecado, a fin de que así ellos puedan tomar medidas con respecto a sus pecados y restaurar su comunión con Dios, la cual había sido quebrantada (cfr. Gá. 6:1-2; Ef. 4:2).
Véase la nota Lv. 16:11.
Debido a su debilidad en cuanto al juicio de Dios sobre Nadab y Abiú, Aarón y sus hijos no eran idóneos para comer la ofrenda por el pecado (vs. 16-17, 19-20). Esto significa que si somos débiles en aceptar el juicio de Dios sobre los servidores con quienes tenemos una relación íntima y cercana, no podremos participar de Cristo como nuestra ofrenda por el pecado en el aspecto de tomar Su vida sin pecado como nuestro suministro de vida que nos capacita para ministrar a los creyentes el Cristo que es la vida que pone fin al pecado.
Por un lado, Aarón y sus hijos eran débiles con respecto al juicio de Dios; por otro, Aarón tuvo la debida consideración, pues él y sus hijos se lamentaron y se entristecieron, así que comer la ofrenda por el pecado bajo tales circunstancias no habría agradado al Señor. La respuesta dada por Aarón agradó a Moisés, quien representaba a Dios (v. 20). Aarón y sus hijos no siguieron las normas divinas de una manera legal, no debido a una actitud desobediente, sino debido a que supieron considerar sus circunstancias, lo cual fue positivo. Este incidente indica que con respecto a cumplir con las normas establecidas por Dios, en la misericordia de Dios, hay un margen para ciertas consideraciones. Lo que Aarón y sus hijos hicieron aparentemente iba en contra de la norma establecida por Dios, pero en realidad, fue algo hecho en sabiduría.