La lepra representa todo pecado grave procedente del interior del hombre, tales como el pecado premeditado, el pecado de presunción o el de oponerse a Dios resueltamente. Como vemos en los casos de Miriam (Nm. 12:1-10), Giezi (2 R. 5:20-27) y Uzías (2 Cr. 26:16-21), la lepra era resultado de rebelarse contra la autoridad de Dios, contra la autoridad delegada de Dios, contra las normas dispuestas por Dios y contra la economía de Dios. Según el sentido bíblico, todo pecado es rebelión (1 Jn. 3:4 y la nota 2). Por tanto, la lepra representa el pecado. El primer caso de pecado en la Biblia fue la rebelión de Satanás en contra de Dios (Ez. 28:13-18; Is. 14:12-15). Por ende, el pecado como rebelión fue inventado, iniciado, por el arcángel rebelde Lucifer. Con el tiempo este pecado, esta lepra, entró en la humanidad a través de Adán (Ro. 5:12, 19; 7:20), y habiendo entrado en el hombre, produce muchas clases de pecados, es decir, diversas manifestaciones propias de la rebelión. Por tanto, un leproso representa a los descendientes caídos de Adán, todos los cuales son leprosos. Véase la nota Mt. 8:21b.
Las señales de lepra, ya sea hinchazón, erupciones o manchas lustrosas en la piel, representan las manifestaciones externas en el hombre que consisten en indomabilidad, fricciones con otros, soberbia y exaltación propia.