El que fue sanado de la lepra (v. 3) todavía tenía que buscar ser purificado delante de Dios, lo cual significa que quien está enfermo del pecado de la lepra, aun cuando haya sido sanado por la vida divina en su interior, todavía deberá tomar medidas con respecto a sus carencias e inmundicia delante de Dios para ser purificado. El que procuremos ser purificados es nuestra cooperación con la gracia y el amor de Dios.
