Heb. corbán, que significa un presente o un regalo. En un sentido estricto, las ofrendas no son sacrificios, sino dádivas entregadas a Dios por quienes sienten aprecio por Cristo. Los sacrificios son para redención, para propiciación, mientras que las dádivas son regalos que fomentan una íntima comunión entre nosotros y Dios. Los hijos de Israel debían laborar en la buena tierra y después ofrendar a Dios, como dádiva, el producto disfrutado por ellos y por el cual sentían aprecio. Asimismo, debemos ser diligentes en experimentar y disfrutar a Cristo para después ofrecerlo a Dios a manera de dádiva por la cual sentimos gran aprecio. El tabernáculo tiene como finalidad ser la morada de Dios, y las ofrendas tienen como finalidad ser disfrutadas por Dios juntamente con nosotros en virtud de nuestro aprecio por ellas y al ser presentadas por nosotros.
Éxodo concluye con el tabernáculo erigido (Éx. 40), y Levítico comienza con las ofrendas (caps. 1—7), lo cual implica una continuación directa entre ambos libros. Tanto el tabernáculo como las ofrendas tipifican a Cristo. Mediante la encarnación, Cristo vino como tabernáculo (Jn. 1:14). Este mismo Cristo es también el Cordero de Dios (Jn. 1:29), la totalidad, la suma, de todas las ofrendas (He. 10:5-10). En la encarnación Cristo vino para traer a Dios a nosotros (Juan 1:1—13:38) y pasó por la crucifixión y resurrección para llevarnos a Dios (Juan 14:1—21:25), a fin de que Dios sea uno con nosotros y nosotros seamos uno con Él. El tabernáculo representa que Dios está en Cristo para que nosotros podamos tener contacto con Dios, le experimentemos, entremos en Dios y nos unamos a Dios. Las ofrendas representan a Dios en Cristo como Aquel a quien podemos disfrutar e, incluso, comer, digerir y asimilar (Jn. 6:53-58) para mezclarnos con Dios. La manera en que disfrutamos a Cristo como realidad de todas las ofrendas consiste en tener contacto con Él y poseerlo como Espíritu de realidad (Jn. 6:63; 14:16-18, 20; 1 Co. 15:45).
Según Levítico, hay cinco clases principales de ofrendas: el holocausto (Lv. 1:1-17), la ofrenda de harina (Lv. 2:1-16), la ofrenda de paz (Lv. 3:1-17), la ofrenda por el pecado (Lv. 4:1-35) y la ofrenda por las transgresiones (Lv. 5:1—6:7). Estas ofrendas cumplían las siguientes funciones:
1) servían como sacrificios por el pecado, haciendo expiación por el pueblo de Dios al apaciguar el conflicto existente entre Dios y Su pueblo,
2) servían como dádivas que complacían a Dios y
3) servían como alimento para Dios y para Sus siervos, los sacerdotes.