Véase la nota Hch. 2:461a. No sólo los primeros cristianos no conocían claramente la economía neotestamentaria de Dios con respecto al templo judío; tampoco los primeros apóstoles veían claramente que Dios había abandonado las cosas judías. Por consiguiente, aún después que Dios derramó el Espíritu sobre ellos el día de Pentecostés para iniciar una nueva dispensación, todavía no se apartaban del templo judío. En la etapa inicial, Dios toleró la ignorancia de ellos en este asunto. Sin embargo, esto condujo a que la iglesia y el judaísmo se mezclaran, sin que ello fuera censurado por la iglesia en Jerusalén en sus primeros días (cfr. Hch. 21:20-26). Con el tiempo, el templo fue destruido por Tito y su ejército romano en el año 70 d. C., como el Señor profetizó en Mt. 23:38 y Mt. 24:2. Esa destrucción eliminó aquella mixtura religiosa.