Una vara representa autoridad (cfr. Ap. 2:26-27; 19:15).
Una vara representa autoridad (cfr. Ap. 2:26-27; 19:15).
El Testimonio es los Diez Mandamientos que estaban dentro del Arca, la cual tipifica a Cristo y era el lugar donde Dios se reunía con Su pueblo (véase la nota Éx. 16:341a y la nota Éx. 25:101b). Esto significa que todo debía ser traído a la presencia de Dios para permitir que sea Él quien aclare cuál era la verdadera situación al hablar la verdad a todo el pueblo mediante Su vindicación.
Una vara está hecha de madera muerta que no solamente ha sido cortada, sino que incluso se ha secado. No obstante, ¡ese pedazo de madera muerta y seca reverdeció! Un brote es algo orgánico, propio de la vida. La vara de Aarón que reverdeció tipifica no a un Cristo muerto, sino al Cristo resucitado, al Cristo que reverdece, el cual no solamente da brotes, sino que incluso florece y produce fruto maduro. Éste es el Cristo que imparte vida a las personas (Jn. 12:24; 1 P. 1:3). Hoy en día, Él continúa reverdeciendo, y nosotros somos el fruto, las almendras, producto de Su reverdecer.
Puesto que la rebelión de Coré y su compañía descrita en el cap. 16 estaba relacionada con el sacerdocio (Nm. 16:3, 8-10), el hecho de que la vara de Aarón reverdeciese fue un acto de vindicación por el cual quedó claro que Aarón era la persona que Dios había aceptado para tener la autoridad en el ministerio sacerdotal instituido por Dios.
La vara que reverdeció fue colocada dentro del Arca junto con el maná escondido y el Testimonio, la ley (Éx. 16:32-34; Dt. 10:5; He. 9:4). Estos tres objetos tipifican a Cristo. Estos tres objetos colocados en el Arca dentro del Lugar Santísimo también hacen referencia a los tres de la Trinidad Divina: el maná escondido en la urna de oro hace referencia a Dios el Padre como la fuente divina de todo suministro (Jn. 6:32), la vara que reverdeció representa a Cristo, quien es la resurrección (Jn. 11:25), y las tablas de la ley hacen referencia al Espíritu de vida como la ley interna (Ro. 8:2). Por tanto, el Lugar Santísimo es la morada de Dios en Su Trinidad Divina. Al entrar en el Lugar Santísimo, esto es, en nuestro espíritu regenerado (véase la nota He. 10:191b), entramos en Dios y nos reunimos con el Padre que es la fuente del suministro, con el Hijo que es la resurrección y con el Espíritu que es la ley de vida.
Los hijos de Israel debían haber sido subyugados por el juicio triple de Dios sobre los rebeldes descrito en el cap. 16 así como por la vindicación efectuada por Dios descrita en este capítulo; sin embargo, ellos todavía continuaron quejándose. Esto muestra cuán perversa es la naturaleza rebelde de la humanidad caída (cfr. Ap. 20:7-9). No es de extrañarse que a ninguno de estos hijos de Israel, con la excepción de Josué y Caleb, se les permitiera entrar en la tierra prometida (Nm. 14:28-30).