Lit., ellos.

Lit., ellos.
Además de cumplir sus propias tareas al trasladar el tabernáculo (vs. 5-14), los sacerdotes asignaban a los levitas sus servicios (vs. 19, 27-28, 33). El Antiguo Testamento distingue entre los sacerdotes y los levitas. Pero en el Nuevo Testamento hay una sola categoría, la de los sacerdotes (Ro. 15:16; 1 P. 2:5, 9; Ap. 1:6; 5:10), que incluye a los levitas. Por tanto, el servicio que los levitas desempeñaban en el Antiguo Testamento en tipología, deberá ser desempeñado en la realidad por los creyentes, los sacerdotes neotestamentarios. El hecho de que el servicio levítico fuese supervisado por los sacerdotes indica que cuando los sacerdotes neotestamentarios realizan sus labores levíticas, que son externas, deben hacerlo supervisados por la perspectiva intrínseca y espiritual propia del sacerdocio neotestamentario. El servicio levítico jamás debe estar separado de tal perspectiva sacerdotal. El servicio externo deberá convertirse en una actividad espiritual que ministre vida a los demás.
Todos los ítems de los que Eleazar fue hecho responsable representan diferentes aspectos de Cristo en toda Su riqueza. Véase la nota Nm. 3:81a y la nota Nm. 3:311 y las notas de Éxodo 25—30 con respecto a los ítems del tabernáculo.
Véase la nota Lv. 23:132a.
El significado en hebreo es incierto. Probablemente se refiera a la piel de un animal marino como la marsopa o la vaca marina. Así también en todo el capítulo.
Véase la nota Nm. 4:191.
El servicio santo de los sacerdotes y levitas tenía como finalidad el mover de Dios. El tabernáculo era trasladado sobre los hombros de los descendientes de los tres hijos de Leví. Este traslado era realizado en el debido orden, sin confusión alguna. Asimismo, Cristo, quien es la corporificación de Dios con miras a Su expansión, lleva adelante Su mover mediante aquellos que le aman (cfr. Hch. 1:8; 13:1-4).
Véase la nota Nm. 1:32. Así también en los vs. 23, 30, 35, 39, 43. El servicio santo que desempeñaban los sacerdotes y los levitas era considerado una batalla. Asimismo, el servicio de los sacerdotes neotestamentarios del evangelio de Dios (Ro. 1:1; 15:16) que se realiza para la edificación del Cuerpo de Cristo es una batalla (2 Co. 10:3-5; Ef. 6:12; 1 Ti. 1:18; 2 Ti. 4:7a).
Nm. 4:23, 30, 35, 39, 43, 47; cfr. Nm. 8:24; 1 Cr. 23:3, 24, 27
Para servir como levita, se debía tener entre treinta y cincuenta años de edad (vs. 3, 23, 30, 35, 43, 47). Asimismo, el Señor Jesús no tuvo la edad suficiente para el servicio de Dios sino hasta cumplir los treinta (Lc. 3:23). Para ser contado entre los que sirven a Dios, se debía tener un mes de vida o más: los de esa edad debían crecer y madurar (Nm. 3:39, 43). Para ser contado entre quienes combaten en pro del testimonio de Dios, se debía tener veinte años o más: los de esa edad eran personas maduras y fuertes; no había un límite máximo de edad (Nm. 1:3). Para ser contado en el servicio más cercano a Dios, se debía tener entre treinta y cincuenta años de edad: los de esa edad eran más maduros y fuertes, sin haber sufrido deterioro alguno.