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Capítulos de libros «Primer Libro de Samuel»
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  • En tipología, los amalecitas representan la carne, el hombre caído (Éx. 17:8-16; Gn. 6:3a; Ro. 3:20a). Dios creó al hombre, no la carne, pero el hombre sufrió la caída y, finalmente, se convirtió en carne. En todo el universo el enemigo singular de Dios, en términos prácticos, no es Satanás sino la carne (Ro. 8:7). La carne, el hombre caído, es por completo una con Satanás (Mt. 16:23) y es usada por Satanás para combatir contra Dios (Gá. 5:17).

  • Lit., dedica (esto es, dedica a destrucción). Así también en todo este capítulo. Al encargarle a Saúl que destruyera por completo a los amalecitas, Dios sabiamente llevó a Saúl a una situación en la que sería puesto a prueba.

  • Que Saúl y el pueblo le perdonaran la vida a lo mejor de aquello que debía haber sido completamente destruido refleja el hecho de que, en nuestra experiencia, sentimos aprecio por los aspectos buenos de nuestra carne, nuestra vida natural, y no queremos eliminarlos. Todo cuanto hagamos separados de la gracia de Dios y sin depender de Dios y confiar en Él, procede de la carne. Todo aspecto de la carne —sea bueno o malo— se halla en oposición a la gracia y al reinado de Dios e impide que disfrutemos a Cristo (cfr. Gá. 3:3; 5:2-4 y las notas). Por tanto, tenemos que aborrecer todo aspecto de la carne y ser absolutos en cuanto a eliminar la carne por completo.

  • Saúl edificó este monumento no en pro del reino de Dios, sino para que él fuese recordado por esta victoria que lo enriqueció a él y a su monarquía. Éste fue un claro indicio de que la intención de Saúl era edificar su propia monarquía dentro del reino de Dios.

  • Dios no quería que lo mejor del ganado le fuese ofrecido en sacrificio. A Sus ojos, hacer tal cosa sería cometer iniquidad (v. 19). Todo lo que es presentado y sacrificado a Dios, cuya fuente haya sido la carne, es inicuo a los ojos de Dios. Presentar cualquier ofrenda a Dios conforme a nuestra propia voluntad es actuar en presunción y de manera pecaminosa. Véase Gn. 4:5 y la nota; Mt. 7:22-23 y la nota Mt. 7:231a.

  • Hacer buenas obras conforme a nuestra propia voluntad es, en realidad, un acto de rebelión en contra del trono de Dios y Su economía (véase la nota Éx. 17:161). La desobediencia de Saúl puso al descubierto que era rebelde contra Dios mismo y enemigo de Dios (véase la nota 1 S. 22:171). Lo que Saúl hizo era tan inicuo como ponerse en contacto con un espíritu maligno para llevar a cabo el propósito de dicho espíritu en lugar del propósito de Dios. Lo dicho por Samuel en este versículo indica que rehusarse a eliminar los buenos aspectos de nuestra carne hace que nos involucremos con los espíritus malignos y la idolatría.

  • Si no somos absolutos al tomar medidas con respecto a nuestra carne, perderemos nuestro reinado al igual que Saúl. Este relato sobre la desobediencia de Saúl es una advertencia, la cual indica que no debemos hacer nada en el reino de Dios valiéndonos de nuestra carne. En todo asunto tenemos que crucificar nuestra carne con sus pasiones y concupiscencias (Gá. 5:24; Ro. 8:13) y ejercitar fielmente nuestro espíritu para seguir al Señor, quien es el Espíritu vivificante y consumado que mora en nuestro espíritu y es uno con nosotros (1 Co. 15:45; 6:17; 2 Ti. 4:22; Gá. 5:16, 25). Entonces, el reino de Dios, la iglesia como el Cuerpo intrínseco de Cristo (Mt. 16:18-19; Ro. 14:17; Ef. 1:22-23), cuya consumación es la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2), será edificado.

  • Este prójimo era David (1 S. 16:1-13; 28:17).

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