En tipología, los amalecitas representan la carne, el hombre caído (Éx. 17:8-16; Gn. 6:3a; Ro. 3:20a). Dios creó al hombre, no la carne, pero el hombre sufrió la caída y, finalmente, se convirtió en carne. En todo el universo el enemigo singular de Dios, en términos prácticos, no es Satanás sino la carne (Ro. 8:7). La carne, el hombre caído, es por completo una con Satanás (Mt. 16:23) y es usada por Satanás para combatir contra Dios (Gá. 5:17).