Heb. mishle, significa símiles, proverbios, parábolas, los cuales representan verdades generales. El libro de Proverbios es una recopilación de los dichos de los sabios. En Proverbios se recalca la sabiduría que el hombre recibe de Dios por medio de su contacto con Él, sabiduría que enseña al hombre cómo conducirse y formar su carácter en la vida humana. Puesto que los proverbios fueron recopilados principalmente por dos reyes de Judá (Salomón y Ezequías) durante la era de la ley, podríamos considerar el libro de Proverbios como accesorio de la ley. La ley es el retrato de Dios y, como tal, ella exige ser cumplida por el pueblo de Dios a fin de hacer de ellos réplicas de Dios para Su expresión y glorificación (véase la nota Éx. 20:11). Proverbios, al ser accesorio de la ley, instruye a las personas con respecto a cómo conducirse y cómo ser formados en concordancia con los atributos de Dios, esto es, de acuerdo con lo que Dios es.
Por formar parte de la palabra santa en las Santas Escrituras de Dios, Proverbios debe ser considerado el aliento de Dios que podemos inhalar para recibir el suministro de vida procedente de Dios (2 Ti. 3:16). Por tanto, al leer Proverbios debemos ser llenos de la plenitud de Dios en nuestro espíritu (Ef. 5:18; 3:19). Además, debemos leer Proverbios en el Espíritu de vida neotestamentario (Ro. 8:2), valiéndonos de nuestro espíritu regenerado, mezclando la oración con nuestra lectura (Ef. 6:17-18) a fin de mezclar las palabras con el espíritu y la vida (cfr. Jn. 6:63). Mientras vivamos en este cuerpo, tendremos necesidad de que Proverbios nos dé instrucciones sobre cómo vivir rectamente en muchos aspectos. Sin embargo, según la economía de Dios, Proverbios no debiera ser usado para edificar el viejo hombre al cultivar nuestro yo y nuestro hombre natural; más bien, debemos rechazar todo cuanto cultive nuestro yo y condenar lo que edifique nuestro hombre natural (cfr. Mt. 16:24; Ro. 6:6; Gá. 2:20), y debemos acudir a Proverbios como corresponde al nuevo hombre (Ef. 4:22-24) ejercitando nuestro espíritu junto con el Espíritu a fin de contactar la palabra en el espíritu de oración. Entonces la palabra hallada en Proverbios se tornará espíritu y vida para nosotros, no para cultivar nuestro hombre natural, sino para cultivar nuestro nuevo hombre regenerado. Es imprescindible que seamos personas que amen al Señor y vayan en pos de Cristo, y no ser aquellos que procuran perfeccionar el yo (cfr. Fil. 3:3-14); asimismo, debemos ser personas que amen la palabra del Señor contenida en toda la Biblia y la lean con un espíritu ejercitado en la oración, no en busca de la doctrina de la letra, sino buscando el Espíritu de vida y la palabra de vida (cfr. Jn. 5:39-40; 2 Co. 3:6), y no para obtener ayuda en cultivar el yo, sino para nutrir nuestro espíritu a fin de poder llevar una vida cristiana que sea perfecta en las virtudes divinas, las cuales expresan los atributos divinos. Si somos tal clase de persona, este libro nos proveerá pepitas de oro y joyas que fortalecerán nuestro vivir en calidad de personas que van en pos de Cristo para el cumplimiento de la economía de Dios con miras a producir y edificar el Cuerpo de Cristo, cuya consumación es la Nueva Jerusalén como el deseo del corazón de Dios y Su meta final.