Que Cristo levante Su cabeza es señal de Su victoria, Su triunfo, al derrotar a todos los enemigos.
Que Cristo levante Su cabeza es señal de Su victoria, Su triunfo, al derrotar a todos los enemigos.
El arroyo representa a los vencedores. Cristo, al tomar la delantera para combatir hasta el fin, tendrá necesidad de agua para beber, y esta agua serán los vencedores. Cfr. la nota Sal. 110:33b. Véase la nota Dn. 2:341a, párr. 2.
Que representa a toda la tierra.
Cristo, quien es el Señor, el Amo, y quien está a la diestra de Dios (v. 1), quebrantará a los reyes en el día de Su ira cuando retorne con Sus vencedores y ejecutará juicio entre las naciones (v. 6; 2:9, 12; Dn. 2:34-35, 44; Jl. 3:11-12; Ap. 17:14; 19:11-21). Por tanto, Cristo será el Vencedor más grande de todos.
Véase la nota Gn. 14:181a.
Véase la nota Gn. 14:183c.
Cristo no es solamente el Rey que posee poder y autoridad (vs. 1-2), sino también el Sumo Sacerdote (He. 2:17; 4:14; 6:20; 8:1; 9:11). El ministerio celestial de Cristo en Su ascensión incluye tanto Su reinado como Su sacerdocio. Como el Rey, Él tiene el cetro para regir sobre la tierra y administrar nuestros asuntos; y como el Sumo Sacerdote, Él intercede por nosotros y se encarga de nuestro caso delante de Dios (He. 7:25-26; 9:24; Ro. 8:34; Ap. 1:12-13).
Aquí Cristo se compara con una planta que necesita ser regada por el rocío delicado, suave y moderado. Mientras Cristo avanza en Su camino para llevar a cabo la economía de Dios, Él necesita ser regado. Cristo es regado por quienes se ofrecen a Él voluntariamente. Todo aquel que se ofrezca voluntariamente a Cristo como ofrenda a Él es un joven varón semejante al rocío que fue concebido en el seno de la aurora para regar a Cristo.
A los ojos del Señor nuestra consagración voluntaria, el ofrecernos a Él, es algo lleno de esplendor. Aunque la iglesia se ha degradado, a lo largo de los siglos ha habido una línea conformada por quienes se ofrecieron voluntariamente al Señor en el esplendor, la hermosura, de su consagración.
Esta palabra también podría traducirse como adorno. El esplendor de la consagración es un adorno. Si nos ofrecemos voluntariamente al Señor, seremos embellecidos con un esplendor divino y celestial.
Lit., serán ofrendas voluntarias.
Véase la nota He. 1:131.
Véase la nota Ef. 1:203. La ascensión de Cristo a la diestra de Dios no consiste meramente en que Él esté en un determinado lugar, sino en que Él esté en una persona: el Padre. En Su ascensión, Cristo entró en el Ser mismo del Padre y se sentó allí (Jn. 16:28). Cfr. la nota Is. 22:231a.
Lo dicho aquí respecto a que Cristo se sentó a la diestra de Dios implica el reinado de Cristo. En Su ascensión, Cristo fue hecho por Dios el Señor, el Cristo, el Príncipe de todo el universo y el Salvador (Hch. 2:36; 5:31; 10:36).
El salmo 110 revela a Cristo en Su ascensión. En este salmo, Cristo es revelado como el Rey (v. 2), el Sacerdote (v. 4), el Guerrero (v. 3) y el Vencedor (vs. 5-7).
Este versículo respecto a la ascensión de Cristo es citado muchas veces en el Nuevo Testamento (Mt. 22:44; Mr. 12:36; Lc. 20:42-43; Hch. 2:34-35; He. 1:13), y en varias otras ocasiones se hace referencia a que Cristo se sentó a la diestra de Dios (Mr. 16:19; Hch. 2:33; Ro. 8:34 etc.).
Sal. 3 título