El juicio que Dios ejecutó por medio de los asirios sobre el reino del norte, el reino de Israel, debía haberle servido de advertencia al reino del sur, el reino de Judá; pero el pueblo persistió aún más en sus perversas costumbres (v. 19), de modo que Dios se vio obligado a actuar y juzgarlos mediante los babilonios (caps. 24—25).