Al igual que el paso del arca de Noé por las aguas del diluvio, el cruce del mar Rojo tipifica el bautismo (1 Co. 10:1-2 y la nota 1 Co. 10:14b; la nota 1 Co. 10:21; la nota 1 Co. 10:22a; la nota 1 Co. 10:23; Gn. 7:17-23 y la nota Gn. 7:171). Las aguas del mar Rojo fueron usadas por Dios para salvar a Su pueblo y separarlo de Faraón y Egipto. Los hijos de Israel fueron salvos al pasar por el mar Rojo y entrar en el desierto, una esfera de resurrección y separación (Éx. 15:22 y la nota 1), donde eran libres de toda atadura y esclavitud para poder cumplir con el propósito de Dios edificando el tabernáculo como morada de Dios en la tierra. Asimismo, al pasar por el bautismo los creyentes neotestamentarios son salvos de Satanás y del mundo e introducidos en una esfera de resurrección (Ro. 6:3-5) y separación (Hch. 2:40-41), donde gozan de libertad para poder cumplir con el propósito de Dios edificando la iglesia como morada de Dios.
Esto marcó la compleción de la primera etapa de la salvación completa efectuada por Dios en pro de Su pueblo escogido, una etapa que incluyó la pascua, el éxodo de Egipto y el cruce del mar Rojo. La pascua, que tipifica a Cristo con Su redención, bastó para salvar al pueblo de Dios del justo juicio de Dios (Éx. 12:12-13). Sin embargo, para ser completamente salvos de la tiranía de Faraón y de la esclavitud en Egipto, los hijos de Israel necesitaban experimentar el éxodo y el cruce del mar Rojo. Asimismo, después de disfrutar de la obra redentora de Cristo que los salva del juicio de Dios, los creyentes neotestamentarios tienen que dejar el mundo y ser bautizados (cfr. Mr. 16:16a y la nota 1).