Redactados en forma poética, los vs. 14-15 constituyen una profecía anunciando que los hijos de Israel habrían de derrotar a los enemigos de Dios y tomar posesión de la buena tierra. Aquí los pueblos representan a los incrédulos, los paganos, a saber: los filisteos, que vivían entre Egipto y la buena tierra, representan a quienes pertenecen al mundo religioso (1 S. 6:1-18 y la nota 4); los edomitas, descendientes de Esaú (Gn. 36:1), representan a los que son naturales, aquellos que no han sido escogidos, redimidos, regenerados ni transformados (Ro. 9:10-13); los descendientes de Lot, los moabitas, representan a las personas carnales, pues tienen origen en el incesto (Gn. 19:30-38) y los cananeos guardan relación con las huestes de maldad en las regiones celestes (Ef. 6:12). Todos estos enemigos se habían propuesto impedir que el pueblo de Dios lograra la meta fijada por Dios: la edificación de Su morada para el cumplimiento de Su propósito. No obstante, a los ojos de Dios, esta meta ya ha sido cumplida. Por tanto, Moisés usó el pretérito perfecto al referirse a la morada de Dios (vs. 13, 17), y el apóstol Juan usó el tiempo pasado al describir la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2-27; 22:1-5).