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Capítulos de libros «Apocalipsis»
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  • En la eternidad pasada Dios se propuso obtener una expresión corporativa de modo que Él pudiera ser plenamente expresado y glorificado (Ef. 3:9-11; 1:9-12). Él creó los cielos, la tierra y la humanidad con este fin. Después de la creación del mundo, hay cuatro dispensaciones: la dispensación de los patriarcas, desde Adán hasta Moisés (Ro. 5:14); la dispensación de la ley, desde Moisés hasta Cristo (Jn. 1:17); la dispensación de la gracia, desde la primera venida de Cristo hasta la restauración de todas las cosas, cuando Cristo venga por segunda vez (Hch. 3:20-21); y la dispensación del reino, desde la segunda venida de Cristo hasta el fin del milenio (Ap. 11:15; 20:4, 6). Dios usa estas cuatro dispensaciones para perfeccionar y completar a Su pueblo escogido de tal manera que sea Su expresión corporativa y eterna para el cumplimiento de Su propósito. Las cuatro dispensaciones pertenecen al primer cielo y a la primera tierra. Aunque la dispensación del reino es la dispensación de la restauración, ocurrirá en el primer cielo y la primera tierra, debido a que la obra de Dios tocante a perfeccionar y completar a Su pueblo escogido sólo será terminada al final de esa dispensación. Cuando Dios culmine esta obra durante la dispensación del reino, el primer cielo y la primera tierra pasarán al ser quemados y serán renovados para llegar a ser el cielo nuevo y la tierra nueva (2 P. 3:10-13), a los cuales la Nueva Jerusalén vendrá para ser la expresión eterna de Dios.

  • Según el principio revelado en la Biblia, Dios no quiere lo primero, sea hombre o cosa (Éx. 12:12), sino lo segundo. Por lo tanto, todo lo que sea primero, ya sea el cielo, la tierra, el hombre, o alguna otra cosa, será anulado (v. 4; cfr. 1 Co. 15:47; He. 8:7, 13). Si la palabra griega traducida primer se traduce anterior, se pierde el significado espiritual.

  • El mar es el resultado de las aguas de juicio, las cuales Dios usó para juzgar al mundo preadamítico (véase Estudio-vida de Génesis, mensaje dos). La obra de re-creación efectuada por Dios consistió en recobrar la tierra al restringir el resultado de las aguas de juicio (Gn. 1:9-10; Jer. 5:22). Los seres vivientes del mundo preadamítico, después de haber sido juzgados por las aguas, vinieron a ser los habitantes del mar, los demonios. Después de ser juzgados por Cristo y Sus creyentes (Mt. 8:29-32; Lc. 10:17; Hch. 16:16-18; 19:12) y después que el mar los entregue para el juicio del gran trono blanco (Ap. 20:13), el mar ya no será necesario. Desde que Dios re-creó la tierra, Su intención ha sido abolir el mar, quitando de en medio a Satanás y sus demonios. Por consiguiente, la ausencia del mar indica que Satanás y sus malignos seguidores serán eliminados y ya no estarán en el cielo nuevo ni en la tierra nueva.

  • La revelación que este libro contiene está compuesta de señales (véase la nota Ap. 1:12d). Debido a la profundidad de los asuntos grandes e importantes de este libro, es difícil que el hombre los describa detalladamente con palabras simples. Así que, todos estos asuntos son simbolizados y descritos por señales, como por ejemplo los candeleros, que representan las iglesias, y las estrellas, que representan a los mensajeros de las iglesias (cap. 1); Jezabel, que representa la Iglesia Romana fornicaria y degradada (cap. 2b); el jaspe y las piedras preciosas, los cuales representan la vida y al Dios redentor (Ap. 4:3); el León y el Cordero, que representan al Cristo vencedor y redentor (cap. 5); los cuatro caballos, los cuales representan el evangelio, la guerra, el hambre y la propagación de la muerte (cap. 6a); la mujer universal, quien representa los redimidos de Dios de todas las generaciones, su hijo, quien representa los fuertes y vencedores de entre los redimidos de Dios, y el dragón, la serpiente, que representa a Satanás, quien es cruel y astuto, el diablo (cap. 12); la bestia que sube del mar, que representa al anticristo, y la bestia que sube de la tierra, que representa al falso profeta (cap. 13); la cosecha, que simboliza el crecimiento del pueblo bajo el cultivo de Dios, y las primicias, que representan a los que maduran primero entre los que crecen bajo el cultivo de Dios (cap. 14); Babilonia la Grande, que representa Roma en el aspecto religioso y en el aspecto material (caps. 17—18); y la novia, que representa a los santos que hayan madurado y estén preparados para ser el complemento de Cristo (cap. 19a). Aparte de estas señales, hay muchas otras. La última señal, que también es la mayor, es la Nueva Jerusalén, la cual representa la totalidad de los redimidos de Dios a lo largo de todas las generaciones, quienes han sido regenerados, transformados y glorificados. No se trata de una ciudad material sin vida, sino de una persona corporativa y viviente, quien es la novia cuyo Marido es Cristo, una persona maravillosa (v. 2).

    La Nueva Jerusalén es una entidad viviente compuesta de todos los santos que Dios ha redimido a lo largo de todas las generaciones. Es la novia de Cristo como Su complemento (Jn. 3:29), y la ciudad santa de Dios como Su morada, Su tabernáculo (v. 3). Ésta es la Jerusalén celestial (He. 12:22), la cual Dios ha preparado para nosotros y la cual Abraham, Isaac y Jacob esperaban con anhelo (He. 11:10, 16). Ésta es también la Jerusalén de arriba, la cual es nuestra madre (Gá. 4:26). Como novia de Cristo, la Nueva Jerusalén proviene de Cristo, su Marido, y llega a ser Su complemento; del mismo modo en que Eva provino de Adán, su marido, y llegó a ser su complemento (Gn. 2:21-24). Como novia de Cristo, ella se prepara participando de las riquezas de la vida y naturaleza de Cristo. Como la ciudad santa de Dios, ella es completamente santificada para Dios y es completamente saturada de la naturaleza santa de Dios a fin de ser Su morada.

    Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, Dios compara a Su pueblo escogido con una esposa (Is. 54:6; Jer. 3:1; Ez. 16:8; Os. 2:19; 2 Co. 11:2; Ef. 5:31-32) y con una morada para Sí mismo (Éx. 29:45-46; Nm. 5:3; Ez. 43:7, 9; Sal. 68:18; 1 Co. 3:16-17; 6:19; 2 Co. 6:16; 1 Ti. 3:15). La esposa es quien le satisface en amor, y la morada es donde halla Su descanso en expresión. Ambos aspectos tendrán su consumación en la Nueva Jerusalén. En ella, Dios tendrá satisfacción absoluta en amor y un total descanso en expresión por la eternidad.

  • Todos los redimidos de Dios, después de ser arrebatados a los cielos, constituirán la Nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de Dios. Esto indica que nuestra morada eterna no será el cielo, sino la Nueva Jerusalén en la tierra nueva.

  • La Nueva Jerusalén es una novia, lo cual indica que ella no es una ciudad material, sino una persona corporativa. Con respecto a Cristo, es una novia en quien Él halla satisfacción; con respecto a Dios, es un tabernáculo en el cual Él puede descansar y mediante el cual puede expresarse.

  • Como morada de Dios, la Nueva Jerusalén será el tabernáculo de Dios con el hombre por la eternidad. El tabernáculo que Moisés hizo fue un tipo de este tabernáculo (Éx. 25:8-9; Lv. 26:11). Esta tipología primero se cumplió en Cristo como tabernáculo de Dios entre los hombres (Jn. 1:14) y al final se cumplirá plenamente en la Nueva Jerusalén, la cual será el agrandamiento de Cristo como la morada de Dios. Este tabernáculo también será la morada eterna del pueblo que Dios redimió. Dios nos cubrirá de Cristo. (Véase la nota Ap. 7:153c). Por lo tanto, la Nueva Jerusalén será una morada mutua para Dios y para nosotros.

  • En el cielo nuevo y la tierra nueva habrá plena satisfacción y descanso; no habrá más motivo de lágrimas.

  • Ya que la muerte será completamente sorbida por la vida (1 Co. 15:54) y lanzada al lago de fuego (Ap. 20:14), en el cielo nuevo y en la tierra nueva ya no habrá muerte.

  • Se refiere a estas palabras del v. 5.

  • Aquí el significado de la palabra venza es diferente del significado en los caps. 2 y 3 donde se usa siete veces. Aquí significa vencer al creer, como en 1 Jn. 5:4-5. En los caps. 2 y 3 vencer hace que los creyentes vencedores sean aptos para disfrutar del reino milenario como una recompensa particular en la administración dispensacional de Dios, mientras que aquí vencer hace que todos los creyentes sean aptos para participar de la Nueva Jerusalén con todo su disfrute como la porción común que tendrán de la salvación eterna provista por Dios.

  • El pueblo mencionado en el v. 3 será las naciones del v. 24. En el cielo nuevo y en la tierra nueva, ellos serán el pueblo de Dios y no Sus hijos. Vivirán en la tierra nueva, fuera de la Nueva Jerusalén, y disfrutarán las bendiciones comunes en el cielo nuevo y la tierra nueva. (Véase la nota Ap. 21:241a). En este versículo la palabra hijo no se refiere al pueblo de Dios, sino a los santos que Dios ha redimido a lo largo de todas las generaciones. Los hijos de Dios morarán en la Nueva Jerusalén, participarán de todo su deleite, servirán a Dios y al Cordero, y reinarán por la eternidad (Ap. 22:3-5).

  • Es decir, personas llenas de falsedad.

  • En el primer cielo y la primera tierra había un mar que contenía el resultado del juicio de Dios, mientras que en el cielo nuevo y la tierra nueva habrá un lago de fuego que reemplazará al mar. Todas las cosas negativas e inmundas, después de ser juzgadas por Dios, serán lanzadas al lago de fuego donde sufrirán la segunda muerte y serán atormentadas, siendo quemadas en fuego y azufre por la eternidad (Ap. 14:10-11). Según Ap. 22:15, el lago de fuego estará fuera de la Nueva Jerusalén y será la Gehena, (que significa lago de fuego, Mt. 5:22 y la nota 8), tal como Tofet, un lugar donde se arrojaban las cosas inmundas (Jer. 19:11-13), estaba fuera de la antigua Jerusalén (2 R. 23:10; Is. 30:33). El lago de fuego es mucho más reducido que el mar.

  • Uno de los siete ángeles que trajeron las siete plagas postreras le mostró a Juan la Nueva Jerusalén. Esto significa que el juicio de las siete copas se lleva a cabo con miras a la Nueva Jerusalén.

  • Una mujer es novia principalmente el día de bodas, mientras que una esposa lo es toda la vida. La Nueva Jerusalén será la novia durante el milenio, es decir por mil años, que es como un día (2 P. 3:8), y será la esposa en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad, por los siglos de los siglos.

  • El monte grande y alto está en contraste con el desierto mencionado en Ap. 17:3. Juan fue llevado al desierto para ver a Babilonia, la gran ramera, y fue llevado a un monte grande y alto para ver a la novia, la Nueva Jerusalén. Es necesario que seamos llevados a un “monte alto” a fin de ver la morada de Dios para cumplir Su propósito eterno.

  • La gloria de Dios es la expresión de Dios, es Dios expresado. Nosotros hemos sido predestinados para esta gloria y llamados a la misma (1 Co. 2:7; 1 P. 5:10; 1 Ts. 2:12). Estamos en el proceso de ser transformados hasta alcanzar esta gloria (2 Co. 3:18) y seremos introducidos en ella (He. 2:10). Finalmente, seremos glorificados con Cristo (Ro. 8:17, 30) y tendremos la gloria de Dios para expresarlo en la Nueva Jerusalén.

  • Lit., luminar o portador de luz. Hoy en día, los creyentes, como hijos de luz (Ef. 5:8), son la luz del mundo (Mt. 5:14) y resplandecen en medio de una generación torcida y perversa (Fil. 2:15). Al final, la Nueva Jerusalén, compuesta de todos los santos, será la portadora de luz que expresará a Dios como luz sobre todas las naciones que la rodean (v. 24).

  • La piedra preciosa no es la luz, sino portadora de la luz. No tiene luz en sí misma, sino que la luz, la cual es Dios, fue forjada en ella y resplandece en ella. Esto indica que nosotros, por ser parte de la Nueva Jerusalén venidera, debemos ser transformados en piedras preciosas, por haberse forjado Dios en nuestro ser como luz resplandeciente, a fin de que seamos portadores de luz y brillemos como expresión de Dios.

  • La apariencia de Dios es como jaspe (Ap. 4:3 y la nota 1). La luz de la Nueva Jerusalén es semejante a una piedra de jaspe. La Nueva Jerusalén tiene la apariencia de Dios y expresa a Dios mediante su resplandor.

  • El muro tiene como fin separar y proteger. La Nueva Jerusalén estará totalmente separada para Dios y protegerá completamente los intereses de Dios. Su muro será grande y alto. Hoy en día todos los creyentes necesitan un muro muy grande y alto que los separe y proteja.

  • Las puertas sirven para establecer comunicación, para entrar y salir. Doce es el número de perfección absoluta y compleción eterna en la administración de Dios. Por lo tanto, las doce puertas indican que en la Nueva Jerusalén la comunicación es absolutamente perfecta y eternamente completa para la administración de Dios.

  • En la economía eterna de Dios, los ángeles son espíritus ministradores (He. 1:14). Ellos sirven a los que heredan la salvación y participan de la bendición eterna de la Nueva Jerusalén, que es el centro del cielo nuevo y la tierra nueva. Ellos serán los porteros de nuestra heredad, mientras que nosotros disfrutaremos de la rica herencia que tendremos en la economía eterna de Dios.

  • Aquí Israel representa la ley del Antiguo Testamento, lo cual indica que la ley está representada en las puertas de la Nueva Jerusalén. La ley vigila y observa para asegurar que toda comunicación, toda entrada y salida de la ciudad santa satisfaga los requisitos de la ley. Los nombres de las doce tribus de Israel inscritos en las doce puertas significan que las doce tribus de Israel son la entrada de la ciudad santa; como entrada, las doce tribus, mediante la predicación del evangelio, introducen a los hombres en las riquezas del Dios Triuno para que disfruten la suministración de la ciudad.

    Aquí la mención de Israel también indica que la Nueva Jerusalén incluye a todos los redimidos del Antiguo Testamento.

  • La ciudad se halla establecida en cuadro (v. 16) y tiene tres puertas en cada uno de los cuatro lados. El lado oriental, al frente, orientado hacia la gloria de la salida del sol, se menciona primero; el lado del norte, arriba, en segundo lugar; el lado del sur, abajo, en tercer lugar; el lado occidental, atrás, en cuarto lugar. Las puertas de los cuatro lados están orientadas hacia las cuatro direcciones de la tierra, lo cual significa que la entrada a la santa ciudad está disponible para todos los pueblos de la tierra. (Cfr. los cuatro brazos del río en Gn. 2:10-14). Que hubiera tres puertas en cada lado significa que los tres de la Trinidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu— cooperan para introducir a la gente en la ciudad santa, lo cual se indica en las tres parábolas de Lc. 15, y está implícito en lo que el Señor dijo en Mt. 28:19. Ser bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu es la verdadera entrada a la ciudad santa. Que hubiera tres puertas en cada uno de los cuatro lados (tres por cuatro es doce) también implica que el Dios Triuno está mezclado con el hombre, la criatura. (El número cuatro representa a los seres vivos. Ap. 4:6).

  • Aquí los cimientos no son el fundamento que, según 1 Co. 3:10-11, es Cristo; más bien, son los doce apóstoles del Cordero. Hoy en día la iglesia es edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (Ef. 2:20). Puesto que en la eternidad ya no se necesitarán profetas, los cimientos de la ciudad santa serán solamente los apóstoles.

  • Aquí los apóstoles representan la gracia del Nuevo Testamento, lo cual significa que la Nueva Jerusalén está edificada sobre la gracia de Dios. Mientras que la entrada a la ciudad santa corresponde a la ley de Dios, la ciudad misma está edificada sobre la gracia de Dios. La palabra apóstoles denota que la Nueva Jerusalén está compuesta no solamente de los santos del Antiguo Testamento, representados por Israel, sino también de los santos del Nuevo Testamento, representados por los apóstoles.

  • Una caña se usa para medir, y se toman medidas cuando se va a tomar posesión (Ez. 40:5; Zac. 2:1-2; Ap. 11:1). Dado que el oro representa la naturaleza de Dios, la caña de oro indica que la ciudad, sus puertas y su muro son medidas según la naturaleza de Dios. Todo lo que no sea compatible con la naturaleza de Dios no puede pertenecer a la Nueva Jerusalén. Toda la ciudad, con sus puertas y su muro, puede pasar el medir y la prueba de la naturaleza de Dios; por consiguiente, puede ser Su posesión.

  • Indica que la Nueva Jerusalén es perfecta y completa en todo sentido, totalmente recta, sin la más ligera desviación.

  • Doce mil equivale a mil por doce. Puesto que el número doce significa perfección absoluta y compleción eterna en la administración de Dios, doce mil representa mil veces esto.

  • Un estadio equivale aproximadamente a 180 metros.

  • Las dimensiones del Lugar Santísimo, tanto en el tabernáculo como en el templo, eran iguales en longitud, anchura y altura (Éx. 26:2-8; 1 R. 6:20). Por tanto, la equivalencia de la longitud, la anchura y la altura de la Nueva Jerusalén significa que toda la Nueva Jerusalén será el Lugar Santísimo. Allí todos los redimidos de Dios le servirán y le adorarán, verán y palparán Su presencia, y vivirán y morarán en Su presencia por la eternidad.

  • Ciento cuarenta y cuatro equivale a doce por doce, lo cual representa la perfección absoluta y la consumación eterna de las perfecciones absolutas y de las consumaciones eternas. ¡Cuán perfecto y completo es el muro de la ciudad santa en la administración eterna de Dios!

    La ciudad en sí es como un monte con una altura de doce mil estadios, mientras que el muro, desde el cimiento hasta la cima, tiene una altura de ciento cuarenta y cuatro codos.

  • En la resurrección, el hombre será como los ángeles (Mt. 22:30). Por consiguiente, de medida de hombre, la cual es de ángel, indica que el muro de la ciudad no es natural, sino que está en resurrección.

  • El jaspe es una piedra preciosa transformada (1 Co. 3:12). La apariencia de Dios es como el jaspe (Ap. 4:3 y la nota 1). El muro de jaspe significa que toda la ciudad, por ser la expresión corporativa de Dios en la eternidad, tiene la apariencia de Dios.

  • Puesto que el oro representa la naturaleza divina de Dios, la ciudad de oro puro significa que la Nueva Jerusalén está completamente constituida de la naturaleza de Dios y que ésta es su elemento. Oro puro, semejante al vidrio claro, indica que toda la ciudad es transparente y que no tiene nada de opacidad.

  • O, claro, limpio.

  • O, puro, limpio.

  • La Nueva Jerusalén es una ciudad que tiene fundamentos (He. 11:10). Estos fundamentos son los doce apóstoles del Cordero (v. 14), cada uno de los cuales está representado por una piedra preciosa. Pedro, el primero de los doce apóstoles, se llamaba originalmente Simón. Cuando Simón conoció al Señor, el Señor le cambió el nombre y le llamó Pedro, que significa piedra (Jn. 1:42). Más tarde, el Señor lo llamó por ese nombre cuando habló acerca de la edificación de la iglesia (Mt. 16:18). Las piedras preciosas no son creadas, sino producidas por medio de la transformación de cosas creadas. Todos los apóstoles fueron creados de barro, pero fueron regenerados y transformados en piedras preciosas para el edificio eterno de Dios. Es imprescindible que todo creyente sea regenerado y transformado así para formar parte de la Nueva Jerusalén.

    Los colores de las doce piedras preciosas de los cimientos, las cuales representan a los doce apóstoles, son los siguientes: la primera piedra es verde, la segunda y la tercera son azules, la cuarta es verde, la quinta y la sexta son rojas, la séptima es amarilla, la octava es de color aguamarina, la novena es amarilla, la décima es verde clara. La undécima y la duodécima son púrpuras. Las doce capas de los cimientos de los colores mencionados arriba tienen la apariencia de un arco iris, lo cual significa que la ciudad está edificada y salvaguardada por la fidelidad de Dios con la cual guarda Su pacto (Gn. 9:8-17) y que el fundamento de la ciudad es fidedigno y confiable.

  • La primera capa del cimiento del muro, así como todo el muro de la Nueva Jerusalén, es de jaspe (v. 18). Esto indica que el material principal en la edificación de la ciudad santa es el jaspe. Puesto que el jaspe representa a Dios expresado en Su gloria comunicable (Ap. 4:3), la función principal de la ciudad santa es expresar a Dios al llevar Su gloria (v. 11).

  • Las perlas son producidas por las ostras en las aguas de la muerte. Cuando una ostra es herida por un grano de arena, secreta su líquido vital alrededor del grano de arena y lo convierte en una perla preciosa. Esto describe cómo Cristo, Aquel que vive, entró en las aguas de la muerte, fue herido por nosotros y secretó Su vida sobre nosotros a fin de convertirnos en perlas preciosas útiles para la edificación de la expresión eterna de Dios. El hecho de que las doce puertas de la ciudad santa sean doce perlas, significa que la regeneración efectuada por el Cristo que vence la muerte y secreta vida es la entrada a la ciudad. Esto satisface los requisitos de la ley, la cual es representada por Israel y está bajo la observación de los ángeles guardianes (v. 12).

    La Nueva Jerusalén está edificada con tres clases de materiales preciosos, lo cual significa que está edificada con el Dios Triuno. En primer lugar, la ciudad misma y su calle son de oro puro (vs. 18, 21). El oro, símbolo de la naturaleza divina de Dios, representa al Padre como la fuente que produce el elemento esencial para la existencia misma de la ciudad. En segundo lugar, las doce puertas de la ciudad son perlas, las cuales representan la muerte vencedora y la resurrección vivificante del Hijo, por medio de las cuales se obtiene la entrada a la ciudad. En tercer lugar, el muro de la ciudad y su cimiento están edificados con piedras preciosas, lo cual representa la obra del Espíritu que transforma a los santos redimidos y regenerados en piedras preciosas para la edificación de la morada eterna de Dios, a fin de que ellos corporativamente expresen a Dios en Su gloria que todo lo impregna. En el huerto del Edén estas tres clases de tesoros solamente existían como materiales (Gn. 2:11-12), mientras que en la ciudad de la Nueva Jerusalén estos materiales preciosos llegan a formar una ciudad edificada para el cumplimiento del propósito eterno de Dios, el cual es obtener una expresión corporativa.

  • Cada puerta de la santa ciudad es una perla, lo cual significa que la entrada a la ciudad es única y se hace una vez y para siempre, es decir, significa que solamente podemos entrar a la ciudad mediante la regeneración efectuada una sola vez y para siempre, la cual Cristo logró con Su muerte vencedora y con Su resurrección que imparte vida.

  • Por las puertas uno puede entrar en la ciudad, mientras que por la calle uno puede andar, vivir, diariamente en la ciudad. La entrada a la ciudad se obtiene mediante la muerte y la resurrección de Cristo, mientras que el andar diario, el vivir cotidiano, en la ciudad, concuerda con la naturaleza divina de Dios, la cual es representada por la calle de oro puro. Después de entrar en la ciudad por medio de la regeneración, los santos deben vivir y andar diariamente tomando la naturaleza de Dios como camino. La naturaleza de Dios es la senda de ellos.

  • El oro puro, el cual simboliza la calle de la Nueva Jerusalén y la ciudad misma, es como vidrio claro (v. 18), lo cual significa que toda la ciudad es transparente. Aunque las perlas sean opacas, cada una de ellas es una gran puerta abierta que nunca será cerrada ni de día ni de noche (v. 25).

  • En el Antiguo Testamento, el tabernáculo de Dios fue un precursor del templo de Dios. La Nueva Jerusalén como el tabernáculo de Dios (v. 3) será el templo de Dios, lo cual indica que en el cielo nuevo y en la tierra nueva el templo de Dios será ensanchado hasta llegar a ser una ciudad. Que las tres dimensiones de la ciudad sean equivalentes (v. 16) indica que la ciudad en su totalidad será el Lugar Santísimo, el templo interior. Por consiguiente, no habrá templo en ella.

  • La palabra griega se refiere al templo interior. Este templo es el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero, lo cual significa que Dios y el Cordero serán el lugar en el cual serviremos a Dios. La ciudad santa como el tabernáculo de Dios es el lugar donde morará Dios, y Dios y el Cordero como el templo es el lugar donde los santos redimidos morarán. En el cielo nuevo y la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será una morada mutua para Dios y el hombre por la eternidad.

  • En el milenio la luz del sol y de la luna será intensificada (Is. 30:26). En cambio, en la Nueva Jerusalén, la cual está en el cielo nuevo y en la tierra nueva, no habrá necesidad del resplandor del sol ni de la luna. El sol y la luna existirán en el cielo nuevo y en la tierra nueva, pero no se necesitará su resplandor en la Nueva Jerusalén porque Dios, la luz divina, brillará mucho más allí.

  • En el Cordero como lámpara brillará Dios, quien es la luz, para iluminar la ciudad con la gloria de Dios, la cual es la expresión de la luz divina. Puesto que la ciudad santa será iluminada por tal luz, no necesitará otra luz, ya sea creada por Dios o producida por el hombre (Ap. 22:5).

  • Al final de esta era, muchos habitantes de la tierra morirán como resultado de la sexta y la séptima trompetas. El resto será juzgado por Cristo en el trono de Su gloria cuando Él regrese a la tierra. Los que sean condenados, los “cabritos”, recibirán maldición y perecerán en el lago de fuego, mientras que los que sean justificados, las “ovejas”, recibirán bendición y heredarán el reino preparado para ellos desde la fundación del mundo (Mt. 25:31-46). A diferencia de los creyentes del Nuevo Testamento, las “ovejas” no serán salvas ni regeneradas; solamente serán restauradas al estado original que el hombre tenía cuando fue creado por Dios. Serán las naciones como ciudadanos del reino milenario, en el cual los santos vencedores serán reyes (Ap. 20:4, 6), y los que constituirán el remanente salvo de Israel serán sacerdotes (Zac. 8:20-23). Después del reino milenario, una parte de estas naciones, engañadas por el diablo, se rebelará contra el Señor y será consumida por el fuego que descenderá del cielo (Ap. 20:7-9). Los demás serán trasladados a la tierra nueva para ser las naciones, las cuales vivirán alrededor de la Nueva Jerusalén y andarán a su luz. Éstos serán el pueblo mencionado en los vs. 3-4. Ellos, como hombres que fueron creados pero no regenerados, conservarán la vida para siempre en el estado en que fueron creados, mediante la sanidad de las hojas del árbol de la vida (Ap. 22:2). También ellos vivirán para siempre (v. 4). Bajo el resplandor de la Nueva Jerusalén con la gloria divina, tampoco estarán en tinieblas.

  • Cfr. Is. 2:5.

  • Estos reyes son los reyes de las naciones en la tierra nueva. Los santos redimidos y regenerados reinarán sobre ellos (Ap. 22:5), y Cristo será el Rey de reyes por la eternidad.

  • Aquí gloria se refiere al esplendor (Mt. 5:16 véase la nota He. 2:91b).

  • El muro de la ciudad separará la ciudad de las naciones, pero las puertas abiertas mantendrán la ciudad accesible a ellas.

  • En el cielo nuevo y la tierra nueva todavía habrá distinción entre el día y la noche, pero en la Nueva Jerusalén no habrá tal distinción, porque allí Dios mismo, una luz más intensa, brillará continuamente, día y noche.

  • Véase la nota Ap. 21:244.

  • Honra se refiere a lo que es precioso en cuanto a condición y digno en cuanto a posición (cfr. Est. 1:4).

  • Puesto que las naciones que vivirán en la tierra nueva fuera de la Nueva Jerusalén llevarán su gloria y su honra a la ciudad, seguramente están incluidas entre los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

  • Lit., rollo.

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