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Capítulos de libros «Éxodo»
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Mis lecturas
  • Después de darle a Su pueblo una revelación de Su persona y Su economía mediante la ley, Dios encargó a Moisés que hiciera subir al monte a los líderes de Israel a fin de que permanecieran con Dios para que Él pudiera revelarles el deseo de Su corazón y mostrarles el diseño del tabernáculo, el cual ellos deberían edificar como morada de Dios en la tierra (caps. 25—40).

  • Véase la nota Éx. 19:81.

  • Aunque la ley había sido promulgada en el monte de Dios, todavía era necesario que la ley con sus ordenanzas fuese puesta en vigencia en calidad de pacto. En lugar de ordenar al pueblo que guardara la ley, Moisés puso en vigencia el pacto por medio de un altar, doce columnas, los holocaustos y ofrendas de paz y la sangre (vs. 4-8; cfr. He. 9:18-20). El altar, que simboliza la cruz de Cristo (He. 13:10), indica que como personas caídas y pecaminosas, nosotros simplemente no podemos guardar la ley de Dios; por tanto, tenemos necesidad de ser redimidos, aniquilados y reemplazados por Cristo mediante la cruz.

  • Una columna representa un testimonio (cfr. 1 R. 7:21; 1 Ti. 3:15). Las doce columnas, que representan las doce tribus de Israel, indican que a los ojos de Dios las doce tribus deberían ser doce columnas como testimonio de Dios, es decir, reflejo de lo que Dios es en Sus virtudes y atributos, tal como lo retrata la ley. La ley no fue dada para que el pueblo de Dios la guarde u observe; más bien, fue dada para que las personas pudieran convertirse en el testimonio de Dios al ser redimidas, aniquiladas, reemplazadas y reconstituidas por Cristo mediante la cruz (cfr. Ro. 8:3-4).

  • La cruz de Cristo, representada por el altar, nos redime mediante la sangre de Cristo y nos aniquila. Cristo, como realidad de las ofrendas (véanse las notas de Lv. caps. 1—7), fue ofrecido a Dios en la cruz para ser nuestro Redentor y Sustituto. A medida que experimentamos a Cristo y la cruz, Él nos reemplaza, reconstituyéndonos con Él mismo y transformándonos de pecadores caídos a columnas, o sea, un testimonio vivo de Dios en Cristo (2 Co. 3:18; Fil. 1:19-21a). En esto consiste la economía de Dios.

  • Véase la nota Éx. 19:81.

  • Rociar la sangre sobre las personas indica que una de las partes con las que el pacto era establecido, los hijos de Israel, era pecaminosa, y que la otra parte involucrada, Dios, estaba dispuesta a perdonar (cfr. He. 8:12; 9:22).

  • En los vs. 6, 8 la sangre de los sacrificios ofrecidos en el altar (v. 5), la cual tipifica la sangre de Cristo, tenía como fin la redención, así como el perdón y el lavamiento de los pecados (Ef. 1:7; 1 P. 1:18-19; Mt. 26:28; He. 9:22; 1 Jn. 1:7, 9). Esta sangre también puso en vigencia el pacto entre Dios y Su pueblo. Por tanto, la sangre a la que se hace referencia aquí es “la sangre del pacto”. La sangre hizo posible que los miembros del pueblo de Dios —personas caídas y pecadoras que fueron redimidas, perdonadas y lavadas— entrasen en la presencia de Dios, esto es, en Dios mismo, y permaneciesen allí para que Él fuese infundido en ellos hasta constituirlos en columnas, un testimonio vivo, retrato vivo, de lo que Dios es (vs. 9-18; 34:28-29; Lv. 16:11-16; cfr. He. 10:19-20). Finalmente, la sangre de Cristo, que es la sangre del nuevo pacto (Mt. 26:28; Lc. 22:20), introduce al pueblo de Dios en las cosas superiores propias del nuevo pacto, pacto en el que Dios da a Su pueblo un nuevo corazón, un nuevo espíritu, Su Espíritu y la ley interna de vida, la cual denota a Dios mismo con Su naturaleza, Su vida, Sus atributos y Sus virtudes (Jer. 31:33-34; Ez. 36:26-27; He. 8:10-12). Por último, la sangre del nuevo pacto, el pacto eterno (He. 13:20), conduce al pueblo de Dios al pleno disfrute de Dios, quien es el árbol de la vida y el agua de vida, tanto ahora como por la eternidad (Ap. 7:14, 17; 22:1-2, 14, 17).

  • En una atmósfera de tranquilidad y bajo un cielo transparente y despejado —producto de la sangre del pacto—, Moisés y los líderes de Israel entraron en comunión con Dios, comunión en la cual vieron a Dios (cfr. Mt. 5:8; 2 Co. 3:18). Fue en tal escenario, muy diferente al escenario en que la ley fue promulgada (Éx. 19:8-25; 20:18, 21), que Dios le reveló a Moisés el modelo del tabernáculo.

  • O, una obra de zafiro transparente.

  • Contemplar a Dios, así como comerle y beberle, es adorar a Dios (cfr. v. 1) con la adoración que Él desea (véase la nota Éx. 20:241).

  • Hubo por lo menos tres categorías de personas que se mantuvieron a diferentes distancias con relación al monte Horeb: Moisés, quizás acompañado por Josué, estuvo en la cumbre, donde fue infundido de Dios mismo bajo Su gloria y donde recibió la visión del tabernáculo como morada de Dios en la tierra (vs. 13, 16a; Éx. 34:29 Éxodo 25:1—30:38); Aarón, Nadab, Abiú y los setenta ancianos estuvieron en el monte adorando a cierta distancia y observando lo que ocurría (vs. 1, 9); la mayoría de los hijos de Israel estuvieron al pie del monte manteniéndose a distancia y temblando (Éx. 20:18). Estas tres ubicaciones, que corresponden a las tres secciones del tabernáculo —el atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo—, sirven para ilustrar el hecho de que entre el pueblo de Dios hay diferentes grados de comunión con Dios. Véase la nota He. 9:43c.

  • En la Biblia, el número cuarenta significa pruebas o aflicciones (cfr. Dt. 8:2; Lc. 4:1). Fueron necesarios cuarenta días y cuarenta noches para que Moisés viera la revelación de la morada de Dios. Esto indica que para recibir revelación de parte de Dios se requiere un largo período de tiempo, el cual es una aflicción o una prueba para nosotros.

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