La llama de fuego denota la gloria de la santidad de Dios, por la cual el hombre caído quedaba excluido de tener contacto directo con Dios, el árbol de la vida (Gn. 3:24 y la nota). Según Gn. 3:17-19, los espinos forman parte de la maldición que sobrevino a causa del pecado del hombre; por tanto, los espinos simbolizan al hombre caído que está bajo maldición. La zarza aquí representa a Moisés mismo como pecador que fue redimido. Que la llama de fuego ardiera desde el interior de la zarza significa que la gloria de la santidad de Dios ardería dentro de Moisés —el llamado— y sobre éste, pese a que él era un pecador bajo la maldición de Dios. Esto fue posible debido a la redención efectuada por Cristo (Gn. 3:21; 4:4), la cual satisfizo los requerimientos de la santidad de Dios y quitó la maldición, permitiendo así que el fuego divino (el Espíritu) visitara la zarza (el pecador redimido) y morara en ella, haciendo al fuego uno con la zarza (Gá. 3:13-14). El hecho de que el fuego ardiera en la zarza sin consumirla indica que Dios mismo, no Moisés, sería el “combustible” por el cual el fuego ardería (cfr. Ro. 12:11; 2 Ti. 1:7; Fil. 4:13; Col. 1:29). Moisés sería solamente un vaso, un canal, mediante el cual la gloria de la santidad de Dios sería manifestada (cfr. 2 Co. 4:7). Véase la nota Éx. 3:111a.
Según Dt. 33:16, la zarza era la morada de Dios. Puesto que el pueblo corporativo de Dios es la verdadera morada de Dios (He. 3:6 y la nota), esto implica que la zarza se refiere también al pueblo redimido por Dios, una entidad corporativa. Después que el tabernáculo —símbolo de los hijos de Israel como morada de Dios— fue erigido, descendió sobre él la nube de la gloria de Dios que de noche tenía la apariencia del fuego (Nm. 9:15-16). Que el fuego ardiera sobre el tabernáculo significa que el pueblo de Israel era una zarza corporativa ardiente. La iglesia como morada de Dios es también una zarza ardiente, a saber: el Dios Triuno que arde dentro de la humanidad redimida y sobre ella (Lc. 12:49; Hch. 2:3-4). Mediante el fuego santo y divino que arde, la zarza que una vez estuvo bajo maldición y después fue redimida, ahora es transformada para llegar a ser la morada de Dios. En esto consiste la economía de Dios.