La murmuración es una expresión de la carne, la totalidad del ser humano caído (cfr. Fil. 2:14). Aunque los doce manantiales de Elim aplacaron la sed del pueblo (Éx. 15:27), éste todavía tenía hambre, pues carecía de alimentos. Tal situación puso al descubierto la carne del pueblo de Dios. Esto nos muestra que carecer de Cristo como nuestro nutrimento espiritual siempre hace que sea puesta al descubierto nuestra carne y sus concupiscencias. Después de poner al descubierto la carne, Dios envió el maná para nutrir a Su pueblo (vs. 13-15). La manera en que Dios toma medidas con respecto a la carne de Su pueblo es que cambia la dieta de ellos. La única manera de prevalecer sobre la carne consiste en ser llenos de Cristo al disfrutarle diariamente como suministro celestial de vida, representado por el maná (véase la nota Éx. 16:41 y la nota Éx. 16:151).