En los caps. 2 y 3, el Espíritu habla a las iglesias; aquí, al final de este libro, el Espíritu y la novia, la iglesia, hablan como una sola persona. Esto indica que la iglesia ha progresado en la experiencia que ha tenido del Espíritu al punto de ser uno con el Espíritu, quien es la máxima consumación del Dios Triuno.
Toda la revelación de la Biblia nos muestra el romance de una pareja universal. Es decir, el soberano Señor, quien creó el universo y todas las cosas, el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, quien pasó por los procesos de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión y quien por último llegó a ser el Espíritu vivificante, se une en matrimonio con el hombre tripartito —compuesto de espíritu, alma y cuerpo—, el cual fue creado, redimido, regenerado, transformado y glorificado, y el cual por último constituye la iglesia, la expresión de Dios. En la eternidad, por medio de la vida divina, eterna e insuperable en gloria, ellos vivirán una vida que es la mezcla de Dios y el hombre como un solo espíritu, una vida que es excelente en extremo y que rebosa de bendiciones y gozo.