Véase la nota Ap. 21:252b.
Véase la nota Ap. 21:252b.
Ver el rostro de Dios y del Cordero y tener Su nombre en la frente también serán bendiciones del Dios Triuno que los redimidos de Dios disfrutarán en la eternidad.
La palabra griega denota la idea de servir como sacerdotes. Servir a Dios y al Cordero también será una bendición para los redimidos de Dios en la eternidad.
Le en este versículo y Su en el v. 4 se refieren a Dios y al Cordero; Dios y el Cordero son uno en la eternidad.
El trono de Dios y del Cordero es una de las bendiciones que los redimidos de Dios disfrutarán en la eternidad. Ellos no volverán a sufrir maldición alguna; el trono de Dios y del Cordero será su porción eterna.
O, nada maldito.
Las hojas del árbol de la vida sirven para sanar a las naciones. En la Biblia, las hojas simbolizan las acciones del hombre (Gn. 3:7). Las hojas del árbol de la vida simbolizan las acciones de Cristo. Los creyentes regenerados comen del fruto del árbol de la vida, recibiendo a Cristo como su vida interior y su suministro de vida para disfrutar la vida divina por la eternidad, mientras que las naciones restauradas son sanadas por las hojas del árbol de la vida, tomando las acciones de Cristo como aquello que las guía y regula externamente de tal manera que puedan vivir la vida humana por siempre.
La palabra mes indica que en el cielo nuevo y la tierra nueva, la luna seguirá sirviendo para determinar los doce meses. El sol también existirá y separará el día y la noche en períodos de doce horas cada uno. Siete es el número que representa la iglesia y significa que Dios en la dispensación actual es añadido a Su criatura, el hombre. Doce es el número que representa la Nueva Jerusalén y significa que Dios en Su administración eterna se mezcla con Su criatura, el hombre. En la Nueva Jerusalén podemos ver los doce cimientos, en los cuales están inscritos los nombres de los doce apóstoles; las doce puertas, que son doce perlas, en las cuales están inscritos los nombres de las doce tribus; y los doce frutos del árbol de la vida. Con respecto al espacio, la ciudad en sí abarca doce mil estadios, mil por doce, en cada una de sus tres dimensiones, y su muro mide ciento cuarenta y cuatro codos, doce por doce, de altura. Con respecto al tiempo, en el cielo nuevo y la tierra nueva hay doce meses en el año, doce horas en el día y doce horas en la noche.
Lit., según el mes.
Los frutos del árbol de la vida serán el alimento de los redimidos de Dios por la eternidad. Estos frutos siempre serán frescos, producidos cada mes, doce frutos por año. El hecho de que el árbol de la vida produzca doce frutos significa que el fruto del árbol de la vida es rico y suficiente para el cumplimiento de la administración eterna de Dios.
El hecho de que el árbol de la vida, aunque sea uno solo, crezca a los dos lados del río, significa que el árbol de la vida es una vid que crece y se extiende a lo largo del río de vida para que el pueblo de Dios lo reciba y lo disfrute. Este árbol cumple por la eternidad lo que Dios se propuso desde el principio (Gn. 2:9). El camino al árbol de la vida le fue cerrado al hombre debido a la caída (Gn. 3:22-24); no obstante, le fue abierto a los creyentes mediante la redención efectuada por Cristo (He. 10:19-20). Hoy en día, disfrutar a Cristo como el árbol de la vida es la porción común a todos los creyentes (Jn. 6:35, 57). En el reino milenario, disfrutar a Cristo como el árbol de la vida será una recompensa para los vencedores en esa dispensación (Ap. 2:7). Finalmente, en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad, todos los redimidos de Dios disfrutarán a Cristo, el árbol de la vida, como su porción eterna (vs. 14, 19). Cristo, el árbol de la vida, es el suministro de vida que está disponible a lo largo del río de agua de vida, el Espíritu. Donde el Espíritu fluye, allí se encuentra el suministro de vida de Cristo. Todo esto tiene que ver con el camino santo de la naturaleza divina, representado por la calle. Éste es el suministro de la ciudad santa, y ésta es la manera en que la ciudad es abastecida.
En la era que corresponde a este libro, todo lo que uno es: ya sea justo o injusto, inmundo o santo, es un asunto que reviste gran seriedad. Ser justo significa manifestar un andar según los caminos justos de Dios, mientras que ser santo significa vivir internamente regulados por la naturaleza santa de Dios. En la era que corresponde a este libro, debemos andar y vivir de esta manera a fin de recibir el galardón; de otro modo, seremos condenados como injustos e inmundos y recibiremos algún castigo cuando el Señor regrese (v. 12).
El Señor repite Su advertencia: “Vengo pronto”, a fin de que consideremos Su galardón, el cual será entregado cuando Él regrese.
Lit., pago. Cuando el Señor venga, este galardón será entregado a cada uno de los creyentes en el tribunal de Cristo después que sean arrebatados (2 Co. 5:10; 1 Co. 4:5; Ro. 14:10; Mt. 16:27).
Ésta es la declaración del Señor al final de este libro; corresponde a lo que declaró al principio de este libro (Ap. 1:8). Esto indica que el Señor Jesús es el propio Dios.
El Señor Jesús no solamente es el Primero, sino también el Principio, y no solamente el Último sino también el Fin. El Primero denota que nadie fue antes que Él, y el Último denota que nadie vendrá después de Él; el Principio indica que Él es el origen de todas las cosas, y el Fin indica que es la consumación de todas ellas. Por consiguiente, estas expresiones no sólo denotan que no hay nada antes ni después del Señor Jesús, sino también que sin Él no hay origen ni consumación.
La calle de la ciudad santa es de oro puro (21:21). El oro simboliza la naturaleza divina. El río de agua de vida corre “en medio de la calle”, lo cual significa que la vida divina fluye en la naturaleza divina como único camino para la vida diaria del pueblo redimido de Dios. Donde fluye la vida divina, allí también está la naturaleza divina como el camino santo por el cual anda el pueblo de Dios, y donde está el camino santo de la naturaleza divina, allí también fluye la vida divina. La vida y la naturaleza divinas como camino santo son inseparables. Así que, el río de agua de vida, que procede de Dios, está disponible a lo largo del camino divino, y nosotros podemos disfrutar del río al andar en este camino de vida.
Del trono de Dios y del Cordero muestra que hay un solo trono para Dios y para el Cordero, lo cual indica que Dios y el Cordero son uno solo, el Dios-Cordero, el Dios que redime, Dios el Redentor. En la eternidad, el mismo Dios que se sienta en el trono es nuestro Dios redentor, de cuyo trono sale el río de agua de vida para darnos el suministro y satisfacernos. Esto describe cómo el Dios Triuno —Dios, el Cordero y el Espíritu, quien es simbolizado por el agua de vida— se imparte a Sus redimidos que están bajo Su autoridad como Cabeza (implícita en la autoridad del trono) por la eternidad.
Lit., que su autoridad sea sobre el árbol de la vida y puedan entrar…
Después de haber sido creado el hombre, fue puesto frente al árbol de la vida (Gn. 2:8-9), lo cual indica que tenía el privilegio de participar de ese árbol. Sin embargo, debido a la caída, el camino que da acceso al árbol de la vida le fue cerrado por la gloria, santidad y justicia de Dios (Gn. 3:24). Mediante la redención que Cristo efectuó, la cual satisfizo todos los requisitos de la gloria, santidad y justicia de Dios, el camino al árbol de la vida les fue abierto de nuevo a los creyentes (He. 10:19-20). Por tanto, los que lavan sus vestiduras en la sangre redentora de Cristo tienen derecho a disfrutar el árbol de la vida como su porción eterna en la ciudad santa, el Paraíso de Dios, en la eternidad (Ap. 2:7).
Entrar por las puertas en la ciudad es entrar en la Nueva Jerusalén, la esfera de la bendición eterna de Dios, mediante la regeneración efectuada por Cristo, quien vence la muerte e imparte vida. (Véase la nota Ap. 21:212).
El agua de vida es resplandeciente como cristal, diáfana y sin opacidad. Cuando esta agua de vida fluye en nosotros, nos purifica y nos hace transparentes como el cristal.
El agua de vida es un símbolo de Dios en Cristo como Espíritu, quien fluye en Su pueblo redimido para ser su vida y su suministro de vida. Es tipificada por el agua que brotó de la roca hendida (Éx. 17:6; Nm. 20:11) y es simbolizada por el agua que salió del costado traspasado del Señor Jesús (Jn. 19:34). Aquí el agua de vida se convierte en un río que sale del trono de Dios y del Cordero para abastecer y saturar toda la Nueva Jerusalén. Así que, esta ciudad está llena de la vida divina a fin de expresar a Dios en Su gloria de vida.
Lit., sobre o encima.
El testimonio de este libro fue dado por el Señor Jesús para las iglesias. Por lo tanto, necesitamos estar en las iglesias y entregarnos a ellas a fin de comprender y guardar este testimonio.
Cristo en Su divinidad es la raíz, el origen, de David; en Su humanidad, Cristo es el linaje, el descendiente, de David. Por consiguiente, como la raíz de David, Él es el Señor, y como el linaje de David, también es el hijo, el renuevo, de David (Mt. 22:42-45; Ro. 1:3; Jer. 23:5).
Cristo, a Su regreso, será el sol naciente para Su pueblo de una manera general (Mal. 4:2), pero, de una manera específica, será la estrella de la mañana para los que velan y lo aman. Esta estrella será un galardón para los vencedores (Ap. 2:28). El hecho de que Cristo sea la raíz y el linaje de David está relacionado con Israel y el reino, mientras que el hecho de que sea la estrella resplandeciente de la mañana está relacionado con la iglesia y el arrebatamiento. La estrella de la mañana aparece antes de la hora más oscura de la noche y poco antes del amanecer. La gran tribulación será el momento más oscuro, después de lo cual amanecerá el día del reino. En el reino, el Señor aparecerá públicamente a Su pueblo como el sol, pero antes de la gran tribulación aparecerá privadamente a los vencedores como la estrella de la mañana.
Este río, tipificado por los ríos de Gn. 2:10-14, Sal. 46:4 y Ez. 47:5-9, representa la abundancia de vida que lleva en su corriente. Es un solo río que fluye hacia las cuatro esquinas de la ciudad santa, como el río mencionado en Gn. 2:10-14, el cual se reparte en cuatro brazos. Como se indica en Jn. 7:38, este río junto con sus riquezas llega a ser muchos ríos en la experiencia que tenemos de los diferentes aspectos de las riquezas del Espíritu de vida de Dios (Ro. 8:2; 15:30; 1 Ts. 1:6; 2 Ts. 2:13; Gá. 5:22-23).
“Ven” es la respuesta del Espíritu y de la novia a lo que el Señor dijo en el v. 16 y a Su reiterada advertencia de los vs. 7, 12. Tal respuesta expresa el deseo de que el Señor regrese. Todo aquel que oiga esta respuesta también debe decir: “Ven”, expresando así el deseo común de que el Señor regrese. Todos los creyentes que amen la manifestación del Señor (2 Ti. 4:8) deben expresar tal deseo.
Por un lado, el Espíritu y la novia desean que el Señor venga; por otro, anhelan que los pecadores sedientos también vengan y tomen del agua de vida para que sean satisfechos. Cuando deseamos sinceramente que el Señor regrese, también nos preocupamos de verdad por la salvación de los pecadores.
Véase la nota Ap. 22:141a.
El ángel mencionado en Ap. 21:9.
La luz de una lámpara es obra del hombre, pero la luz del sol es creada por Dios.
Ser iluminado por el Señor Dios también será una bendición para los redimidos de Dios en la eternidad.
Reinar por siempre será la bendición final de los redimidos de Dios en la eternidad.
El ángel mencionado en Ap. 21:9.
Ésta es la oración del apóstol Juan y su respuesta a la advertencia del Señor. Es también la última oración de la Biblia. Después de oír lo que dice este libro, todos debemos orar así y dar la misma respuesta: “¡Ven, Señor Jesús!”. La Biblia concluye con el deseo, expresado como oración, de que el Señor regrese.
Después de recibir todas las visiones y de oír todas las profecías de este libro, seguimos necesitando la gracia del Señor. Sólo la gracia del Señor Jesús puede capacitarnos para vivir y andar según estas visiones y profecías. Este libro, y por consiguiente toda la Biblia, concluye con esta gracia, la gracia que nos capacita para experimentar al Cristo todo-inclusivo y para participar del Dios Triuno a fin de que lleguemos a ser Su eterna expresión corporativa con miras al cumplimiento de Su propósito eterno, para que Él y nosotros disfrutemos una satisfacción absoluta y un reposo completo, mutuamente y por la eternidad.
En este libro, el Señor Dios es el Dios de los espíritus de los profetas, lo cual indica que todas las profecías de este libro son inspiradas por el mismo Dios que inspiró el espíritu de los profetas en el Antiguo y el Nuevo Testamento. También indica que estas profecías están relacionadas con las del Antiguo y el Nuevo Testamento; todas ellas fueron dadas por los profetas estando ellos en su espíritu, el cual estaba bajo la inspiración de Dios. Por lo tanto, para comprender estas profecías, es necesario que nosotros también estemos en nuestro espíritu bajo la unción de Dios.
“Vengo pronto” es la advertencia del Señor. Si prestamos atención a esta advertencia, seremos benditos; en caso contrario, perderemos la bendición.
Las profecías de Daniel fueron selladas porque fueron dadas mucho antes del fin, mientras que las profecías de este libro no deben ser selladas debido a que el tiempo está cerca.
cfr. Ap. 5:1, 5; Dn. 8:26; 12:4, 9
Este versículo puede considerarse una promesa acerca de disfrutar del árbol de la vida, el cual es Cristo con todas Sus riquezas de vida; la segunda mitad del v. 17 puede considerarse un llamado a tomar del agua de vida, la cual es el Espíritu vivificante. Así que, este libro concluye con una promesa y un llamado a comer y beber al Cristo todo-inclusivo como Espíritu vivificante.
Aquí las vestiduras simbolizan la conducta de los creyentes. Lavar las vestiduras significa mantener una conducta limpia lavándose en la sangre del Cordero (Ap. 7:14; 1 Jn. 1:7), lo cual les da derecho a los creyentes a participar del árbol de la vida y a entrar en la ciudad. Ellos podrán disfrutar tanto del árbol de la vida como de la ciudad en la eternidad.
Es decir, fuera de la ciudad, donde estará el lago de fuego, el cual contiene a todos los pecadores que han perecido. (Véase la nota Ap. 21:82c).
En los caps. 2 y 3, el Espíritu habla a las iglesias; aquí, al final de este libro, el Espíritu y la novia, la iglesia, hablan como una sola persona. Esto indica que la iglesia ha progresado en la experiencia que ha tenido del Espíritu al punto de ser uno con el Espíritu, quien es la máxima consumación del Dios Triuno.
Toda la revelación de la Biblia nos muestra el romance de una pareja universal. Es decir, el soberano Señor, quien creó el universo y todas las cosas, el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, quien pasó por los procesos de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión y quien por último llegó a ser el Espíritu vivificante, se une en matrimonio con el hombre tripartito —compuesto de espíritu, alma y cuerpo—, el cual fue creado, redimido, regenerado, transformado y glorificado, y el cual por último constituye la iglesia, la expresión de Dios. En la eternidad, por medio de la vida divina, eterna e insuperable en gloria, ellos vivirán una vida que es la mezcla de Dios y el hombre como un solo espíritu, una vida que es excelente en extremo y que rebosa de bendiciones y gozo.
Los principales componentes de las plagas reveladas en este libro son los tres ayes de la gran tribulación, y la segunda muerte, es decir, la destrucción del hombre en su totalidad —espíritu, alma y cuerpo— en el lago de fuego. Los rasgos más sobresalientes de las bendiciones reveladas en este libro son el árbol de la vida y la ciudad santa. Sufrir las plagas o participar de las bendiciones depende de la manera en que uno responda a la profecía de este libro. No debemos añadir nada a la profecía ni debemos quitarle nada. Debemos recibirla tal como está escrita.
Véase la nota Ap. 22:182c.
Por tercera vez en este capítulo el Señor nos advierte que viene pronto.
Algunos mss. antiguos dicen: Jesucristo.
Algunos mss. antiguos omiten: los santos. Amén.
La Nueva Jerusalén, el último punto principal revelado en este libro, no sólo es la conclusión de toda la Biblia, sino también la máxima consumación de todos los asuntos importantes revelados en la Biblia. El Dios Triuno, Su economía, la redención efectuada por Cristo, la salvación provista por Dios, los creyentes, la iglesia y el reino tienen su consumación en la Nueva Jerusalén, que es la culminación de todo. Por tanto, no es lógico decir que la Nueva Jerusalén es una ciudad material; decir eso no corresponde al principio observado en este libro con respecto al uso de señales en la revelación de misterios. Según la revelación completa de toda la Biblia, la Nueva Jerusalén, la conclusión de toda la Biblia, es la mezcla divina del Dios Triuno procesado con el hombre tripartito redimido y transformado, es decir, una mezcla de lo divino y lo humano que da por resultado una persona misteriosa, corporativa y universal. Esta persona es:
1) La esposa del Cordero (Ap. 21:9);
2) La máxima consumación del tabernáculo y del templo de Dios, como la habitación mutua y eterna de Dios y el hombre (Ap. 21:3, 22);
3) La máxima consumación de la obra de Dios que consiste en hacer de la vieja creación una nueva creación a lo largo de las generaciones (Hch. 4:11; Jn. 2:19; Mt. 16:18; 1 Co. 3:9-12; 1 P. 2:4-5)
4) La máxima consumación de la economía eterna de Dios y de Sus logros.