Los veinticuatro ancianos que están alrededor del trono de Dios representan a todos los ángeles, mientras que los cuatro seres vivientes representan a todos los demás seres vivos. El primero de los seres vivientes, el cual es semejante a un león, representa las fieras; el segundo, semejante a un becerro, representa el ganado; el tercero, semejante a un hombre, representa a la humanidad; y el cuarto, el cual es semejante a un águila, representa las aves (v. 7). De las seis categorías de seres vivos creados por Dios (Gn. 1:20-28), dos no están representadas aquí: los seres que se arrastran sobre la tierra y los seres que viven en el agua. La cabeza de los seres que se arrastran es la serpiente, que representa a Satanás, el enemigo de Dios, quien será arrojado al lago de fuego y no tendrá lugar en el cielo nuevo y la tierra nueva. Los seres que viven en el agua están en las aguas del juicio de Dios, las cuales no existirán en el cielo nuevo y la tierra nueva (Ap. 21:1). Así que, por toda la eternidad estas dos categorías no estarán representadas ante Dios.
De los cuatro seres vivientes, el becerro es un animal limpio, mientras que el león y el águila son inmundos (Lv. 11:3, 13-19, 27). Después de ser redimidos, todos ellos llegaron a ser limpios (Hch. 10:11-16). Entre ellos, el becerro y el hombre son mansos y dóciles, pero el león y el águila son salvajes y feroces. Mediante la redención, todos ellos pueden morar juntos (Is. 11:6-9). La redención que Cristo efectuó no sólo se aplica al hombre, sino también a todas las cosas (Col. 1:20), porque Él murió por todas las cosas (He. 2:9).