En el cap. 4 se describe una escena celestial, cuyo centro es el trono de Dios, en el cual Dios se sienta listo para ejercer Su administración universal con miras al cumplimiento de Su propósito eterno. Aquí en el cap. 5 se describe la misma escena celestial después de la ascensión de Cristo. Uno de los ancianos presentó a Cristo como el León de la tribu de Judá al apóstol Juan, pero Cristo se apareció ante él como un Cordero. Como León, Él lucha contra el enemigo; como Cordero, nos redime. Él combatió para redimirnos y ganó la batalla sobre el enemigo así como efectuó la redención para nosotros. Para el enemigo, Él es un León; para nosotros, Él es un Cordero. Por lo tanto, Él es el León-Cordero.