Los tres jóvenes vencedores no solamente hicieron nulas las palabras del rey, sino que mudaron la naturaleza de las mismas y no tuvieron temor de entregar sus cuerpos a la muerte. Por tanto, ellos obtuvieron la victoria sobre la seducción de la idolatría. Debido a la victoria de ellos, Dios pudo jactarse ante Satanás de que incluso en el territorio de Su enemigo Él contaba con un pueblo que le adoraba.
